Vivir en Santidad
Tres reflexiones sobre la santidad de vida: una tomada de la Biblia y dos de los Santos Padres. Textos escogidos por Cándido Aniz
Pongamos este mes de agosto bajo la protección de santo Domingo de Guzmán (1170-1221) cuya fiesta celebramos el día ocho. En él podemos encontrar sintetizados todos los rasgos fundamentales de una vida que quiera caminar en seguimiento de Cristo, en disponibilidad al servicio de los hombres, con entrañas de misericordia y compasión, interrogándose si se puede "estudiar sobre pieles muertas {pergaminos} mientras mueren de hambre las vivas", ardiendo en celo por la salvación de los pecadores, predicando la Palabra de salvación a todas las gentes...
En su honor, tomaremos como puntos de meditación tres reflexiones sobre la santidad de vida: una tomada de la Biblia y dos de los Santos Padres.
Sed santos y respetad al prójimo.
Amemos y seremos amados de Dios y de los hombres.
Nuestra vida no puede ser digna y noble si, amando a Dios, no se desarrolla en perfecta armonía, respeto y dedicación a quienes comparten la existencia con nosotros. El "amor al otro" es un sentimiento y un precepto compartido en todas las religiones y actitudes humanas nobles; brota en las mismas raíces que sustentan noblemente a toda persona en su existencia y quehacer diario.
El mandamiento de "amar al otro", nos dijo Jesús, es semejante al del "amor a Dios". El uno no se da sin el otro, y quien ama Dios y al "otro", obra el modo de Dios.
Sublime ideal: aspirar a vivir al modo de Dios. ¿Qué pueden significar estas palabras en nuestra jornada diaria, pie a tierra?
Significan sencillamente que hemos de observar una conducta interior y exterior en la que el corazón del hombre se asemeje al nobilísimo corazón de Dios que es dador de vida, fuente de bondad, río de amor misericordioso, providencia de los débiles, hogar de los afligidos, espíritu de justicia ...
Tratando de plasmar ese ideal de vida en acciones saludables del fluir de nuestra jornada diaria, mirémonos en el espejo de los mandamientos de amor, justicia y verdad, tal que Dios los inspiró en el libro del LEVÍTICO, y, animados o confundidos por ellos, actuemos en fidelidad :
Libro del Levítico: Sed santos
Respetad a vuestros padres, no los abandonéis.
Guardad mis sábados..., y dad gracias y hablad con Dios
No acudáis a ídolos ni os hagáis dioses de fundición..., pues Dios es uno y es vuestro Padre.
Cuando ofrezcáis al Señor sacrificios de comunión, hacedlo de forma que os sean aceptados..., porque los hacéis de corazón.
Cuando seguéis la mies de vuestras tierras, no desorilléis el campo, ni espiguéis después de segar; compartid lo que quede con los más necesitados.
Cuando vendimieis, no rebusquéis las uvas olvidadas ni recojáis las caídas. Dejádselas al pobre y al forastero....
No robéis, ni defraudéis, ni engañéis a ninguno de vuestro pueblo..., pues la justicia es un deber que se ha de cumplir.
No explotéis a vuestro prójimo ni lo expropieis, tratadlo como a persona que merece todo vuestro respeto.
No dormirá con vosotros (contigo) hasta el día siguiente el jornal del obrero, sino que pagaréis pronto lo que es de justicia, por haberlo ganado.
No andéis con cuentos de aquì para allá, ni declaréis en falso contra la vida del prójimo.., pues Dios os medirá con vuestra propia medida, si no sois veraces y benévolos.
No odieis de corazón a vuestro hermano..., pues el odio mata.
Cuando el extranjero se establezca entre vosotros, en vuestro país, no lo oprimiréis. Será para vosotros como un nativo, y lo amaréis como a vosotros mismos, pues forasteros fuisteis en Egipto....
Yo soy el Señor, vuestro Dios, que os sacó de Egipto.
Cumplid todas mis leyes y mandatos poniéndolos por obra. Yo soy el Señor"
(Levítico 19, 1-18. 31-37)
Cultivemos el gran bien de la caridad.
Hermanos: amémonos unos a otros.
Escuchemos al Señor Jesús en el evangelio de Juan: la señal por la que todos conocerán que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.
Y a esas palabras del Señor añadió san Juan en su primera Carta: queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.
Sobre esas palabras y lecciones de la Escritura, hizo un hermoso comentario el papa san León Magno en su Sermón 10 sobre la Cuaresma. Vamos releerlo hoy piadosamente, con entrañas de amor y misericordia.
Nos vendrá muy bien hacerlo en este tiempo de ocio veraniego, de gastos extraordinarios y de temible olvido de los más necesitados que pueden hallarse a la puerta de nuestro hogar, de nuestra mente y de nuestro corazón:
"Hermanos:
Abramos de par en par nuestras mentes a la verdad y al amor y tratemos de penetrar, con un examen verídico, en los afectos íntimos de nuestro corazón.
