LXXXII sucesor de Santo Domingo en el gobierno de la Orden, entre los años 1962-74. A él le correspondió dirigir la Orden durante el Concilio Vaticano II, y las iniciales reformas subsiguientes. Promulgó el nuevo L. C. O. Presentamos ahora un texto suyo relativo a la predicación dominicana en tiempos de cambio.
La Orden ha sido fundada con el fin de evangelizar el mundo tal como se encuentra, en continua gestación de sí mismo. Cerrar los ojos sobre lo que sucede, ceder a un sentimiento de miedo, no afrontar abiertamente estas cuestiones, sería una infidelidad al espíritu de Santo Domingo. Especialmente en los momentos más importantes de la historia de la Orden, este espíritu ha sido revivido por muchos de nuestros hermanos como contemporáneos conscientes de la situación del mundo en que vivían, permitiéndoles ser testimonios eficaces del Evangelio. Por no citar más que algunos, cuyos centenarios nos preparamos a celebrar, ahí están Santo Tomás de Aquino y Fr. Bartolomé de las Casas, grandes genios porque han sido, en gran parte, hombres de su tiempo. Lo que equivale a decir que sin una toma de conciencia de nuestro propio tiempo es imposible anunciar la Palabra de Dios en un lenguaje -de palabras, pero también de vida- que nuestros contemporáneos puedan entender.
Lenguaje de la vida: vivir de un modo que sea significativo para los que nos ven y ejemplar para nuestros hermanos, -ya se trate de nuestra vida comunitaria, de los consejos evangélicos que hemos profesado, de la celebración de la Liturgia de las Horas, de la oración privada, del estudio o de la observancia regular (Const. Fund. § IV).-
Lenguaje de las palabras: Es la manera de presentar el mensaje evangélico para que sea entendido sin que pierda su identidad. Se plantea a este propósito el modo de actuar, y de una manera más general el problema de las prioridades apostólicas.