Carta a nuestros frailes y hermanas en formación inicial
Fiesta del Beato Jordán de Sajonia 1999
Nosotros sois un regalo de Dios a la Orden, y nosotros honramos al Creador acogiendo sus regalos. Esto nos obliga a ofreceros la mejor formación posible. El futuro de la Orden depende de ello, de ahí que todos los Capítulos Generales dediquen tanto tiempo a reflexionar sobre la formación. En estos últimos años, la Orden ha elaborado excelentes documentos sobre la formación, por eso, más que escribir una carta larga sobre formación y repetir todo lo que se ha dicho, he creído mejor recopilar todos los documentos para que vosotros y vuestros formadores podáis estudiarlos fácilmente. Pero sí quiero poner en común unas palabras dirigidas directamente a vosotros, hermanos y hermanas, que estáis al inicio de vuestra vida dominicana, a sabiendas de que algunos formadores quizá quieran leerla por encima de vuestros hombros. Voy a hablar de la formación de los frailes, porque es lo que más conozco. Espero que también sea relevante para la experiencia de nuestras hermanas.
Uno de mis grandes gozos durante mis visitas a la Orden ha sido encontrarme con vosotros. Me ha emocionado vuestro entusiasmo por la Orden, vuestro deseo de estudiar y de predicar, vuestra alegría verdaderamente dominicana. Pero la formación implicará también momentos de sufrimiento, desorientación, desánimo y pérdida de sentido. A veces os preguntaréis por qué estáis aquí y si deberíais seguir. Tales momentos son parte necesaria y dolorosa de la formación, conforme vais creciendo como dominicos. Si no se dieran estos momentos, entonces la formación no os habría afectado en profundidad.
Formación en nuestra tradición no es moldear un sujeto pasivo hasta que salga un producto en serie, "Un dominico". Se trata de un acompañamiento nuestro a la respuesta que vosotros deis a la triple llamada recibida: de Cristo resucitado, que os invita a seguirle; de los hermanos y hermanas, que os invitan a ser uno de ellos; y la respuesta a las exigencias de la misión. Si respondéis plena y generosamente a estas llamadas, entonces cambiaréis. Exigirá de vosotros una muerte con la esperanza en el Señor, que da la resurrección. Será al mismo tiempo doloroso y liberador, apasionante e inquietante. Os formará según la persona a la que Dios os llama a ser. Este es un proceso que continuará a lo largo de toda vuestra vida dominicana. Los años de formación inicial son sólo el comienzo. Os escribo esta carta para animaros en vuestro viaje. ¡No os deis por vencidos cuando el camino se haga difícil!
Tomaré como texto para abordar este tema el encuentro de María Magdalena, patrona de la Orden, con Jesús en el huerto (Juan 20, 11-18).