Beato Enrique Susón
Biografía y oración a Enrique Susón y los místicos renanos.
¿Quién es, quienes fueron?
En un tiempo marcado por la crisis en el corazón de Europa (inundaciones, peste, hambre…) surgió un grupo de hombres y mujeres buscadores de Dios y de sentido. Destacan entre ellos el “maestro” Eckhart y sus dos discípulos: el beato Enrique Susón y Juan Tauler; pero también las monjas dominicas: beata Margarita Ebner, Elsbet Stager, Cristina Ebner o Adelaida Langmann. Al celebrar al Beato Enrique Susón, recogemos el testigo de la mística dominicana que floreció en la Alemania del s. XIV como referente de espiritualidad para la Familia Dominicana del s. XXI.
Enrique (1295-1366), nació en el seno de una familia burguesa en los márgenes del lago Constanza, su padre era enérgico y poco piadoso; su madre profundamente religiosa. Enrique era de constitución endeble y enfermiza lo que no fue obstáculo a la hora de ingresar a edad temprana en el convento dominico de Constanza. En sus primeros años como fraile no mostró especial inclinación a la observancia, pero a la edad de 18 años experimentó una “conversión” que le llevó a entregarse a una vida de penitencia.
Durante quince años llevó una vida muy retirada, casi eremítica: celda, coro y refectorio. En 1325 fue enviado a estudiar a Colonia donde llegó a coincidir con el Maestro Eckhart y a ser profesor. Regresó como prior a su concento y se dedicó sobre todo a la atención de los monasterios de monas. Como Eckhart también tuvo que soportar un proceso doctrinal dentro de la Orden que despertó el recelo de sus compañeros. No volvió a ser profesor y se dedicó tras el “entredicho” de la ciudad de Constanza y la dispersión de la comunidad a residir en monasterios de monjas ocupándose de la predicación y el acompañamiento espiritual. Fue autor de varias obras sobre espiritualidad muy difundidas entre los “Amigos de Dios”. Antes de morir con 70 años, tuvo que soportar una dolorosa crisis física y moral que soportó con paciencia y en abandono a la voluntad divina.
Murió en el convento de Ulm donde había vivido sus últimos 18 años. Enrique sintió una especial atracción por la divina “Sabiduría” manifestada en los textos de la Sagrada Escritura, así como por el nombre de Jesús y su humanidad. Fue una persona de gran sensibilidad e interioridad, urgido como Santo Domingo a anunciar la salvación en diálogo con Dios y con el mundo, con gran apertura de espíritu. Apasionado por la Verdad encontrada en la persona de Jesucristo.
¿Qué nos dicen hoy?
Los místicos y místicas renanos tuvieron un influjo enorme en el tiempo y concretamente en la mística española, sobre todo en San Juan de la Cruz (s.XVI). El legado espiritual que nos dejan comienza con el testimonio de unas vidas honestas y centradas en la búsqueda de la experiencia de Dios y el seguimiento de Jesús. Del tiempo dedicado a la contemplación combinado con el tiempo dedicado al estudio, la enseñanza o la predicación.
Estos hermanos y hermanas nos invitan a renovar y tomar en serio la vida de unión profunda con Dios, vaciándonos de nuestro egoísmo sutil para darnos del todo, en abandono absoluto al amor y la sabiduría de la voluntad de Dios. Nos invitan a nombrar los apegos afectivos o efectivos a las criaturas, los proyectos, los poderes, para despojarnos del ego y desear sobre todo unirnos a Dios que nos busca para entregarse amorosamente en lo profundo de nuestro espíritu. Ese será el nacimiento de Dios en nosotros y de nosotros en Dios.
También nos recuerdan que el camino de la unión con Dios de modo vital no es un camino fácil, aunque Dios lo ha facilitado con la vida de los sacramentos, alimento constante de nuestra unión física con el Señor. A veces pensamos que somos “buenos” porque hacemos cosas buenas, pero Dios puede estar fuera de nosotros, como un “ídolo” distante. Hacer el bien no implica que estemos unidos a Dios, por más que la unión con Dios siempre nos empuje a obrar el bien.
Los místicos renanos nos interpelan a “liberarnos del yo” y su tendencia de “apropiación” para permanecer más disponibles al Evangelio de Jesucristo. No olvidamos que todos ellos escribieron su devoción a María y describieron positivamente el valor de la vida dominicana llamando a la fidelidad respecto al compromiso de vida de las y los consagrados.
Para orar
“Elige a tu amado –dice Susón a una joven monja, al amable y tierno Dios del cielo; sólo en él, y en ningún otro lugar, encontrarás la verdadera paz, la verdad y el amor sin sufrimiento. Pinle ante tus ojos como un espejo, y muéstrale tu agradecimiento por el amable amor y la bondad que te ha mostrado, y que ello te baste. Piensa en la ternura con la que te ha rodeado de cuidados, alégrate y deja de lado cualquier otro amor” (Bto. Enrique Susón, Gran libro de las cartas, 27).
“A continuación, dejando toda actividad exterior, la persona, con un gran abandono, se concentra en el silencio del espíritu, como si hubiera muerto a sí misma, resuelta a no llevar las riendas de su vida y a olvidarse de sí misma, de tal modo que ya no tenga en vista más que la alabanza y el honor de Cristo y de su Padre del Cielo, y se comporte humilde y amablemente con todos los hombres, amigos y enemigos” (Bto. Enrique Susón, Vida c. 53).
“La imagen de la Santísima Trinidad reside en lo más íntimo, en lo más secreto, en lo más profundo. En el oculto centro del alma está Dios esencial, real y sustancialmente. Es allí donde Dios opera expandiendo su ser divino, disfrutando de sí mismo. Fondo del que Dios no puede separarse porque El ha dispuesto eternamente que nunca quiere ni puede ausentarse de allí. Este fondo posee por gracia lo mismo que Dios es por naturaleza” (Juan Taulero, S.29).
Oración
Señor, único amor de mi corazón, mira el enorme deseo de mi alma. No puedo imprimirte en mí más a fondo. Así pues, Tú, Señor, acaba –te lo ruego- lo que falta y grábate más profundamente en el fondo de mi corazón, esculpe y sella en mí tu santo nombre de manera que nunca pueda ser borrado ni apartado de mi corazón. (Bto. Enrique Susón, Vita c.4).