Es el primer sucesor de Santo Domingo en el gobierno de la Orden Dominicana. En los quince años que rigió la Orden como Maestro General (1222-1237) multiplicó el número de frailes y conventos: de 30 a 300 y de 300 a 3.000 respectivamente. Fue el gran suscitador de vocaciones.
“Muchas veces os he dicho que las mortificaciones corporales valen para bien poco y que es muy fácil pasarse de la justa medida en las vigilias, en las abstinencias y en las lágrimas. En cambio, en la virtud, como la humildad y la paciencia, la benignidad y la obediencia, lo mismo que la caridad y la modestia, nunca pueden crecer demasiado. Por eso os exhorto que abundéis más en todas. Porque habéis de saber que en esta vida nada hay tan perfecto que no pueda perfeccionarse cada vez más, hasta que lleguemos felizmente a donde no hay nada defectuoso, donde cada uno seremos colmado de tan gran perfección que no necesitemos más, ya que nuestra suficiencia vendrá de Dios o, mejor, será sobreabundantemente el mismo Dios que será todo en todos, laudable y glorioso por los siglos de los siglos. Amen.”
(Carta de Sor Diana)