Cuarto sucesor de Santo Domingo de Guzmán como Maestro General de la Orden de los Frailes Predicadores dejó una producción literaria amplia y variada en la que se trasluce una preocupación intensa por los problemas de su tiempo y de la iglesia. Presentó al Capítulo General de la Orden la obra completa de la "Liturgia dominicana": una auténtica joya artística y litúrgica.
Cómo debe ser la obediencia:
“Para que vuestra obediencia sea agradable a Dios todopoderoso, procurad que sea pronta sin dilación; devota sin desdén; voluntaria sin contradicción; sencilla sin discusión, ordenada sin desviación, alegre sin turbación, fuerte sin pusilanimidad; universal sin excepción y perseverante sin interrupción.”
Sobre la utilidad de la pobreza:
“Conformaos, hermanos carísimos, con una vida pobre. Rechace vuestro corazón los bienes pasajeros. Si tenéis con vosotros a Cristo, sois ricos, aunque carezcáis de todo lo temporal; y sin él, seréis pobres y necesitados, aun poseyendo todas las riquezas del mundo. Sea él vuestro tesoro, ya que sólo él puede llenar los deseos de vuestro corazón, y sin él todo terreno es vaciedad. Por lo mismo, si por la pobreza pasáis hambre, sed o desnudez, y si habéis de soportar incomodidades, sea él quien con su inmensa dulzura compense sobradamente todas las incomodidades que por él abandonasteis.”
Tres modos de incontinencia:
“De tres modos se puede pecar contra la castidad: con el pensamiento, con el placer satisfecho y con el consentimiento y complacencia en la tentación. La Sagrada Escritura nos presenta figurativamente los tres cuando, al narrar el pecado de nuestros primeros padres, hace intervenir en escena a tres personajes: la serpiente, la mujer y el hombre. (Gen.3,1ss.) Sea, pues, nuestro corazón por medio de la castidad, trono de marfil, lecho florido, fuente límpida, huerto cerrado, paraíso ameno, arca decorada interior y exteriormente, y un frasco lleno con la fragancia de las virtudes.”
(Carta a los religiosos sobre los tres votos)