La espiritualidad dominicana nace en Domingo de Guzmán ante la experiencia del mundo cátaro del Languedoc. Es necesario captar lo que dio origen al carisma –espiritualidad- de la Orden, y a la vez entender los diversos estilos en los que se ha ido manifestando a lo largo de la historia. En el origen está una espiritualidad que brota de una necesidad de llenarse de razones evangélicas, sencillez y pobreza, y sustituir la predicación formal y oficial que se realizaba por la que incluía un estilo de vida sencillo y pobre, como el de los herejes y la verdad del evangelio bien orada y estudiada.
Las características de la espiritualidad que está en la base y fundamento de la predicación son:
- Espiritualidad de hondura: no de pura superficie, que se queda en imágenes o gestos, es decir: apariencias, sino que va a lo consistente y hondo de la verdad. Espiritualidad de mayoría de edad, la del que se atreve a pensar sobre lo que hace que es lo que nos da la mayoría de edad –Kant dixit-.
- Espiritualidad de escucha y discernimiento, o sea, de oración y estudio.
- Espiritualidad alimentada por la Teología, como aproximación a lo que Dios quiere que sea la persona humana, Teología, pues, que ahonda en el ser de Dios según el se revela, pero para ver cómo bajo la mirada de Dios se ha de realizar su plan sobre el ser humano: teología, pues, que es antropología. Una espiritualidad que a la hondura del pensar y discernir se une la mística del afecto, del amor: caritas veritatis, amar la verdad, amar a quien se la muestra –predica-. Como ejemplo se presenta a santo Tomás de Aquino, el gran teólogo que fue doctor en humanidad, como le definió Juan Pablo JJ, el gran místico que carga de afecto la verdad.
- Espiritualidad de adoración, como sentimiento primero de expresión de fe, según nos enseñan los entendidos en la fenomenología del hecho religioso.
- Espiritualidad comunitaria: no hay espiritualidad dominicana si al verse ante el Otro, no se ve junto con el otro, como parte esencial de su ser y de su actuar.
Esas actitudes permiten la espiritualidad de verdadera predicación, que por una parte exige como hizo Santo Domingo estar donde es necesario proclamar la Palabra: hoy con los medios que constituyen el llamado continente del Internet, por ejemplo, es necesario “estar” ahí; pero sin olvidar que no basta el estar, se ha de “ser”, es decir, impregnado por lo que enseña. Y predicación, educación, testimonio oral en los diversos ámbitos como enviado por la comunidad, eclesial, familiar, cristiana, social: no se predica uno a sí mismo, ni de sí mismo, sino desde la comunidad a la que pertenece y le constituye. Los dominicos entendemos que “en la dulzura de la comunidad buscar la verdad” y luego desde la comunidad proclamarla.
Resumen de una conferencia pronunciada por fr. Juan José de León Lastra en el 2016 en Salamanca.
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