Inspirado representante de la espiritualidad renacentista, nos ofrece en su “Guía de pecadores” este comentario ante la muerte de los justos:
“Los justos no tienen por qué temer la muerte, antes mueren alabando y dando gracias a Dios por su acabamiento, pues en él acaban sus trabajos y comienza su felicidad. Y así dice San Agustín sobre la epístola de San Juan: el que desea ser desatado y verse con Cristo no se ha de decir de él que muere con paciencia, sino que vive con paciencia y muere con alegría.
Así que el justo no tiene por qué entristecerse ni temer la muerte; antes con mucha razón se dice de él que muere cantando como cisne, dando gloria a Dios por su llamamiento. No teme la muerte porque temió a Dios, y quien a este Señor teme, no tiene más que temer. No teme la muerte porque temió la vida; porque los temores de la muerte efectos son de mala vida. No teme la muerte porque toda la vida gastó en aprender a morir y en aparejarse para morir; y el hombre bien apercibido no tiene porque temer a su enemigo. No teme la muerte porque ninguna otra cosa hizo en la vida sino buscar ayudadores valedores para esta hora, que son las virtudes y buenas obras. No teme la muerte porque tiene al juez granjeado y propicio para este tiempo con muchos servicios que le ha hecho.
Finalmente no teme la muerte, porque al justo la muerte no es muerte, sino sueño; no muerte sino mudanza; no muerte sino último día de trabajos; no muerte sino camino para la vida y escalón para la inmortalidad; porque entiende que después de la muerte pasó por el veneno de la vida, perdió los resabios que tenía de muerte y cobró dulzura de vida.”