El Adviento: tiempo para fuertes
Meditación para el inicio del tiempo de Adviento
Y de nuevo, Adviento. Como los ciclos de la vida, también la liturgia de la Iglesia nos ayuda a poner tiempos a nuestra existencia, a mirar con perspectiva y a situar lo que se va terminando y lo que empieza a nacer. Porque empezar un nuevo año litúrgico es una invitación a respirar el aire fresco de la Palabra, siempre nueva; a volvernos al Dios que nos visita en lo pequeño; a prestar oído a nuestro corazón que nos empuja a comenzar una vez más. El Adviento, apoyado en la experiencia histórica de la Encarnación de Jesús, lanza a un futuro que nos llama a más, ¡siempre a más!, y en el que Dios nos espera.
Decimos que empieza un “tiempo fuerte”. Y preparamos todo para gustarlo y aprovecharlo al máximo, como quien emprende una carrera y sueña ya con la meta. Es que un tiempo fuerte requiere personas fuertes, dispuestas a vivir experiencias fuertes, como esas que tantos anhelan…
Lo fuerte del Adviento es la Palabra
Precisamente la que recordamos frágil y tierna en el pesebre de Belén, acurrucada en los brazos de su Madre, porque la fragilidad de Dios es precisamente su grandeza. Volver a la Palabra es permitir que Dios nos siga visitando, que se comunique y dialogue con nosotros a diario, que nos sorprenda y nos abra a nuevas posibilidades, que haga posible el cambio y el reajuste que ahora necesitamos…
Lo fuerte del Adviento es la Esperanza
No la espera monótona o meramente racional del optimismo y de la fantasía más ingenua. La esperanza trastoca nuestros esquemas humanos tan cerrados y cabales y abre este mundo a la intervención de quien lo ama en lo profundo. Volver a la Esperanza es dejar que Dios nos regale un mañana mejor, y sentir que esto ya ha empezado y está siendo una realidad en lo que vivimos. Frente a la rutina monótona de lo que siempre es igual, y a veces peor…
Lo fuerte del Adviento es la humanidad
Quizás porque nadie como Jesús nos la ha revelado con tanta claridad y la ha colmado, en su vida, de tanta plenitud. La Encarnación es una invitación a descubrir en los rostros, los nombres y las vidas que nos rodean el lenguaje más claro de Dios. Volver a la humanidad es apostar por los mejores proyectos que liberan la dignidad, el amor y la justicia, frente a aquellos planes que deshumanizan y destruyen…
Lo fuerte del Adviento es la profecía
Escuchar a los profetas de antiguo es tomar conciencia de que esta melodía sigue presente en la Historia y necesita quienes la rescaten y alcen su voz para interpretarla. ¿Cómo guardar silencio cuando un mundo mejor se está abriendo paso a nuestro lado? Volver a la profecía es pintar de colores este mundo según el plan de su Creador, frente a aquellos que se empeñan en dejarlo oscuro…
Lo fuerte del Adviento es soñar
Dejar la nostalgia del pasado, con sus seguridades, y abrir la vida a una mañana mejor que está llegando. Lo que no se sueña no se cumple. Por eso es urgente entrar en los sueños de Dios para esta humanidad, que se apoyan en las promesas que Él ha hecho a lo largo de los tiempos a los que fueron sus testigos. Volver a soñar es construir grandes proyectos que no se agotan, frente a los que sólo son capaces de ver lo inmediato.
Adviento no es tiempo fuerte: es tiempo para fuertes. Que estas semanas nos devuelvan la riqueza del encuentro con el Dios que, sólo por amor, se ha hecho hombre y camina a nuestro lado.
Para la reflexión personal:
¿Cómo afrontas este tiempo de Adviento? ¿Cómo están tus fuerzas?
¿Cómo vives y quieres vivir tu relación con la Palabra?
¿Qué lugar ocupa en ti la esperanza?
¿Cuál es tu relación con la humanidad, en todas sus/tus facetas?
¿Qué eco despierta en tus oídos la profecía?
¿Hasta dónde te atreves a soñar el sueño de Dios para ti y para otros?
Imagen de Sieger Köder, sacerdote y pintor alemán (1925-2015). Prisionero en la Segunda Guerra Mundial, conoció el sufrimiento y la angustia. Sus obras, cargadas de simbolismo y color, rescatan la complejidad de lo humano y la profundidad de la fe, añadiendo una fuerte carga teológica.
Oración
“Mirad: yo estoy haciendo algo nuevo,
ya está brotando, ¿no lo notáis?” (Is 43, 19)
Lo grande nace en lo hondo.
Porque lo que sólo enraíza en la superficie termina agostándose enseguida.
He conocido la poda.
He visto cómo la sierra y el cuchillo han ido haciendo pedazos mi tronco y mis ramas.
Antes cayeron mis frutos y se perdieron mis hojas.
Y cuando siento que soy nada apenas,
mi raíz y mi savia se hacen manos ensangrentadas que se alzan y que gritan.
La vida, sin apenas saberlo, sigue luchando en mí porque tiene Tu sello.
Y bajas. Vuelves y haces fecundo lo que yo creía seco y mortecino.
Que no me cierre, Dios mío.
Que solo deje que Tú hagas posible lo que tan difícil parece.
Fr. Javier Garzón, O.P.