Actual y enjundiosa resulta la reflexión que sobre la justicia hace la santa al senador de Siena Andrés Cavalcabuoi.
“Creo que nadie puede poseer esta virtud si antes no vive santamente, apartándose del amor propio, del amor a sí mismo, y de todo placer humano. Por eso procura agradar a los mundanos y no se preocupa de agradar a Dios. En él no puede existir la justicia por no poseerla él, como queda dicho. Por tanto injustamente, llega a ser devorador de la carne del prójimo por avaricia, deseo de dinero o por ruego de los hombres. Por eso vemos muchas veces que éstos observan la justicia solamente con los pobres, lo cual frecuentemente es injusticia, pero no con los grandes, o sea, con los que tienen algún poder. Todo viene del amor propio y de agradarse a sí mismo. Por no ser justo, no posee la verdadera y santa justicia. No pone la mirada en la ciudad de su alma sino sólo en el cuerpo miserable, buscando únicamente cómo puede gozar, empleando el tiempo lascivamente, lleno de soberbia, pompa y vanidad, todo lo cual le causa la muerte. Pero a la pobrecita alma que debe ser templo en el que Dios more por la gracia, la ha convertido en templo del demonio a cuyas manos la entrega y la ha entregado y sometido por el pecado, que es la nada.
Como no pone la mirada en sí, nunca la pondrá sobre la ciudad temporal de la que fuese señor. Por eso no atiende al bien universal sino únicamente a sí mismo o al bien particular, que es su propio placer o el provecho que le proporcione.”