Cuento: "El ratón campeón "
El cuento "El ratón campeón" narra cómo un león, tras atrapar a un ratón, decide liberarlo. Tiempo después, el león queda atrapado en una red y el mismo ratón, recordando su gesto, lo libera royendo las cuerdas. La historia enseña que incluso los más pequeños pueden ser de gran ayuda y resalta la importancia de la bondad y el respeto mutuo.
Cuento infantil: "El ratón campeón
"Hola peques.¿Cómo estáis? No me he olvidado de vosotros, sólo que tengo otros quehaceres y además, con eso de las vacaciones, hasta la imaginación se vuelve perezosa. Haciendo memoria de mis lecturas de chaval, ahí os va la historia del ratón campeón.
Es tan antiguo como el Evangelio, que debemos ser respetuosos con nuestro prójimo: "Amaos los unos a los otros como Yo os he amado", nos enseñó Jesús, y para amarnos, tenemos que empezar por respetarnos y ayudarnos.
Pero, fijaos que dijo... "unos a otros", en general, no dijo "a tus parientes o amigos o a los que te caigan bien" No dijo eso; fue mucho más lejos cuando dijo: "Amad a vuestros enemigos".
Amar es dar y ayudar: dar de lo que tenemos al que carece de ello, y ayudar al que lo necesita. Y es que, además de ser bueno, nos conviene; porque no sabemos cuándo, ni cómo, ni a quién podemos necesitar en un momento determinado, como lo prueba la historia que os voy a contar, tal como la recuerdo de la lectura de una fábula cuando yo era chaval.
Resulta que era un león precioso, joven y vigoroso, con abundante y dorada melena. Después de zamparse un cervatillo, se echó a dormir la siesta plácidamente a la sombra de un árbol.
Estaba en lo mejor de su sueño, cuando una pandilla de ratones impertinentes salió de su madriguera cercana, chirriando y saltando como adolescentes en discoteca.
Sin miramientos ni respeto al reposo del rey de la selva, chirriaban y chirriaban a su alrededor y, hasta un tarambana se permitió subir de un salto a sus lomos y saltar allí como un energúmeno.
El león se despertó irritado y dio un rugido estremecedor. Y aquella caterva de ratones, asustados, se metieron en su madriguera como alma que lleva el diablo.
Pero, pasado el susto, al cabo de un rato asomaron de nuevo y viendo que el león parecía dormido, otra vez salieron y comenzaron el jolgorio ratoneril acercándose en sus carreras hasta las mismas barbas del león.
Éste, que sólo se hacía el dormido, alargó su garra y ¡zas!, atrapó al más imprudente, pegando otro rugido y enseñándole los dientes. No es que quisiera comérselo, porque para un león, un ratón es una nonada; además no tenía hambre por haberse comido un cervatillo; sólo quería hacerle reflexionar. Pero el ratón, aterrorizado, estuvo a punto de sufrir un infarto. Y lo que sí muerto de miedo, le sucedió lo que dice Cervantes en El Quijote,- "se fue por entrambas canales",- es decir, se hizo "pipí y popó". Y con las pocas fuerzas que le quedaban, con un hilito de voz suplicó: "Misericordia, señor león, ¡suélteme, suélteme! ".
El león, noble rey de la selva pensó muy bien, que no valía la pena abusar de su fuerza, y magnánimo, abrió la garra dándole la libertad que, por descontado, el ratoncillo agradeció al cielo y al león, con todo su corazón.
No habían pasado muchos días, cuando unos cazadores furtivos, queriendo atrapar a aquel hermoso león, le tendieron una trampa: colocaron un artilugio de fuerte red y como cebo, pusieron un cochinillo como esos que asan tan ricamente en el mesón segoviano de Cándido.
El león ya hambriento, no lo dudó ni un instante al oír los chillidos del cochinillo y sin más pensarlo, se tiró a devorarlo quedando enredado en la trampa.
No pudiendo escapar, manifestó su desesperación con tremendos rugidos que, al oírlos, hizo que todos los ratoncillos se asomaran fuera de la madriguera a ver qué pasaba. Visto lo cual, el que había sido perdonado cuando estaba preso en la garra del león, convenció a sus compañeros para que le ayudaran. Y acudiendo donde estaba el león, a toda velocidad royeron buena parte de la red, haciendo posible que el león saliera por el agujero que en ella hicieron.
Con tal proeza, se ganaron la gratitud y amistad del león quien declaró al ratoncillo promotor de la misma, Campeón.
Y a partir de entonces, dice la historia que ya los leones no cazan ratones.
Por eso, el que escribió esa historia terminó diciendo:
" Conviene al poderoso
para con los infelices ser piadoso.
Pues tal vez se puede ver necesitado
del auxilio de aquel más desdichado".
Hacer el bien sin mirar a quién, además de precepto divino, nos conviene.
¡Hasta la próxima, amigos!