“El Señor les envió mensajeros…” (2 Cron 36,15)
Meditación IV Domingo de Cuaresma
El tiempo de Cuaresma avanza haciendo memoria de las grandes alianzas que Dios regaló al pueblo de Israel en su Historia. Y el esquema suele ser bastante común en cada relato: a cada experiencia de infidelidad o de dolor, a cada crisis o tragedia le sucede una intervención de Dios que desea estrechar lazos, prometer un futuro mejor, mostrarse cercano, seguir tejiendo amistad con su pueblo. Y esa relación no se impone: se ofrece y se elige. O no. Siempre desde la libertad.
La Cuaresma nos invita a revisar nuestras elecciones, los principios profundos que nos llevaron –y nos siguen llevando- a dar pasos seguros en el camino de la vida. Las grandes decisiones de nuestra vida ya están tomadas, en la mayoría de los casos, pero es necesario volver sobre ellas, para “re-elegir lo elegido”, para ponernos en la pista y seguir asumiendo las pequeñas decisiones de cada día. Todas son importantes. Así nos vamos manteniendo despiertos, conscientes de los compromisos asumidos, de los sueños a los que nos lanzamos y que aún siguen en el horizonte, necesitados como estamos de frescura y autenticidad en lo que hacemos y en lo que decidimos.
No es fácil elegir. A veces porque no tenemos total lucidez para ver las posibilidades que se nos ofrecen; o porque estamos condicionados de mil formas, tal vez por nuestras heridas, miedos o criterios no contrastados. Quizás porque la prisa o la rutina nos empujan a lo más fácil y rápido. El arte de elegir, de decidir, de asumir opciones, exige práctica y sabiduría. No es tanto un ejercicio racional y frío exclusivamente, cuanto una disposición del corazón, de la persona entera. Para elegir hay que escuchar y escucharse; conocerse interiormente y tener alguna pista de aquello a lo que nos enfrentamos. Los grandes pasos de nuestra vida (también algunos de los pequeños) necesitan ser madurados en el silencio, ser contrastados con otros, ser confirmados por la voz interior que nos habita.
Israel se equivocó al decidir. Y esto le pasó con frecuencia en su Historia. Nicodemo, según nos cuenta el evangelio, tampoco estuvo muy acertado. Como nosotros. ¿Quién no arrastra en su expediente de vida, elecciones frustradas? ¿Quién no acumula desaciertos? Estos pasos dejan huella y nos abren a nuevas posibilidades. Pero ninguno nos pone al borde del camino o lo cierra por completo. “Tanto amó Dios al mundo” que recondujo a los que se habían equivocado, dio nuevas oportunidades a los que ya habían perdido la esperanza. El plan de Dios no conoce la condena, sino la acogida, la reincorporación a un estilo de vida digno y libre. Este es un mensaje corriente en el tiempo cuaresmal: si te equivocaste y ahora quieres, puedes volver a reconducir tus pasos. Dios sigue deseoso de tejer alianza contigo…
“El Señor envió mensajeros”. Entonces, aquellos hombres experimentados eran hábiles en política y relaciones internacionales, pero también sabios en escuchar el plan trazado por el Dios de la paz. Hoy los mensajeros nos llegan por otros caminos. Tal vez vienen desde la realidad más cotidiana, desde la cercanía y la pequeñez. Parece que hemos perdido sensibilidad y oído para escuchar a los profetas de este tiempo en cambio. Pero sus voces siguen resonando en espacios de reflexión serena y sensibilidad espiritual, de compromiso humano y coherente con la vida. Si los reconociésemos les admiraríamos. Y no nos cabría duda de que en su mensaje resuena la voz de Dios que nos lanza al futuro, tendiendo su mano de amigo. O quizás, sin saberlo del todo, seamos nosotros invitados a convertirnos en luz para los que andan más perdidos.
Para la reflexión personal
Repasa la historia de amistad de Dios contigo. Tú eres “Israel”… Un Dios que desea brindarte una mano de amigo… Recorre ese proceso, nombra los momentos de plenitud y aquellos de debilidad, tus grandezas y tus fragilidades. ¿Constatas cómo Dios te ha tomado de la mano para ofrecerte siempre su amistad?
Revisa las grandes decisiones que has tenido que tomar en tu vida. Las que forman parte de tu proceso vocacional en sentido amplio, aquellas que pusieron en juego tu existencia. ¿Sientes la necesidad de volver a re-elegir aquello que ya elegiste? Esas decisiones necesitan ser renovadas, actualizadas, puestas de nuevo en juego, pues marcaron tu vida. Piensa también en las pequeñas decisiones cotidianas, eco de aquellas otras… ¿Están en la línea de tus opciones fundamentales?
Y acoge también aquellas elecciones que fueron erróneas. Forman parte de ti y necesitan ser miradas con misericordia y ternura. ¡Así las contempla Dios! ¿Has sentido que Él te ha reconducido a tu proyecto fundamental? ¿Qué también han sido cauce de gracia y crecimiento?
Piensa también en los mensajeros. Los que han sido “faros” en tu proceso vital. Los mensajeros, casi irreconocibles, por medio de los que Dios te habla en este momento, a ti y a la sociedad… ¿Hasta qué punto tú estás siendo mensajero de Dios, buena noticia en su nombre?
Oración
“Vino la luz al mundo…” (Jn 3, 19)
Yo también me quejo de lo oscuro que está todo,
del gris habitual en el que se desarrolla mi vida,
de la tiniebla que envuelve a esta sociedad.
Repaso argumentos y nombres y problemas…
Y con tanta crítica contribuyo a crear un ambiente aún más tenebroso.
Pero Tú viniste. Quisiste ser luz que alumbra.
Luz que limpia, que sana y da color.
Luz que denuncia la mentira e invita a la verdad.
Luz que abre a una esperanza que tiene tu rostro
y en la que resuena tu Palabra.
Me invitas a tener la última palabra: “elige”, me dices.
Y yo me muevo entre el deseo de buscarte, poseerte y reconocerte,
y la realidad de llevar esas gafas oscuras que me dejan tranquilo.
Permíteme entrar en tu luz, Señor de las nuevas oportunidades.
Deja que me atreva a mirar con esperanza y verdad,
a percibir los matices y colores
con los que pintas cada mañana este mundo, estos rostros
y esta vida que recibo como regalo. Nuevamente.
Fr. Javier Garzón O.P.