Bautismo, Oración y Eucaristía

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Bautismo, Oración y Eucaristía


Meditación sobre el bautismo, la oración y la eucaristía con textos del gran escritor y maestro San Ireneo de Lión, una oración de San Agustín y una catequesis de San Justino


Tres momentos de meditación ofrecemos a nuestros visitantes:

El primero lo dedicaremos a considerar -con textos del gran escritor y maestro San Ireneo de Lión- que la Eucaristía es como arras de la resurrección, en lenguaje espiritual-teológico.

El segundo será como un canto de alabanza al Señor, Dios amor, que se ha derramado en nuestros corazones; y en él escucharemos a san Agustín orando con nosotros.

El tercero tendrá carácter de catequesis espiritual-cristiana. La tomamos de san Justino, y nos recuerda que todos nosotros, renovados por Cristo en el bautismo, estamos consagrados a Dios para siempre.

Pidamos al Señor, mientras compartimos la oración, que todos los hombres, formando un solo corazón y alimentados en la mesa de la Eucaristía, hagamos más feliz nuestra peregrinación por la tierra, camino de la eternidad. Así lo deseamos desde nuestra comunidad dominicana contemplativa de La Piedad, Palencia.

Somos salvados por el cuerpo y sangre de Cristo

Hermano, estamos salvados por el cuerpo y sangre de Cristo.
Somos criaturas amadas de Dios, que nos envió a su Hijo, hecho carne por nosotros.
Todo nuestro ser, alma y cuerpo, conocerá la salvación.
No estamos arrojados a la vida como extraños al amor creador. Somos hijos en el Hijo de Dios.
Vivamos como miembros de su cuerpo, redimidos por su sangre, alimentados en la Eucaristía.

"Si la carne no se salva, dice san Ireneo, entonces es que el Señor no nos ha redimido con su sangre, y entonces el cáliz de la eucaristía no es participación de su sangre, y el pan que partimos no es participación de su cuerpo.

 La sangre nos salva, la sangre que procede de 1as venas y de la carne y de toda la substancia humana. Nos salva aquella substancia que asumió el Verbo de Dios en toda su realidad . Nos redimió con su sangre, como dice el Apóstol: Por su sangre hemos recibido redención, el perdón de los pecados.

 Nosotros somos miembros del cuerpo de Cristo,  y Dios quiere que la creación nos alimente.

Por eso nos ofrece la ayuda de sus criaturas, haciendo salir el sol y dándonos la lluvia según le place.

Porque nos quiere miembros suyos, el Verbo encarnado aseguró que el cáliz, que proviene de la creación material, sea su sangre derramada, con la que enriquece nuestra sangre, y que el pan, que también proviene de esta creación, sea su cuerpo, que enriquece nuestro cuerpo.

Por eso, cuando la copa de vino mezclado con agua y el pan preparado por el hombre reciben la Palabra de Dios, se convierten en la eucaristía de la sangre y del cuerpo de Cristo y con ella se sostiene y se vigoriza la substancia de nuestra carne.

Dijo bien el Apóstol en su carta a los Efesios: Somos miembros de su cuerpo, hueso de sus huesos y carne de su carne. Y esto lo afirma no de un hombre invisible y mero espíritu -pues un espíritu no tiene carne y huesos-, sino de un organismo auténticamente humano, hecho de carne, nervios y huesos; pues es este organismo e1 que se nutre con la copa, que es la sangre de Cristo, y se fortalece con el pan, que es su cuerpo.

El esqueje de la vid, si se deposita en tierra, fructifica a su tiempo; y lo mismo el grano de trigo, cuando cae en tierra y muere, es cuando se multiplica pujante por la eficacia del Espíritu de Dios que sostiene todas las cosas. De ese modo, estas criaturas, trabajadas con destreza, se ponen al servicio del hombre, y después, cuando sobre ellas se pronuncia la Palabra de Dios, es cuando se convierten en la eucaristía, es decir, en el cuerpo y la sangre de Cristo.

