Órdenes Mendicantes y Redentoras y los beaterios

Cómo surgen las Órdenes Mendicantes y Redentoras que difundieron el evangelio y liberaron cautivos y cómo dieron pie a los beaterios


Las Órdenes Mendicantes llevaron el Evangelio a las calles, practicando una vida de pobreza y predicación itinerante. Las Órdenes Redentoras se dedicaron a liberar a cristianos cautivos. A medida que estas órdenes florecían, también surgían comunidades religiosas femeninas y beaterios que promovían la vida activa y la espiritualidad. Destacaron por su devoción y servicio y marcaron la historia religiosa y social de su época.

¿Cómo surgen las órdenes mendicantes?

El gran modelo a seguir por parte del pueblo fiel eran los nuevos frailes mendicantes que predicaban el Evangelio de un modo pobre e itinerante. Como ya adelantamos en el capítulo anterior, estas Órdenes tomaron la forma de vida activa de las Órdenes militares, pero en vez de salir de los conventos a defender a los peregrinos o a guerrear, lo hacían para predicar. Y no sólo con la palabra, sino también con las obras: mostrando su amor a la gente y compartiendo su pobreza. La Iglesia vio que ése era el mejor método para combatir las herejías y, sobre todo, para extender el Reino de Dios.

¿Por qué se llaman mendicantes?

Se llaman mendicantes porque asumieron una pobreza radical, tanto a nivel individual –lo cual ya practicaban los monjes–, como comunitario, lo que les obligaba a pedir limosna. Dado que los monjes no mendigaban porque vivían de su trabajo en el campo, y que los clérigos tenían prohibido hacerlo pues se mantenían gracias a los diezmos y otras prebendas, la aparición de los frailes mendicantes fue muy impactante para el pueblo fiel. Asimismo destacaban porque anunciaban el Evangelio no sólo en las iglesias, sino también en los hostales, los caminos, las plazas de los pueblos y allá donde fuese necesario.

¿Cómo viven los mendicantes?

Para ellos, si bien el culto divino es importante, lo es más la predicación. Esa es su gran diferencia con los monjes. La legislación que rige a los frailes mendicantes no sólo les permite tener una vida apostólica: les obliga a ello. Su organización interna es, además, mucho más eficaz que la de los monjes. Los conventos mendicantes están agrupados en Provincias, y el conjunto de ellas –es decir, todos sus frailes– está bajo las Órdenes de un superior general.

Asimismo, se preocupaban de estudiar bien la teología, y lo hicieron con tanto empeño, que los grandes teólogos del siglo XIII, que llevaron la Escolástica a su cumbre, fueron frailes mendicantes. Más adelante hablaremos detenidamente de cómo nacieron estas Órdenes y de su espiritualidad.

¿Que hicieron las órdenes redentoras?

Junto a las Órdenes mendicantes surgieron en esta época las Órdenes redentoras, también de vida activa, cuya misión principal era la de rescatar a los muchos cristianos que eran hechos prisioneros por los musulmanes. Tenían dos formas de rescatar a un prisionero:

  • reunían dinero para pagar lo que sus captores pedían por él
  • un fraile se ofrecía para reemplazarle, tomando su lugar en la cárcel

Así, hay antiguos relatos que cuentan cómo los frailes redentores llegaron a formar comunidades dentro de aquellas inmundas cárceles norteafricanas. En ellas –según cuentan– hacían lo posible por orar comunitariamente, celebrar la Eucaristía y realizar los demás actos conventuales. Así se identificaban con Jesús, el cual estuvo encarcelado la noche antes de morir en la Cruz. Actualmente estas Órdenes centran su labor en la pastoral carcelaria y en la liberación de personas que sufren esclavitud.

¿Quiénes fundaron la Orden de los Trinitarios y la de la Merced?

La primera Orden redentora es la Orden de la Santísima Trinidad y de la Redención de Cautivos –los trinitarios–. Fue fundada en 1193 por los franceses san Juan de Mata (1154-1213) y san Félix de Valois († 1212) y fue aprobada por Inocencio III en 1198. Unos años más tarde, y a petición de la Virgen María, el mercader catalán san Pedro Nolasco (1180-1245) fundó en Barcelona, en 1218, la Orden de la Merced –los mercedarios– para rescatar a cristianos que caían en manos de los musulmanes. En 1235 esta Orden fue aprobada por el Papa Gregorio IX (1145-1241).

Monjas, Terceras Órdenes y beaterios

Todas las nuevas Órdenes mendicantes y redentoras desarrollaron su rama femenina, aunque bajo la forma monástica, es decir, dedicadas a la vida contemplativa dentro de la clausura y siguiendo de cerca la espiritualidad de sus fundadores. Hay que esperar a finales del siglo XV para que surjan las primeras comunidades religiosas de vida activa.

Buscaban seguir de cerca la espiritualidad de sus fundadores

Desde los orígenes del monacato ha habido laicos allegados a las comunidades religiosas que recibían de las monjas y los monjes acompañamiento espiritual, compartían su oración comunitaria o escuchaban sus conferencias espirituales. Pues bien, ese fenómeno se reprodujo con gran fuerza en torno a las monjas y los frailes mendicantes y redentores. Dado que aquellos laicos participaban de la espiritualidad de los religiosos, pronto surgió la necesidad de unirse a ellos mediante algún vínculo.

Los primeros que lo hicieron fueron los franciscanos a propuesta del propio san Francisco, en 1221. Surgió así la Tercera Orden, llamada así porque la Primera Orden era la constituida por los Frailes Menores y la Segunda Orden correspondía a las monjas clarisas. Y el resto de las Órdenes asumieron la terminología franciscana. Con el paso del tiempo, se institucionalizaron las Terceras Órdenes dándoles una Regla de vida y un hábito.

¿Cómo surgen los beaterios y las beguinas?

En paralelo a las Órdenes mendicantes masculinas, hubo muchas mujeres que también desearon consagrarse a Dios siguiendo una forma de vida activa o apostólica. Pero dado que no existía esa forma de vida femenina en el seno de la Iglesia, surgieron los beaterios, constituidos por comunidades de laicas que hacían votos privados.

Se ocupaban de niños huérfanos, enfermos y presos

En los beaterios, las mujeres llevaban una devota vida de ascesis y oración. Solían realizar algún trabajo manual para sostenerse económicamente. También realizaban encomiables labores asistenciales, como ocuparse de niños huérfanos, cuidar a enfermos o visitar a presos. Asimismo admitían en su comunidad a viudas desahuciadas, exprostitutas y madres solteras que habían sido repudiadas por sus padres. Muchos formaban parte de una Tercera Orden y se regían según su Regla.

Al frente de los beaterios solía haber una mujer noble o de familia adinerada, y un sacerdote o un fraile se encargaba de su guía espiritual. Pasado el tiempo, algunos se convirtieron en comunidades religiosas. Los beaterios más conocidos son los beguinatos de la zona renana, que se desarrollaron en este siglo, aunque los veremos el próximo capítulo.