Acogida y formación de los jóvenes en las comunidades religiosas
Conferencia pronunciada, el 23 de abril de 1976, en la V Semana Nacional de Religiosos, celebrada en Madrid
Por todas partes se habla de un cierto despertar de las vocaciones religiosas. Incluso, a veces, se afirma que se trata de una «nueva raza» de jóvenes la que llama a nuestras puertas. Pero esto plantea inmediatamente el problema a los responsables -problema angustioso después de la crisis reciente-: ¿Cómo los recibirán nuestras comunidades? ¿Cómo pensamos formarlos?
En otro tiempo el problema era bastante sencillo. Me parece oír al P. Prior decirme en el momento de mi toma de hábito: «Durante este año, podrá usted ver si el género de vida de la Orden le agrada, y a nosotros nos permitirá estudiar su conducta y ver si nos agrada. Si la prueba es positiva, le admitiremos a la profesión; en caso contrario, ambos volveremos a gozar de nuestra libertad».
En nuestros días las cosas se han complicado un poco más. Es indudable que la comunidad acoge y forma, pero al mismo tiempo ha de aceptar el ser cuestionada por los recién llegados. Los jóvenes desean pasar bajo las horcas caudinas del noviciado, pero ya llevan en los labios preguntas insidiosas que la comunidad tendrá que escuchar. Entre ambos se establece, pues, ya desde el primer día, una especie de diálogo. Sus puntos de vista no serán siempre idénticos, aun cuando sean complementarios. Por este motivo, como en un diálogo, esta conferencia interrogará unas veces a las comunidades y otras veces a los jóvenes sobre ciertos problemas que plantean la acogida y la formación de estos últimos.
El tema es inmenso. Yo insistiré especialmente sobre las condiciones de la acogida y, en lo que se refiere a la formación, sobre la integración de los jóvenes en la comunidad.