Meditaciones para Adviento y Navidad
Meditaciones con motivo de la fiesta del Corpus, realizadas por Cándido Ániz a partir de textos de Antonio Moreno
Respondamos con amor al Amor que viene
¡Señor, Dios mío, gracias por tu misericordia y por ofrecernos tu salvación!
Hemos de vivir este tiempo de Adviento al modo como Jesús nos enseñó a hacerlo buscando y hallando en todas las cosas y en toda la historia la huella de Dios.
Somos obra de unas manos creadoras.
Un SEÑOR se dignó ponernos en medio del universo. Y lo hizo otorgándonos capacidad para sorprendernos, ojos para admirarlo, alma para disfrutar de sus riquezas, sensibilidad para sufrir sus rigores, y corazón que hable por la lengua en acción de gracias.
¡Gracias, Señor, porque nos otorgaste ese don, aunque sea limitado en su perfección, pues en él no todo es suavidad de seda sino también aspereza con espinas!
Tú no nos necesitabas, Señor y Padre nuestro.
Por amor nos pusiste en movimiento, como a las demás criaturas.
Nosotros tampoco te necesitábamos cuando aún no existíamos. Pero tú, que nos diste el ser y la vida, nos hiciste vivir necesitados de ti, para que volviéramos a la nada si en cada momento tó no nos tuvieras en la palma de tus manos.
¿Cómo fue posible que, siendo obra de tus manos, animados por tu aliento, regalados con tus gracias, bien dotados de inteligencia, voluntad, pasiones y espíritu creador -recibido del tuyo-, renunciáramos a tu amistad y te traicionáramos? ¿Cómo fue posible que te expulsáramos de tu casa, de tu hogar, de los corazones que hiciste para amar?
No se entiende, Señor, el misterio del mal y de la ingratitud humana.
¡Ay, Señor! ¡Cómo sentimos todos sentimos -dentro de nosotros mismos- una fuerte lucha entre la inclinación hacia ti, que eres principio, luz, meta de nuestra existencia, y la inclinación hacia otros intereses, afectos y pasiones que nos alejan de ti!
Danos cada día nueva gracia para que no sucumbamos ante la tentación del mal.
Este Adviento queremos celebrarlo como corresponde a quien cree por fe viva que, si la creación del mundo y del hombre fue obra de amor, lo fue de amor más grande todavía el que tu Hijo, el Verbo, tomara nuestra naturaleza para compartir con nosotros la historia, reconquistara para ti el mundo y al hombre, y nos mostrara cuál es el camino perfecto que nos lleva a ti.
¡Padre nuestro!, si tú derramas amor en tus obras, y sobre todo en el Hijo encarnado que restauró nuestra amistad, tenemos que amor por amor.
Sea, pues, éste nuestro compromiso: amarte y amar todas las cosas salidas de tus manos.
Y sea esta nuestra oración: que todos los hombres conozcan las maravillas de tu amor y se vuelvan a ti como hijos agradecidos. Ilumina las mentes de cuantos todavía no te conocen; haz del adviento tiempo de esperanza y de consuelo para quienes todavía no comprendieron tu mensaje salvífico como itinerario de vida, justicia, paz, amor. AMÉN.
Si Cristo es Adviento para mí, ¿puedo yo serlo para mi hermano?
Señor Jesús, la vida en fe nos lleva a confiar, esperar y contemplar en lejanía que tú vienes a nuestra casa en traje de amor misericordioso.
Gracias por tus dádivas.
Gracias por el don de la encarnación, de la fe, de la esperanza.
Nuestra conciencia de cristianos nos dice que hemos de vivir en constante actitud de "adviento" para saber recibirte cuando quieras venir, una y mil veces.
Pero ¡qué difícil es convertirlo todo en un pequeño adviento, siempre alerta, siempre en vigilia, sin que el corazón descanse!
