El periodo carolingio y el feudalismo / siglos VIII-X
Con Carlomagno Europa occidental pasó a ser espiritualmente benedictina. Pero el feudalismo posterior afectó negativamente a la calidad espiritual.
Tres siglos después de la caída del Imperio Romano, surgió en Europa occidental el Imperio Carolingio, que estableció una estrecha relación con la Iglesia y acometió dentro de ella una serie de importantes reformas que afectaban al clero, la liturgia y, sobre todo, a la vida religiosa, pues obligó a todos los monasterios a tomar la Regla de san Benito. Esta Regla también se impuso en otros reinos con el apoyo del Papado. Así, Europa occidental pasó a ser espiritualmente benedictina. Esto fue un regalo venido del Cielo, pues esta espiritualidad ayudó mucho al pueblo fiel a vivir el Evangelio, en unos tiempos en los que estaban en auge diversas religiosidades de origen pagano.
¿Cuál fue el papel de la Iglesia en el Imperio carolingio?
En la segunda mitad del siglo VIII surgió en el centro de Europa el Imperio Carolingio. Su máximo exponente es Carlomagno (742-814), quien comenzó a conquistar territorios en el año 772 y, guerra a guerra, acabó haciéndose con el control del centro de Europa y el norte de Italia. Además de consolidar su Imperio, impuso un sistema de gobierno cesaropapista en el que el poder civil tenía un gran control sobre el ámbito eclesiástico. Carlomagno consideraba que su potestad de emperador le había sido otorgada por gracia de Dios y, por tanto, era sagrada. En consecuencia, creía que debía intervenir en los asuntos eclesiásticos, salvo en aquellos puramente sacerdotales, que reservaba para el Papa y el clero. Lo mismo pasaba, aunque en menor escala, con el resto de la nobleza: se pensaba que tenía estatus sagrado y la potestad necesaria para intervenir en los asuntos eclesiales de sus territorios.
Dada esta confusión de poderes, se consideraba que la Iglesia y el Imperio eran casi lo mismo, de tal forma que a aquellos que atentaban contra la Iglesia se les perseguía como a enemigos del Imperio. Pues bien, esta mentalidad que sacralizaba la nobleza y establecía un fuerte vínculo entre el ámbito civil y el eclesial perduró muchos siglos, influyendo en la espiritualidad cristiana.
Por otra parte, el Imperio Carolingio impulsó la cultura, que llevaba tres siglos en un penoso declive. Así, Carlomagno se rodeó en la corte de Aquisgrán de los grandes pensadores del Imperio, lo cual supuso un cierto renacimiento cultural, destacando por la recopilación y traducción de textos antiguos.
Como venía pasando desde el siglo V, apenas se desarrolló nueva teología, sino que el estudio de ésta se limitó a reproducir lo que dicen las Escrituras y los Padres de la Iglesia. Los principales centros de enseñanza teológica se situaban en los monasterios, donde primaba el estudio meditativo mediante la lectio divina. Y por otra parte, la mayoría del clero apenas sabía leer lo necesario para celebrar los sacramentos.
El fin del periodo carolingio y el inicio del feudalismo
Cuando murió Carlomagno y el cargo de emperador lo tomó su hijo Luis el Piadoso (778-840), comenzó la decadencia del Imperio debido a la lucha sucesoria, que provocó tres guerras civiles. En el Tratado de Verdún (843), los hijos de Luis el Piadoso se repartieron el territorio en tres partes. Y en el tratado de Mersen (870) se realizó una nueva partición dando fin a la época carolingia.
La división del Imperio provocó su debilitamiento militar y ello, a su vez, propició que aumentara el número y la contundencia de las incursiones de algunos pueblos bárbaros, sobre todo húngaros, procedentes de Asia, y vikingos, procedentes de Escandinavia. Ante esta situación de peligro y descontrol, cada pequeño territorio –o «feudo»– tomó una gran autonomía política y militar con el fin de gobernarse y defenderse por sí mismo. En consecuencia, el territorio europeo se dividió en numerosos feudos, dando lugar así a la época feudal.
España no formaba parte del Imperio Carolingio. Había sido invadida por los musulmanes en el año 711 y poco después, en el 722, los cristianos comenzaron la lenta Reconquista desde el norte, en la zona de Asturias. Desde entonces se hicieron normales las incursiones musulmanas en territorio cristiano y viceversa. Con el paso del tiempo, ambos bandos se dividieron en varios reinos que, a su vez, luchaban entre sí.
¿Quedó la Iglesia en manos de los señores feudales?
El feudalismo supuso una mayor ruralización social y económica de Europa. Las ciudades, que eran pocas y pequeñas, perdieron influencia frente al campo, lo que hizo que el sistema de vasallaje y servidumbre estuviese en su máximo apogeo. Por otra parte, ante esta situación política, la Iglesia diocesana quedó en manos de los señores feudales, que podían situar a sus parientes en altos cargos eclesiales: abadesas, abades, obispos o párrocos. El mismo Papado estaba en manos de las grandes familias romanas. Todo ello repercutió en la calidad espiritual de los religiosos, el clero y el pueblo fiel.
Pero ello no impidió que la Iglesia siguiese evangelizando las regiones paganas. Llegado el año 1000, casi toda Europa ya era «oficialmente» cristiana, ya que todos sus reinos habían adoptado el cristianismo como religión oficial. Los últimos en cristianizarse fueron los escandinavos, cuya evangelización se produjo entre los siglos VIII y XIII. Como ya sabemos, en esto tuvieron un papel muy importante los monjes, pues son ellos los que fueron cristianizando las vastas zonas rurales. De modo complementario, las comunidades de monjas ayudaron a evangelizar con su presencia y testimonio los pueblos y ciudades.