Espiritualidad popular

La espiritualidad popular del siglo XIV está marcada por el miedo, devoción a Jesús sufriente, culto al Cuerpo de Cristo y ángeles custodios.


El siglo XIV es una época de sufrimiento y desesperación en la que la espiritualidad popular floreció con una mezcla de miedo y devoción. La peste, la guerra y el hambre generaron sentimientos de culpa y miedo a un castigo divino.

La búsqueda de reconciliación con Dios y los movimientos de flagelantes marcaron este siglo. La devoción a Jesús sufriente, a los ángeles custodios y el crecimiento del culto al Cuerpo de Cristo también caracterizaron este período cómo expresiones espirituales se entrelazaron con la historia del siglo XIV.

¿Cómo vivió la población la peste negra y las guerras?

Ante la trágica realidad que se sufrió en el siglo XIV, con familias enteras que morían víctimas de la peste, la guerra o el hambre, el pueblo fiel vivía con miedo y desesperanza. La gente presentía que esta dura realidad era fruto de un castigo divino. Reinaban los sentimientos de culpabilidad, miedo a la muerte y desprecio por un mundo que generaba tanto sufrimiento. Y muchas personas buscaban desesperadamente reconciliarse con Dios.

¿Cómo surgieron los flagelantes?

Esto hizo que se multiplicasen los movimientos de flagelantes que pedían a Dios que dejase de castigar a su pueblo. Se trataba de grandes grupos de hombres y mujeres que iban de pueblo en pueblo flagelándose, formando grandes hileras de hombres ensangrentados. Su paso por las poblaciones era un acontecimiento espectacular. La gente se agolpaba en las calles para verles pasar y unirse a su dolor y su plegaria.

Presentían que esta dura realidad era fruto de un castigo divino

Crecieron en esta época las Terceras Órdenes y las cofradías, pues muchas personas laicas necesitan integrarse en una comunidad en la que poder compartir su fe y su experiencia de Dios. Proliferaron también diferentes formas de espiritualidad en torno a la muerte y el purgatorio. Y aumentó el número de capillas.

Asimismo, para evitar el castigo del infierno o del purgatorio, la gente buscaba la salvación por medio de indulgencias –que son un acto formal de la Iglesia que disminuye la pena temporal contraída por el pecado– y jubileos –que son una forma particular de indulgencia general o plenaria, recibida en un primer momento por los cruzados, pero que después se extendió a los peregrinos–.

¿Qué es la devoción a Jesús sufriente?

Otra consecuencia de la realidad social y espiritual que se vivía, fue que la imagen de Jesús se hizo más crudamente humana y sufriente, pues eso ayudaba mucho a la gente a sentirse comprendida y acompañada por Él. Por eso en el siglo XIV se multiplicaron las imágenes de Jesús flagelado o muerto en la Cruz.

También proliferaron las consoladoras imágenes de la Piedad, es decir, de María sosteniendo en sus brazos el cuerpo muerto de su Hijo. Siguiendo esta dinámica espiritual aparecieron los Viacrucis, en los que el pueblo acompaña paso a paso a Jesús hasta el Calvario. También se escenificaba públicamente la Pasión del Señor y otros acontecimientos religiosos. Y los belenes de Navidad subrayaban sobre todo lo mucho que sufrió el Niño Jesús al nacer.

El culto al demonio también se extendió

Si bien la imagen de Jesús, cercana y sufriente, suscitaba gran devoción entre el pueblo fiel, el culto a los santos siguió siendo importante. Así, el culto a las reliquias proliferó y se hicieron grandes y suntuosos relicarios que atraían la mirada de la gente. Pero, desgraciadamente, ante tanta pesadumbre y desgracia, había muchos que buscaban encontrar sentido a la desgracia por medio de la creencia en los «malos espíritus», por lo que la brujería tomó un cierto auge.

La devoción a los ángeles custodios

Otros encontraron una falsa escapatoria uniéndose a grupos heréticos que afirmaban que la Iglesia era la culpable de lo que ocurría. El satanismo –o culto al demonio– también se extendió. Pero sobre todo tomó auge el temor al demonio, por lo que proliferaron las devociones que se oponían directamente a él: se trataba del culto a los ángeles, sobre todo al ángel de la guarda –o ángel custodio– que Dios pone a nuestro lado para que nos proteja.

¿Cómo empezó la adoración al santísimo?

Es precisamente en esta época cuando tomó fuerza el culto al Cuerpo de Cristo: el pan consagrado en la Eucaristía, también llamado «Santísimo Cuerpo de Cristo», «Santísimo Sacramento» o simplemente «Santísimo».

Con el tiempo pasó a guardarse en sagrarios

En los siglos I-III, el Cuerpo de Cristo que no era consumido en la Eucaristía se guardaba en la casa de una familia, generalmente en la del obispo, el cual se ocupaba de que fuera debidamente repartido entre los ausentes, enfermos y presos de la diócesis. A partir del siglo IV, habiendo cesado las persecuciones, la reserva del Santísimo se fue solemnizando, de tal forma que con el tiempo pasó a guardarse en sagrarios –o cofres sagrados– situados en lugares especialmente dignos, casi siempre en la sacristía, junto a otros objetos valiosos, como documentos y ornamentos sagrados.

Sabemos que en el siglo XII, o quizás antes, ya había iglesias en las que se guardaba el Cuerpo de Cristo en un altar con el fin de que las reclusas que vivían junto a la iglesia pudiesen rendirle culto. Pues bien, en el siglo XIV este modo de guardar el Santísimo comenzó a generalizarse, de tal forma que se confeccionaron sagrarios especialmente decorados para ser expuestos al culto del pueblo.

¿Cómo evolucionó esta prácticas de adoración al Cuerpo de Cristo?

Tuvo tanto auge esta devoción, que en el siglo XV comenzaron a situarse los sagrarios en el lugar más céntrico y visible de la iglesia: en el retablo del altar mayor, lo cual se universalizó tras el Concilio de Trento (1545-1563) y quedó bellamente plasmado en los retablos barrocos (siglo XVII).

Desde entonces va a ser raro encontrar sagrarios situados en sacristías o en otros lugares. Cuando llegó la reforma litúrgica tras el Concilio Vaticano II (1962-1965), en muchas iglesias el sagrario se emplazó en una capilla lateral especialmente preparada para ello, aunque en otras muchas siguió ocupando un lugar central en el altar mayor.

Por otra parte, en el siglo XIV comenzó la «exposición» pública del Santísimo Cuerpo de Cristo, cuyo culto tuvo su inicio en el siglo XIII, como vimos en el capítulo anterior. Asimismo, surgió la costumbre de la «visita» al Santísimo que las iglesias guardan en su sagrario expuesto al público, y al que el pueblo fiel dedica un íntimo momento de oración.