En la primera mitad del siglo XVII transcurre la vida de Fray Francisco de Capillas, Protomártir de China, a donde llegó a la misión de Fogán en 1642. Seis años más tarde inmolará su vida en testimonio de su fe. De su permanencia en la cárcel es la siguiente carta al P. García, testimonio vivo de la alegría en el sufrimiento, en la que comparando su cuerpo con un borriquillo dice:
“Ahora, por estar matado en las traseras, vengo con él en lo que quiere; pero en estando bueno, pardiez que le tengo que echar la carga de buena manera; no sea que se haga perezoso y, cuando le quiera otra vez zurrar la badana, respingue.
¿Qué tenéis envidia, viejo? Vuestro San Martín os vendrá, como a mí me ha venido este año en su octava.
Regoldorios, pocos hay, pero hay conformidad, a Dios gracias... El Señor haga de su hostia lo que quiera: si quiere tenerme aquí toda la vida, estaré muy contento, y si quiere llevarme consigo, estaré más.... No tengo a esta cárcel por tribulación por estar en ella como si estuviera en la iglesia; pero por ser de suyo motivo de sufrimientos, por eso el Señor se acerca más. Estoy aquí como en San Pablo de Valladolid, sin que me tire nada y con mucho gusto, por saber que estoy aquí por Jesucristo.”