785º Aniversario de la confirmación de la Orden por el Papa Honorio III
Carta con motivo del 785º Aniversario de la confirmación de la Orden por el Papa Honorio III
Estamos a las puertas de celebrar los 800 años de la confirmación de nuestra Orden por Honorio III. En nuestro camino a esa fecha, como si se tratara de un mojón o indicador al costado de la ruta, llegamos en este 22 de diciembre a los 785.
Las raíces profundas de la Orden, manifestadas en el tiempo -su historia- y en el espacio -su difusión a lo largo y a lo ancho del mundo- nos encuentran curiosamente con una mayor esperanza frente al futuro.
En efecto, difícilmente va a saber a dónde va quien no sabe de dónde viene. La memoria del pasado, sin embargo, no se concilia con el lamento de Jorge Manrique en sus “Coplas a la muerte de mi padre” cuando suspiraba: “cualquier tiempo pasado fue mejor”. El recuerdo a veces puede impulsarnos a buscar un escondite en otros tiempos, así como el animal encuentra seguridad y calor en su madriguera. Al contrario, el recuerdo significa “volver a poner en el corazón” esta rica tradición para cantar las misericordias del Señor y tener confianza. Si Dios ha estado con nosotros ¿cómo no va a estar con nosotros en este tiempo y en el futuro? Celebraremos sin dejarnos tentar por la desesperación o la presunción. Ambas pretenden “cronometrar” a Dios, Señor de la Historia. Quien desespera pierde la confianza en Él, porque piensa que ya no se vive como “entonces”. Quien presume también pierde la confianza en Dios, porque pretende contar sólo con sus propias fuerzas. Los tiempos no se pueden clonar, tampoco los hombres y mujeres que han vivido durante estos más de siete siglos el ideal de Santo Domingo. ¿Entonces?, cada uno de nosotros hemos sido llamados a vivir esta vocación con la alegría de quien ofrece las primicias, la originalidad de una vida nueva, en tiempos nuevos, para predicar la permanente novedad del Evangelio. Al mismo tiempo una nube inmensa de testigos nos acompañan, en el misterio profundo de la comunión de los santos.
Por eso no cabe el derrotismo ni un “exitismo” o triunfalismo de corte humano. El mejor modo de festejar será en la sencillez del humilde que confirma aquello de Juan el Bautista trasmitido por el discípulo amado, Juan Evangelista: “Nadie puede atribuirse nada que no le haya sido dado de lo alto” (Juan 3, 27). ¡Entonces, con la serena alegría de los sencillos, conocedores de su propia miseria y de la infinita misericordia del Padre podremos soplar las velitas!
Como un niño a quien se le pide que elija lo que quiere para su cumpleaños ¡o para la Navidad!…, quisiera pedir al Señor a través de Domingo algún regalo. Pasan por mi corazón muchas cosas… Pero, también con el realismo del niño que entiende que debe elegir (más vale pájaro en mano que cien volando) pienso que formularía así mi deseo: que conservemos la unidad, renovándonos en la itinerancia.
Parece raro el regalo… pero la itinerancia no implica solamente la posibilidad de ir de un sitio para el otro… (si bien esto se deja por sentado). Entiendo que esta celebración se acerca como una invitación a ser fieles a la vida que se nos ha regalado, a la historia. Pero al mismo tiempo debe lanzarnos generosos a tiempos nuevos. Esto implica también cierta itinerancia. Otras veces la itinerancia nos impulsa a aceptar con generosidad cargos y cargas, o –al contrario- aceptar que otros y otras ocupen nuestro
lugar. “Itinerancia” significa dejar los afectos cuando llega la hora de partir, sin que estos afectos sean excluidos de nuestro corazón. “Itinerancia” significa ser dóciles a la voz de otros hermanos y hermanas en quienes hemos puesto nuestra confianza y nos piden algo nuevo, algo distinto. “Itinerancia” significa que, así como hay quienes han puesto sus manos en las nuestras para ofrecernos sus promesas, ellos y ellas –más jóvenes- mañana serán quienes nos pidan una entrega renovada.
La unidad de la Orden va de la mano con esta itinerancia. El fijarnos en determinado tiempo y espacio, endurece las relaciones, y quiebra esa unidad. En 785 años, la Orden ha vivido –por una especial gracia de Dios a través de Santo Domingo- esta unidad. Por eso la Orden es una Orden (Ordo) y no una colección de casas, de provincias, de monasterios, de Congregaciones y fraternidades laicales. Por ello la metáfora “Familia” nos ayuda tanto a describir nuestras relaciones fraternas.
Apagaremos velitas, y lo celebraremos unidos en Familia, ¡ese es mi deseo para este cumpleaños!
Roma, 2 de diciembre, 2001 Primer Domingo de Adviento