Si al mirarnos sinceramente, encontráramos en nuestras conciencias alguno de los frutos que da la caridad, no lo dudemos: tenemos a Dios con nosotros. Démosle gracias.
Y, si queremos hacernos más propicios y mejor dispuestos a recibir a tan excelso huésped, multipliquemos las obras de misericordia con perseverancia.
Si Dios es amor , la caridad no puede tener fronteras, pues la Divinidad no admite ser encerrada en límite alguno".
"Hermanos carísimos, todos los días son buenos para que en ellos nos ejercitemos en la caridad.
El amor no tiene tiempos, es eterno.
Para el creyente siempre es tiempo de luz, de Pascua, de Resurrección, de vida, porque es tiempo de Caridad.
Bien sabéis que en la caridad se halla contenida la suma de todas las virtudes, y que con ella se cubre la muchedumbre de nuestros pecados.
Pues hoy, como en la celebración del misterio de la Pascua, con el que la sangre de Jesucristo borró nuestras iniquidades, preparemos también nuestras ofrendas de misericordia, concediendo, por nuestra parte, a quienes pecaron contra nosotros, la gracia y misericordia que la bondad de Dios nos concede a nosotros.
Hagamos que nuestra largueza se extienda ahora, con mayor benignidad, hacia los pobres e impedidos por diversas debilidades.
Hagamos que el agradecimiento a Dios brote de muchos labios, y que nuestra austeridad sirva de sustento a los más necesitados.
No olvidemos que la devoción que más agrada a Dios es la de preocuparse de los pobres.
Cuando Dios contempla el ejercicio de la misericordia, allí reconoce inmediatamente una imagen de su piedad"
San León Magno, papa
Cristo se ofreció por mí.
¡Os exhorto, por la misericordia de Dios...!
Decía el Siervo de Dios a su Señor: Tú, Señor, no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo ... para que te ofrende mi vida.
Y san Pablo gustaba de repetir: Yo os exhorto, por la misericordia de Dios, a presentar vuestros cuerpos como hostias vivas ...
Glosando esas palabras, san Pedro Crisólogo hizo un bello comentario que hoy puede servirnos como lectura para nuestra meditación.
"Os exhorto, por la misericordia de Dios...
Así nos habla Pablo, pero en realidad es Dios mismo quien nos exhorta por medio de él, y nos exhorta a ofrecer nuestro cuerpo y nuestra vida como sacrificio grato a Dios.
Y ¿cómo lo hace?
Como veis, lo hace como quien ruega. ¡Actitud admirable! , porque Dios prefiere ser amado a ser temido, y le agrada más mostrarse como Padre que aparecer como Señor. ¡Oh maravilla! Dios, nos suplica por misericordia, para no tener que castigarnos con rigor.
Escucha, pues, atentamente y considera el modo como te suplica el Señor, mostrando que por nosotros Él hizo ofrenda de su cuerpo : Mirad y contemplad en mí {Dios encarnado} vuestro mismo cuerpo, vuestros miembros, vuestras entrañas, vuestros huesos, vuestra sangre. Y si, ante lo que es propio de Dios, teméis, no dudéis en amar al contemplar lo que es de vuestra misma naturaleza {el cuerpo}".
"Si teméis a Dios como Señor, ¿por qué no acudir a Él como Padre?
¿Es tal vez la inmensidad de mi pasión, nos dice, cuyos responsables fuisteis vosotros, lo que a veces os confunde? No temáis:
- Esta cruz no es mi aguijón, es aguijón para la muerte.
- Estos clavos que me infligen dolor, lo que hacen es acrecentar en mí el amor por vosotros.
- Estas llagas no provocan mis gemidos, lo que hacen es introduciros más en mis entrañas.
- Mi cuerpo, al ser extendido en la cruz, os acoge en un seno más dilatado, pero no aumenta mi sufrimiento.
- Mi sangre no es para mí una pérdida, sino el pago de vuestro precio ..."
"¡Oh inaudita riqueza del sacerdocio cristiano: tú, hombre o mujer, si quieres ofrendar tu cuerpo y hacer ofrenda de tí mismo, eres a la vez sacerdote y víctima!
El cristiano ya no tiene que buscar fuera de sí la ofrenda que debe inmolar a Dios: lleva consigo y en sí mismo lo que va a sacrificar a Dios. Tanto la víctima como el sacerdote permanecen intactos: la víctima sacrificada sigue viviendo, y el sacerdote que presenta el sacrificio no puede matar a esa víctima. ¡Misterioso sacrificio en que el cuerpo (tú mismo) es ofrecido sin derramamiento de sangre..
¡Hombre, mujer, procura ser tú mismo el sacrificio y el sacerdote de Dios! No desprecies lo que el poder de Dios te ha dado con amor..."
San Pedro Crisólogo, obispo
San Pedro Crisólogo, San León Magno y Cándido Aniz