Escuela francesa de espiritualidad
Escuela Francesa de espiritualidad enfatiza la centralidad de Cristo con S. Francisco de Sales, Pierre de Bérulle y Luis Lallemant como autores destacados.
Tras el gran florecimiento espiritual en la España del siglo XVI, en Francia se desarrolló una escuela de espiritualidad que se centró en la profunda experiencia de Jesús, ante quien el creyente, tras ser redimido, debía anonadarse para que Cristo lo fuese todo en su vida.
No sólo se apoyaba en la Escuela Española de espiritualidad, también fue decisivo el retorno a las Escrituras y la patrística que se vivió en esta época en la Iglesia francesa. Fruto de este movimiento, las Órdenes clásicas se renovaron espiritualmente, y surgieron nuevas Congregaciones.
Los autores más destacados de la Escuela Francesa son: san Francisco de Sales (1567-1622), el cardenal Pedro de Bérulle (1575-1629) y el beato Luis Lallemant (1587-1635), de los que hablaremos a continuación. También son importantes el ya citado san Vicente de Paúl, san Luis María Grignion de Monfort (1673-1716) –fundador de la Congregación de Hermanas de la Sabiduría y de la Compañía de María–, san Juan Bautista de la Salle (1651-1719) –fundador de la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas– y santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), gran promovedora de la devoción al Corazón de Jesús.
¿Qué caracteriza a San Francisco de Sales?
Nació en Francia cerca de Suiza. Estudió en París en un colegio de jesuitas y después derecho y teología en París y Padua. Se ordenó sacerdote con 26 años. En 1594 fue enviado a una zona dominada por calvinistas, en la que desarrolló una difícil pero exitosa actividad pastoral. Con 35 años fue nombrado obispo titular de Ginebra, desempeñando una activa labor apostólica y espiritual. Fundó la Orden de la Visitación en 1610.
Sus dos grandes obras espirituales son:
- Introducción a la vida devota (1608, 1619) que tuvo un gran éxito por su carácter divulgativo
- Tratado del amor de Dios (1616), que es un magnífico tratado de espiritualidad
En ellas promueve el humanismo devoto, que se centra en la ascesis moderada y el seguimiento del Evangelio. Esto influyó mucho en la Iglesia francesa y sirvió para contrarrestar los excesos jansenistas. Por todo ello ha sido nombrado Doctor de la Iglesia.
Así explica en el Tratado del amor de Dios qué es la teología mística y cómo se diferencia de la teología especulativa:
«Por eso oración y teología mística son una misma cosa. Se llama “teología” porque, como la teología especulativa, tiene a Dios por objeto; ésta no trata más que de Dios; pero con tres diferencias, pues, primero, aquélla considera a Dios en cuanto Dios, y esta habla de Él en cuanto soberanamente amable, es decir, aquélla estudia la divinidad de la Bondad suprema, y ésta la suprema bondad de la Divinidad; segundo, aquélla versa sobre Dios con los hombres y entre los hombres, y ésta mira a Dios consigo mismo; aquélla tiende al conocimiento de Dios, y ésta busca el amor de Dios; la una saca alumnos instruidos, doctos y teólogos; la otra los forma ardientes, afectuosos, amantes de Dios, Filoteas o Teótimos. Llámase “teología mística” porque la conversación es completamente secreta; entre Dios y el alma todo se dice de corazón a corazón, mediante comunicación ajena a todos los que no la viven. El lenguaje de los amantes es tan particular que sólo ellos lo entienden: “Yo duermo –dice la Esposa divina– pero mi corazón vela y mi Amado me habla” [Cant 5,2]» (Libro VI, 1).
¿Cómo influyó el cardenal Pierre de Bérulle en la espiritualidad francesa?
Se ordenó de sacerdote con 24 años y con 27 hizo los ejercicios espirituales ignacianos, lo que le movió a centrar su experiencia espiritual en Cristo. Introdujo el Carmelo teresiano femenino en Francia en 1604, y en 1611 fundó en Francia la comunidad sacerdotal del Oratorio, inspirada en la de san Felipe Neri (1515-1595). En 1627 fue nombrado cardenal, y con 54 años falleció súbitamente celebrando la Eucaristía.
Su pensamiento influyó mucho en la espiritualidad francesa. Según Bérulle: «En primer lugar hay que mirar a Dios y no a sí mismo y no obrar por miramiento y búsqueda de sí mismo, sino por la mirada pura de Dios» (Obras de piedad, XI). Este autor se centra fundamentalmente en Cristo, a quien debemos adorar y ante quien debemos anonadarnos, es decir, desaparecer. Esto lo muestra muy bien en su obra Elevación sobre la gracia de Dios en María Magdalena (1627), en la que comenta maravillosamente cómo María Magdalena se humilla ante Jesús y se identifica con Él en varios pasajes evangélicos.
En su obra Discursos sobre el estado y las grandezas de Jesús (1623), hablando del Hijo de Dios, nos dice:
«Nosotros, a imitación suya y siguiendo su ejemplo, anonadados ante misterio tan excelso, que vuelve muda toda elocuencia, deberíamos encontrar otra manera de elocuencia, hecha de obras y de acatamiento, alabando, amando y admirando a Jesucristo nuestro Señor con toda nuestra alma y suplicándole que toda nuestra vida no sea sino una devota acción de gracias y perpetuo tributo de homenaje y esclavitud» (Primer discurso, IV, 5).
¿Quién fue el beato Luis Lallemant y cuál fue su contribución?
Siendo rector del noviciado de la Compañía de Jesús en Ruan (norte de Francia), se declaró la peste en la ciudad. Entonces, tras poner a salvo a los novicios, se quedó para atender a los enfermos, muriendo de peste. Aunque no escribió textos espirituales, sus discípulos publicaron las notas que habían tomado de sus pláticas, dando lugar a la obra Doctrina espiritual.
Muy en línea con la espiritualidad ignaciana, Lallemant afirma que la unión con Jesús ha de impulsarnos a servir a los demás, subrayando que la contemplación es la base de la acción. Por ello, es muy importante que el servicio a los demás no perturbe nuestra relación íntima con Cristo. Y si queremos unirnos realmente a Él, debemos conocerle, amarle e imitarle.