Pues, de la misma forma nuestros cuerpos, si se nutren con esta eucaristía y son depositados en tierra, y se desintegran en ella, luego resucitarán a su tiempo, cuando la Palabra de Dios les otorgue de nuevo la vida para la gloria de Dios Padre.

Él es, pues, quien envuelve a los mortales con su inmortalidad y otorga gratuitamente la incorrupción a lo corruptible, porque la fuerza de Dios se realiza en la debilidad".

San Ireneo:
Contra las herejías, 5,2,2-3

 Concédenos, Señor,  la gracia de vivir como miembros de tu Cuerpo, de alimentarnos en la mesa del pan hecho carne y del vino hecho sangre, para que fructifiquemos como semilla de eternidad en la gloria de los hijos del Padre, por Cristo, en el Espíritu. Amén.

Cantemos al Señor el cántico del amor

Si estamos salvados por el cuerpo y la sangre de Cristo redentor, no cesemos en la alabanza y gratitud a Dios Padre que nos ama y nos espera, unidos a Jesús, el Hijo encarnado.

Hermanos, cantemos al Señor, con san Agustín:

"Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles.

Se nos ha exhortado a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. Cantar es expresión de alegría y, si nos fijamos más detenidamente, cantar es expresión de amor. De modo que quien ha aprendido a amar la vida nueva sabe cantar el cántico nuevo. De modo que el cántico nuevo nos hace pensar en lo que es la vida nueva. El hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo: todo pertenece al mismo y único reino. Por esto, el hombre nuevo cantará el cántico nuevo, porque pertenece al Testamento nuevo.

Todo hombre ama; nadie hay que no ame; pero hay que preguntar qué es lo que ama. No se nos invita a no amar, sino a que elijamos lo que hemos de amar. Pero ¿cómo vamos a elegir si no somos primero elegidos, y cómo vamos a amar si no nos aman primero? Oíd al apóstol Juan: Nosotros amamos a Dios, porque él nos amó primero. Trata el hombre de averiguar de dónde le viene poder amar a Dios, y no encuentra otra razón sino porque Dios le amó primero. Se entregó a sí mismo para que le amáramos y con ello nos dio la posibilidad y el motivo de amarle. Escuchad al apóstol Pablo que nos habla con toda claridad de la raíz de nuestro amor: El amor de Dios -dice- ha sido derramado en nuestros corazones. Y, ¿de quién proviene este amor? ¿De nosotros tal vez? Ciertamente no proviene de nosotros. Pues, ¿de quién? Del  Espíritu Santo que se nos ha dado.

Por tanto, teniendo una gran confianza, amemos a Dios en virtud del mismo don que Dios nos ha dado. Oíd a Juan que dice más claramente aún: Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

No basta con decir: El amor es de Dios. ¿Quién de vosotros sería capaz de decir: Dios es amor? y lo dijo quien sabía lo que se traía entre manos.

Dios se nos ofrece como objeto total y nos dice: «Amadme, y me poseeréis, porque no os será posible amarme si antes no me poseéis.»

¡Oh, hermanos e hijos, vosotros que sois brotes de la Iglesia universal, semilla santa del reino eterno, los regenerados y nacidos en Cristo! Oídme: Cantad por mí al Señor un cántico nuevo. «Ya estamos cantando», decís. Cantáis, sí, cantáis. Ya os oigo. Pero procurad que vuestra vida no dé testimonio contra lo que vuestra lengua canta.

Cantad con vuestra voz, cantad con vuestro corazón cantad con vuestra boca, cantad con vuestras costumbres: Cantad al Señor un cántico nuevo.

¿Preguntáis que es lo que vais a cantar de aquel a quién amáis? Porque sin duda queréis cantar en honor de aquel a quien amáis: preguntáis qué alabanzas vais a cantar de él. Ya lo habéis oído: Cantad al Señor un cántico nuevo.

¿Preguntáis qué alabanzas debéis cantar?

Resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. La alabanza del canto reside en el mismo cantor.

¿Queréis rendir alabanzas a Dios?

Sed vosotros mismos el canto que vais a cantar. Vosotros mismos seréis su alabanza, si vivís santamente".

San Agustín:
Sermón 34, 1-3; 5-6.

