Los grandes pintores hablan más con los pinceles y colores que con las palabras. Fray Juan Angélico de Fiésole, más conocido como Beato Angélico, es uno de ellos. El Papa Pío XII comenta así su predicación:
“La exposición que hace de los temas es sencilla y lineal, modelada al estilo de los mismos evangelistas. Sus personajes revelan siempre una intensa vida íntima, que transfigura los rostros, los gestos, sus actitudes. Narrando y describiendo al pueblo los misterios divinos se manifiesta como el atento “predicador” tal como realmente lo es: busca provocar en un primer momento por los elementos descriptivos y decorativos una admiración inmediata, para a continuación, hablar serenamente a la intimidad de las almas. Por una parte busca inculcar las verdades de la fe, persuadiendo los ánimos con las formas su de belleza; por otra parte se propone inducir a los fieles a la práctica de las virtudes cristianas, proponiendo modelos amables y atrayentes. Por esta segunda finalidad su obra se transforma en un mensaje perenne de cristianismo viviente, y a la vez, también, un mensaje profundamente humano que se apoya sobre la fuerza , trascendente al hombre, de la misma religión. Por esta fuerza todo hombre que se pone en contacto directo con Dios y sus misterios, se transforma a semejanza de Dios en su santidad, belleza y bienaventuranza: se hace, pues, un hombre que refleja el designio original de Dios sobre él. El pincel de Fray Angélico da vida de este modo a un tipo de hombre-modelo, no diverso de los ángeles, en el cual todo es equilibrado, sereno y perfecto: es el modelo de hombres y de cristianos, quizá poco frecuente en las actuales condiciones de vida terrena, pero que deben ser propuestos como modelos a la imitación del pueblo.”