Carta a Benedicto XVI
Carta que escribió el Maestro de la Orden al Papa Benedicto XVI agradeciendo su catequesis sobre Santo Domingo de Guzmán
Santo Padre:
A través de estas líneas doy gracias a Dios y a Usted por haberlo tenido nuevamente en “casa”, presidiendo la Eucaristía con la imposición de la Ceniza en nuestra querida Basílica de Santa Sabina, primera estación cuaresmal en la Urbe.
También deseo expresar una vez más mi gratitud personal y la de toda la Orden por su catequesis del 3 de febrero pasado dedicada a Santo Domingo de Guzmán. Ha sido para mí motivo de profunda alegría haber estado presente esa mañana en el Aula Pablo VI. Si bien en otras ocasiones ya nos había regalado algunas breves “pinceladas” o “notas” acerca de nuestro fundador (en su mensaje con ocasión de la Jornada de la Vida Consagrada -2 de febrero de 2008- y en el Angelus del 2 de agosto de 2009) esta vez nos ha ofrecido un icono de Nuestro Padre. Su predicación nos ha permitido hacer memoria de importantes aspectos de nuestra propia vida y misión. ¡Pedro nos ha hablado de Domingo!
Sus palabras nos alientan especialmente en el camino que estamos haciendo en preparación del Jubileo que celebrará el VIII centenario de la confirmación de la Orden por su predecesor Honorio III a través de la Bula Religiosam Vitam del 22 de diciembre de 1216. Este año 2010 –con la mirada puesta en dicha conmemoración- lo hemos dedicado a reflexionar sobre “La misión de la predicación”. Santo Domingo quiso fundar una Orden que se llamara y fuera “de Predicadores” ¡Esa es nuestra misión!
Una fecha importante en nuestra historia multisecular nos inspira al meditar en esta misión que Ud. ha querido recordarnos la hablar de Santo Domingo: la existencia de pueblos sin evangelizar y diversas laceraciones religiosas que debilitan la vida cristiana de los creyentes alejándolos de la verdad de la fe. Hace 500 años, en septiembre de 1510, llegó a la Isla Hispaniola (Quisqueya en lengua nativa), isla del Caribe que hoy comparten la República Dominicana y Haití, la primera comunidad de frailes dominicos en América. Esa comunidad originariamente estaba integrada por fray Pedro de Córdoba, fray Antonio de Montesinos y fray Bernardo de Santo Domingo. Estos religiosos fueron formados en los conventos de Ávila y Salamanca, bebiendo en las fuentes de la más genuina tradición de la Orden y fieles al espíritu de la reforma impulsada -entre otros- por fray Tomás de Vio, el Cayetano, (Maestro de la Orden entre 1508-1518).
La vida y predicación de esos frailes en tierras americanas promovió, entre otras cosas, la decidida defensa de los habitantes originarios sometidos a las injusticias que les infligieron muchos de los colonizadores que los explotaban y esclavizaban, tal como Ud. lo recordara en la Audiencia General del 23 de mayo de 2007 al regresar de su viaje pastoral a Brasil.
El sermón de fray Antonio de Montesinos (1480-1540), que predicó en nombre de la comunidad un domingo de Adviento de 1511, se ha convertido en un verdadero icono de nuestra misión. Sigue impresionando hoy aquella pregunta que dirigiera a sus oyentes cuando -refiriéndose a quienes eran oprimidos por la codicia de unos pocos- exclamó: “¿Acaso éstos no son hombres?”.
El testimonio evangélico de aquella comunidad de frailes hizo que Bartolomé de las Casas (1484-1566) –entonces clérigo secular y encomendero- reflexionara e ingresara él mismo a la Orden de Predicadores. Así se convirtió en uno de los más insignes defensores de los nativos de esas tierras. El constante diálogo entre los frailes misioneros y los frailes profesores en Salamanca –entre otros fray Francisco de Vitoria (1486-1546)- sigue inspirando nuestra misión: dedicarnos por entero a la evangelización íntegra de la Palabra de Dios.
En este contexto, Dios mediante, los frailes de la Orden celebraremos un nuevo Capítulo General Electivo a partir del 1º de septiembre próximo. Santidad, su catequesis sobre Nuestro Padre Santo Domingo ha sido para nosotros el mejor mensaje que podríamos haber esperado de su parte en estas circunstancias.
Cinco siglos después de la llegada de aquellos hombres evangélicos al “Nuevo Mundo” y casi ochocientos años después de la confirmación de la Orden, el “Dulce Cristo en la tierra” –repitiendo las cariñosas y exigentes palabras con las cuales Santa Catalina se dirigía a sus predecesores, Gregorio XI y Urbano VI- nos ha regalado un retrato de Santo Domingo, un retrato en el cual sus hijos e hijas queremos también reflejarnos.
Al contemplar hoy a Santo Domingo, a tantos santos y santas de nuestra Orden, haciendo memoria de su predicación, nos sigue alentando la invitación de Juan Pablo II “¡Vosotros no solamente tenéis una historia gloriosa que recordar y contar, sino una gran historia que construir!” (Vita Consecrata 110). Queremos poner los ojos en el futuro hacia lo que el Espíritu nos impulsa para seguir haciendo con nosotros grandes cosas.
Mientras encomiendo nuestro próximo Capítulo General a sus oraciones, pido al Señor le conceda un fecundo tiempo de Cuaresma y una luminosa Pascua de Resurrección. Esperando con ansiosa alegría la oportunidad de encontrarlo personalmente para saludarlo, al llegar al final del mandato que mis hermanos me han confiado hace 9 años, le pido de corazón la bendición Apostólica para la entera Familia Dominicana.
Con afecto filial
Fr. Carlos Azpiroz Costa