El Niño y su Madre se ofrendan a Dios
Ya pasó la noche de Navidad. Ya se fueron los pastores. Ya no quedan reyes magos. Queda la soledad de una familia, Jesús, María y José, y su misión en el mundo.
Cada cual con su quehacer; cada cual con su sensibilidad; cada cual con su ventana abierta a la esperanza religiosa de Israel, entre nubes que no dejan entrever cuáles serán los caminos de vida y salvación para llegar a crear un Reino nuevo.
Fijémonos un momento en dos pequeñas luces que se encienden diariamente en la mente, en el corazón y en las manos de María y de José, mientras el Niño descansa, dormido: el pan de cada día y la fidelidad a la ley de Dios.
Tres luces cuidarán del pan de cada día: los pechos de la Madre, que serán fuente insustituible de vida para el niño, cuidándolos con delicadeza; las dos piedras del molino, que, movidas por las manos de María, triturarán el trigo para hacer al menos tortas de pan; y la garlopa no caerá de las manos de José para asegurar el bienestar del hogar mediante los contratos de trabajo bien cumplidos...
Y un torrente de generosidad y gracia garantizará la fidelidad a la Ley del Señor. José y María comenzarán muy pronto a cumplir los preceptos religiosos que recuerdan el pacto de amistad entre Yhavé y su Pueblo elegido . Por eso,
orarán con la Biblia,como hijos de Israel;
circuncidarán al hijo,como prescribe la ley de Moisés;
presentarán al niño en el templo, consagrándolo a su Dios;
y ejercitarán la humildad en todos los gestos,
como en la purificación de la Madre Inmaculada...
¡Qué hermoso es contemplar a José y María, con el niño en sus brazos, presentándose en el Templo y llevando piadosamente, varios tesoros:
el obsequio de sólo dos tórtolas, porque la hacienda no da para más,
el compromiso de frecuentar la sinagoga para que el Niño se prepare bien en su fe,
la fidelidad de padres siempre unidos, solícitos, amorosos,
y la apertura total a lo que sea Voluntad salvífica de Dios ...!
¡Y qué sublime es en la vida de fe acompasar esa actitud humilde de la familia de Nazaret, inmersa en el misterio del anonadamiento del Hijo de Dios, con el grito de júbilo y la expresión de dolor de las conciencias que, habiendo permanecido muchos años en firme esperanza mesiánica, se ven sorprendidas, como el anciano Simeón, por doble golpe de inspiración divina!.
Golpe de alegría, por la presencia del Niño Mesías:
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto al Salvador....!
Y golpe de dolor, porque la Madre del Niño , Salvador, habrá de ser probada en su fidelidad con agudas espadas de dolor que atravesarán su corazón .
¡Oremos con María que en el Gozo sabe sufrir de amor...!