Entre las figuras de este siglo que termina, destaca el P. Lebret, baluarte de una espiritualidad militante enraizada en la categoría de solidaridad a la que ve como un acto político de la misericordia. Autor del primer borrador de la Populorum Progressio, llevó hasta los confines del mundo la urgencia del desarrollo como nuevo nombre de la paz, a la que entregó día a día su vida, como testimonia su misma oración:
“Hay hoy demasiados sabios, demasiados prudentes.
Siempre calculando, siempre midiendo.
¡Pensad que pasaría si tuvieran que romper con su mundo,
si sus padres supiesen que nunca alcanzarían una posición honorable,
si tuviesen, aunque fuese por poco tiempo, que vivir en la inseguridad!
¡Oh Dios! Envíanos locos,
de los que se comprometen a fondo,
de los que se olvidan de sí mismos,
de los que aman con algo más que con palabras,
de los que entregan su vida de verdad y hasta el fin.
Danos locos, chiflados, apasionados,
hombres capaces de dar el salto en la inseguridad,
hacia la creciente incertidumbre de la pobreza;
que acepten diluirse en la muchedumbre anónima
sin pretensiones de colgarse una medalla,
no utilizando sus cualidades mas que en provecho de sus gentes.
Danos locos Señor,
locos del presente,
enamorados de una forma de vida sencilla,
liberadores eficientes de los que no cuentan para nadie,
amantes de la paz,
puros en su corazón, resueltos a nunca traicionar,
capaces de aceptar cualquier reto,
de acudir donde sea,
libres y obedientes,
espontáneos y tenaces,
tiernos y fuertes.”
Fundador en 1941 del movimiento Economía y Humanismo nos presenta también este texto, viva expresión de la compasión dominicana.
“Amadlos hasta que no podáis soportar que sean tan infelices... Vuestro papel no puede ser sólo el de consolarles abandonándolos en sus necesidades cuando vosotros tenéis cubiertas las vuestras... La falta de higiene en sus casas, su dieta defectuosa, la pésima educación de sus hijos, sus huidas hacia adelante, es necesario que todo lo que les empobrezca os desgarre a vosotros mismos”.