El célebre músico Gluck poseía, de niño, una preciosa voz de tiple y cantaba en las principales iglesias de Viena. Un día se le presentó un religioso y le dio un rosario recomendándole que lo rezara cada día, como así comenzó a hacerlo desde muchacho. Deseoso de ir a Roma a estudiar, se halló falto de recursos. Rezó el rosario con mayor fervor. Un día el Maestro de Capilla de la Basílica lo llevó consigo a Roma. El músico empezó a prosperar y seguía rezando el rosario. En sus misterios buscaba inspiración para sus obras. Atribuía su prosperidad y su éxito a ese rosario que, hasta su muerte, rezó diariamente.