“Estos textos brotaron en horas en que yo deseaba desaparecer, en momentos intensos en que desaparecía. Sólo cuando se desaparece hay encuentro verdadero. Y uno se vuelve nadie. Sin saber de dónde viene; sin saber hacia dónde va. Siendo nadie, sólo nada. Tan sólo yendo al ahora. El silencio era entonces lo original, lo primitivo, lo artesanal. Él se convertía y me convertía en lo peatonal, en la calle, en la vida del ahora.
Y el silencio dejaba que el adentro fluyera, saliera fuera. Lo que me estorbaba era el ego, el impulso, la tendencia a la superficialidad, a esa periferia que nos vuelve opacos y ensombrece en lugar de dejar pasar la luz. El ego oscurece el mundo. El silencio es luz del mundo, clarividencia del cosmos” (Cosecha, 17).
“Cada día me vuelvo más y más consciente de que soy un extraño en tierra extranjera, a todo, salvo al silencio, salvo a la luz, salvo al viento, salvo a las estrellas, salvo a la luna, salvo a los seres. Más y más extraño a las palabras. El diccionario, el vocabulario del silencio es el río, la montaña, el valle, el mar, el bosque. Extraño a todo lo que contamina la mirada de esta existencia frágil” (Posada, 9-10).