Misión

Fr. Jesús Espeja Pardo O.P.

En realidad no hay más que una espiritualidad cristiana: realizar la existencia con el espíritu de Jesucristo. Pero entre las formas de llegar a ser cristianos está la vida religiosa dominicana. Con frecuencia y con razón se hace notar el talante democrático en el funcionamiento de nuestra Orden; pero quizás no siempre se ahonda en lo que implica ese calificativo. Se inspira en la misión, fomenta que el individuo sea él mismo y supone interpretar la comunidad como sacramento de la comunión en el mismo Espíritu. El carisma dominicano articula misión, crecimiento de las personas y vida comunitaria en un dinamismo que sólo se puede vivir en un clima de contemplación con ojos abiertos sobre la realidad de cada día. Esa integración no es fácil, pero puede ser un buen indicativo para una renovación de la Iglesia que hoy busca nuevos caminos de misión, cuando los justos reclamos de la modernidad –autonomía y libertad– están a flor de piel y la comunidad corre peligro de sucumbir por el individualismo.

Mc 3,13 es una buena referencia para situar nuestro carisma. Jesús llamó a los que quiso para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar. El fin es predicar, que implica una fe testimoniada. Para eso hemos sido vocacionados cada uno y somos convocados, vivimos en comunidad. Apasionamiento por la misión, conciencia de ser llamados y convocados, son dimensiones de la única experiencia o encuentro personal y comunitario con Jesucristo que llamamos fe cristiana. Domingo de Guzmán abrazado al Crucifijo es símbolo muy elocuente.  

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