Aislamiento de la Iglesia
En el siglo XIX la Iglesia enfrentó el aislamiento y el anticlericalismo por el enfrentamiento político y social y fomentó el cuidado de los desfavorecidos
Los católicos se encontraron ante una situación muy complicada ya que los partidos liberales, que luchaban por la libertad y la democracia, a su vez, atacaban de forma brutal a la Iglesia. Por ello, ésta consideró que lo más oportuno era aliarse a la débil aristocracia que sobrevivió tras la Restauración, a la alta burguesía y a los partidos políticos conservadores.
Con ello pretendía no sólo defenderse, sino lograr el orden social y político que ella consideraba que mejor se adaptaba al Evangelio. Aunque a nivel de personas o comunidades particulares hubo casos en los que la Iglesia logró adaptarse bastante bien a las nuevas circunstancias, todo parece indicar que, como institución, más que adaptarse, la Iglesia optó por permanecer anclada en el pasado prerrevolucionario.
Esto condujo a la Iglesia a un aislamiento tanto intelectual, pues muchos pensadores no aceptaron su postura, como social, ya que los cada vez más numerosos y empobrecidos trabajadores –que formaban la clase obrera– se echaron en manos de las nuevas fuerzas políticas que iban surgiendo y que dieron lugar al comunismo, que era un acérrimo enemigo de la Iglesia. Éste acusaba al cristianismo de ser el «opio del pueblo», porque, según él: en vez de luchar por el bien de los trabajadores, el cristianismo «adormece» su conciencia hablándoles de un supuesto «cielo» situado en el más allá, al que irán después de morir si son dóciles al poder capitalista.
¿Cómo influyó el romanticismo en la visión y las prácticas de la Iglesia durante el siglo XIX?
Pues bien, dada esta situación de aislamiento político, intelectual y social que la Iglesia vivía en el siglo XIX, ésta optó por reforzar sus convicciones. Sumándose al romanticismo, movimiento sentimentalista que surgió en Europa como reacción al racionalismo ilustrado, la Iglesia soñaba nostálgicamente con la vuelta al esplendor religioso que, supuestamente, se vivía en la Edad Media. No es casualidad que en esta época se construyesen muchas iglesias y conventos en estilo neorrománico y, sobre todo, neogótico; o que algunas Órdenes intentasen recuperar antiguas observancias religiosas, a veces de forma exagerada.
También la Iglesia reforzó al máximo la figura del Papado, pues en el periodo revolucionario pasó por muy malos momentos y, posteriormente, los partidos liberales se opusieron a él. Ello dio lugar a un movimiento llamado ultramontanismo, cuyo máximo logro fue definir como dogma la infalibilidad y el primado del Papa, lo cual tuvo lugar en el Concilio Vaticano I (1869-1870).
¿Por qué la Iglesia adoptó una postura antiliberal?
La Iglesia también optó en el siglo XIX por tomar una postura claramente antiliberal, pues las fuerzas políticas que más la atacaban eran los partidos liberales. Pero, como ya hemos dicho, son ellos los que defendían la democracia y la libertad, por eso hubo personas dentro de la Iglesia que pugnaron por establecer nexos de unión con ellos.
La Santa Sede rechazó su postura, de tal forma que en 1864 el Papa beato Pío IX (1792-1878) publicó el Syllabus, un documento en el que aparecían una colección de errores liberales que había que evitar.
Además, el Papa León XIII (1810-1903) restauró el tomismo como el sistema teológico de la Iglesia, intentando así dotarla de una buena base teológica que le permita sobrellevar esos malos tiempos. Dio lugar al neotomismo, pues el pensamiento de santo Tomás se vio sesgado y recortado.
¿Cuál fue el papel de la Iglesia en el cuidado de los más desfavorecidos?
Pero, llegado el siglo XX, la Iglesia tuvo que afrontar un conflicto mucho peor contra el comunismo, pues éste persiguió y mató a miles de cristianos allí donde consiguió hacerse con el poder.
A pesar del aislamiento y del anticlericalismo que sufría la Iglesia, fue ella la que se ocupó del cuidado de los más desfavorecidos en esta época. Muchas Congregaciones y Movimientos eclesiales se volcaron en crear buenos colegios, hospitales, orfanatos y residencias de ancianos en los barrios más pobres, pues los Estados no eran capaces de proporcionar tales servicios.
La caridad fue uno de los elementos más significativos de la espiritualidad cristiana de este periodo de la historia. Asimismo, aprovechando la expansión colonialista de algunos Estados europeos, los Institutos religiosos enviaron misioneras y misioneros por todo el mundo.