Responderás tal vez que eso es una alarma innecesaria, que el corazón puede descansar, que basta vivir y realizar todas las cosas en tu amor y por amor, en tu confianza y con confianza, desde el amanecer al anochecer, desde el primer suspiro de felicidad hasta que los ojos derramen lágrimas de dolor...
¡Bello camino, aparentemente sencillo!
Es como decir: vivid en el amor, en la paz, en el deber, en la justicia, en la oración, en la caridad..., y todo lo demás se está dando a manos llenas, sin casi pensarlo, porque en todo está en amor pequeño (nuestro) y el Amor grande (el de Dios).
Entendemos, sin embargo, que si, viviendo de ese modo, Cristo es nuestro Adviento permanente, siempre a la puerta y en el corazón, necesitamos de cuando en cuando, atizar el horno para que en él se den vivencias especiales de amor correspondido.
Ese será, Señor, nuestro Adviento en la fe: llamarte, saber esperarte, recibirte en casa. ¡Qué gran don el de la fe que nos permite y anima a usar este lenguaje!
¿Cómo podríamos corresponderte?
Acaso tratando de imitarte y de prolongar tu acción de amor y misericordia.
Tal vez lo que tú quisieras de nosotros en este Adviento es que nosotros mismos llegáramos a ser un "pequeño adviento" para otros hombres que no te conocen o que se han alejado de ti.
¿Cómo? Dirigiéndonos a ellos con amor y esperanza y hablándoles no con palabras vanas sino con signos reveladores de tu don y de nuestra confianza en ti:
haciéndonos encontradizos, y saludando con el Evangelio en la mano,
realizando gestos de caridad, solicitud, con entrañas de compasión,
reclamando justicia para cuantos sufren injusticias,
ofreciendo compañía a quienes tengan por cuna un pesebre, como lo tuvo Jesús;
entregando una parte de mi trabajo y mi pan a quien carece de Él.
Señor que traes la paz, haznos pacíficos de corazón
Señor Jesús, al leer y escuchar los mensajes bíblicos de amor, esperanza y paz en estos días de Adviento y Navidad, esas palabras chocan fuertemente con lo que leemos y escuchamos por todas partes sobre divisiones, odios, persecuciones que se dan en estos momentos entre los hombres.
Parece como que los proyectos de armonía y de globalización en campos de justicia, solidaridad, verdad, progreso, religión, quedaran flotando en el aire porque no encuentran tierra donde posarse.
Para poner un granito de arena en el edificio de la paz universal, quiero desgranar ante ti estos pensamientos, pues creo que eres Tú mismo quien los sugiere:
Hombre de bien, hombre nuevo:Si quieres ser pacífico, clama con fuerza por la paz, por aquella paz que anunció para su Reino Jesús de Nazaret.
Si quieres ser pacífico en el mundo, reconcíliate, pacifícate contigo; pues, si no tienes paz interior, no trasmitirás paz a los demás sino angustia...
Si quieres ser pacífico, fíjate a ti mismo unos límites de tolerancia, y esa medida saludable, consciente, prudente, aplícala a los demás, respétala.
Si quieres ser pacífico, no te apuntes a violencia alguna; cultiva la no-violencia, y procura hacer amigos incluso a quienes hoy son violentos, para que mañana no lo sean.
Si quieres ser pacífico, crea en tu alrededor un entorno de paz; lo alcanzarás por vías de comprensión, tolerancia, perdón, diálogo, verdad.
Si quieres ser pacífico, sé amigo de la justicia y la verdad, pues la injusticia es semillero de odios, violencias, mentiras e hipocresías. Justicia y verdad se han de dar la mano en tu mente, corazón y acciones.
Si quieres ser pacífico, muéstrate positivo en tus actitudes y criterios de vida. Así germinarán en ti sentimientos de solidaridad, fraternidad, amistad.
Si quieres ser pacífico, trata de vivir en paz y da la mano a la verdad y a la belleza, a la justicia y al orden, a la naturaleza y al hombre, al cuerpo y al espíritu, a las criaturas todas y al Creador...
Fr. Cándido Ániz Iriarte O.P. - Antonio Moreno