Renazcamos y seremos iluminados por Cristo

Hermanos, hemos conocido el Amor, pues ha llegado a nosotros como Salvación en Cristo.

A ese Amor que nos ha salvado por inmolación de su cuerpo y sangre hemos de alabar cada día.

Hagámoslo hoy renovando espiritualmente la purificación bautismal cuya luz nos ilumina. Somos unos consagrados al Señor desde nuestra incorporación a Cristo.

 

"Vamos a exponer, dice san Justino, de qué manera nosotros, renovados por Cristo,  nos hemos consagrado a Dios, {y cómo instruimos a quienes aceptan, por fe, los misterios de Dios y de Cristo}

1º. A quienes aceptan y creen que son verdad las cosas  de fe que enseñamos y exponemos, y, además, prometan vivir de acuerdo con estas enseñanzas, los ofrecemos una instrucción y les conducimos al bautismo:

-Primero les instruimos para que oren a Dios, con ayunos, y pidan perdón de sus pecados pasados, y nosotros les acompañamos en la ORACIÓN y en el AYUNO.

-Luego los conducimos a un lugar donde hay agua, para que sean regenerados del mismo modo que fuimos regenerados nosotros, y entonces ellos reciben el baño del bautismo eN el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y de nuestro Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo.

 

2º.Y obramos así, por fidelidad al Señor

Cristo, en efecto, había dicho:

El que no nazca de nuevo, no podrá entrar en el reino de los cielos.

Pero es evidente para todos que no es posible, una vez nacidos, volver a entrar en el seno de nuestras madres {sino que se trata re-nacer a la vida en el amor, gracia, fidelidad, expresados en fe y agua bautismal}

El profeta Isaías había hablado también de ese re-nacimiento, cuando nos dijo de qué modo pueden librarse de sus pecados quienes pecaron y quieren convertirse:

Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras malas acciones.

Cesad de obrar mal, aprended a obró bien; buscad el derecho, enderezad al oprimido, defended al huérfano, proteged a la viuda.

Cuando hayáis hecho eso, venid  y litigaremos, dice el Señor. Aunque vuestros pecados sea como púrpura, blanquearán como nieve; aunque sea rojos como escarlata quedarán como lana.

 Si sabéis obedecer, comeréis lo sabroso de  la tierra; si rehusáis y os rebeláis, la espada os comerá. Lo ha dicho el Señor.

Y los apóstoles explicaron el nacer de nuevo con palabras muy claras:.

-En nuestro primer nacimiento, fuimos engendrados de un modo inconsciente por nuestra parte. Nacimos por una ley natural y necesaria, por la acción del germen paterno en la unión de nuestros padres, y sufrimos la influencia de costumbres malas y de una instrucción desviada.

-En el segundo, por inmersión en el agua, tenemos un nacimiento que no fruto de la necesidad natural, en inconsciencia nuestra, sino un nacimiento de nuestra libre y consciente elección... Y a favor de esa elección es como se pronuncia sobre quienes desean ser regenerados y se convierten de sus pecados, el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, único nombre que invoca el ministro cuando introduce en el agua al que va a ser bautizado.

Nadie, en efecto, es capaz de poner {otro} nombre al Dios inefable; y si alguien se atreve a decir que hay un nombre que expresa lo que es Dios es que está rematadamente loco.

A este baño bautismal lo llamamos "iluminación", para dar a entender que los que son iniciados en esta doctrina quedan iluminados.

También se invoca sobre el que ha de ser iluminado el nombre de Jesucristo, que fue crucificado bajo Poncio Pilato, y el nombre del Espíritu Santo que, por medio de los profetas, anunció de antemano todo lo que se refiere a Jesús".

San Justino:
Primera apología en defensa de los cristianos, c.61

 ORACIÓN:

¡Señor!, tú nos diste la vida y tú eres nuestra luz. Haz que, renacidos en el espíritu, como hijos  tuyos, por la sangre de Jesús, nos mantengamos en actitud de renovación constante para ser cada día más íntimos a tu corazón. Amén.

San Ireneo, San Justino, San Agustín