Fr. Jesús Espeja Pardo O.P.
La vida común es una cualidad esencial de nuestro carisma dominicano. Somos vocacionados y “con-vocados”; tan importante es la vocación como la convocación. El fraile predicador ha de ir madurando cada vez más en esta convicción que sólo encuentra fundamento sólido en una inspiración teologal: porque sólo hay un Padre que nos hace hijos, el otro es mi hermano querido en todas las circunstancias y a pesar de todo. Sólo con esta visión de fe se puede vivir la necesaria pluralidad que, al dar relieve al individuo, conlleva nuestro carisma y, según nuestras Constituciones, es condición “para que cada convento sea de verdad una comunidad de hermanos”. Al sentirnos convocados, nos recibimos unos a otros “como miembros de un mismo cuerpo”, donde la singularidad de cada uno significa complementariedad de todos.
Según las Constituciones, “entre nosotros la comunión se funda, se construye y se consolida en aquel mismo Espíritu en el que de Dios Padre recibimos al Verbo en una sola fe, lo contemplamos con un solo corazón y lo alabamos con una sola voz”. Luego la comunidad reunida y en tarea de discernimiento tiene una densidad teologal. Cimentada en la unidad de la fe, de la oración y de la celebración eucarística, la comunidad en búsqueda sincera de su identidad apostólica, es sacramento de comunión y refleja la unidad que, gracias al Espíritu, hay entre los corazones de los frailes. Esta visión sacramental de la comunidad como lugar teológico donde habla el Espíritu, implica su carácter teologal y explica el procedimiento en nuestra legislación para nombrar superiores.
La comunidad dominicana no se rige por la mayoría silenciando a los disconformes, sino por el empeño de llegar a un parecer unánime mediante un intercambio fraterno. Para caminar juntos hacia esa unanimidad, el superior puede prestar un gran servicio dando información fiel y completa en cada caso y suscitando el saludable debate para, juntos, descubrir la voluntad de Dios, y así lograr la unanimidad necesaria. Un proceso democrático que, si bien a la corta no es muy eficaz, tiene mayor inspiración evangélica que cualquier dictadura por eficaz que sea.
Ahora se comprende bien el procedimiento democrático y el carácter temporal de los cargos encomendados para ejercer la autoridad. Todos los frailes por sí mismos, o por sus delegados, eligen al superior del convento, al prior provincial y al maestro de la Orden. Y estos ministerios tienen duración limitada, para salvaguardar la consistencia de los individuos y de las comunidades, evitando cualquier abuso de autoritarismo.