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Cuento: Evandro, antes Acracio

10 de diciembre de 2023
Etiquetas: Infantil / cuentos

Cuento: Evandro, antes Acracio

El cuento narra cómo Acracio, un niño impulsivo, cambia gracias a la educación y se convierte en Evandro, un "buen hombre".

Cuento infantil: Evandro, antes Acracio

Era allá en la antigua Hélade, país al que hoy llamamos Grecia.

Allí, como en otras civilizaciones antiguas, a los niños se les ponían nombres simbólicos, que auguraban bienes o afirmaban cualidades .Y así, v.gr .les llamaban Macario, que significa dichoso; o Atanasio ( = inmortal),o Ireneo (= pacífico); o Dorotea (=don de Dios);o Eugenia (= bien nacida),etc.

Sucedía lo mismo entre otros, con los hebreos, v. gr..Isaías ,con significado de "Yahvé salva"; o Jacob (= Dios protege);o Susana (= Lirio),etc.

Hoy, abundan todavía nombres cristianos, tomados del santoral (apóstoles, mártires, etc.);pero está entrando la moda de nombres extraños de "artistos" y artistas cinematográficos y con frecuencia poco ejemplares.

Cuenta, pues, la historia que, en la vieja Hélade había una acomodada familia que tuvo un hijo, tan impulsivo desde su nacimiento, que dieron en llamarle en bromas Acracio: Y con Acracio se quedó. Acracio, entre otras cosas, significa "violento" y carente de respeto a la autoridad.

En efecto, Acracio bebé era una furia: berreaba como un descosido por un quítame allá esas pajas. Se destapaba violentamente, daba manotazos a la comida, se revolvía en la cuna como un energúmeno, por lo que había que vigilarle noche y día para que no se cayera.¡Un desastre de niño, vaya!

Ya crecidito, era el terror de los perros y gatos de la casa: les daba puntapiés, les tiraba brutalmente del rabo o las orejas, aterrorizaba al canario de la jaula..¡un desastre!

Claro que a pesar de ello, los papás le querían mucho, como quieren a los hijos todos los buenos padres y le aguantaban lo indecible y hasta se lo reían como "gracias" del niño.

Y como hijo único que era, a medida que fue creciendo siguieron consintiéndole todo, con lo que el mocosuelo cada vez se hizo más montaraz e insoportable. Y por fuerza de la costumbre y porque le iba como anillo al dedo, siguieron llamándole Acracio, como otros padres siguen llamando Bomby (diminutivo de bombón) con que empezaron a llamar a su niño cuando nació y siguen llamándoselo en familia incluso cuando es mayor.

Y con Acracio acabó conociéndosele en el barrio, apelativo muy adecuado a sus desmanes.

Ya en edad escolar, con su indisciplina e impertinencias, fue permanente dolor de cabeza para sus maestros.

Y para sus condiscípulos, el terror. Agresivo, insultón, peleón.Cada día llegaban a casa, quejas de su mal comportamiento; de los maestros, porque no conseguían orden en clase por su culpa.

Y de los padres de sus compañeros, porque con harta frecuencia volvían sus hijos con la nariz sangrando, el ojo hinchado de un puñetazo o acobardados por los insultos y amenazas del bravucón Acracio.

Fue así como un día su padre, ya harto, le plantó cara y le dijo:

Eres la vergüenza de la familia y esto se acabó. De ahora en adelante, cada vez que te propases con maestros o compañeros, plantarás una estaca en el cerco del jardín; hoy mismo traeré un ciento de ellas de casa del carpintero.

Y dicho y hecho, sobre el césped del jardín aquel mismo día aparecieron cien pesadas estacas.

No hubo que esperar mucho: al día siguiente llegaron más quejas y así un día tras otro.

Y Acracio, haciendo hoyos con un pesado azadón y clavando estacas en el suelo bien clavadas, haciendo una especie de valla en el amplio jardín. Sus manos pronto se llenaron de ampollas y callos, pero el padre fue implacable: O te corriges, o plantas estacas hasta que se te gasten las manos, le dijo.

Acracio comenzó a reflexionar y comprendió que era menos penoso dejar de insultar, pelearse o ejercer de impertinente durante las clases, que aquella tortura insufrible de ampollas y callos.

Y empezó a corregirse con la misma energía que antes había usado en pelearse, por lo que al cabo de algunas semanas ya no llegaron más quejas a sus padres y Acracio pudo decir: ¡Papá, ya no tengo que plantar más estacas!

Su padre le dio la enhorabuena. Pero conocedor de la fragilidad humana, para que lo pensará todavía más, el padre le dijo: Te felicito, pero como desdicen las estacas que has plantado con la belleza del jardín, ahora vas a sacar una cada día.

Acracio, ya domesticado, no protestó antes bien obedeció, con lo que se reafirmó en su buen comportamiento.

Más aún: mientras las arrancaba, cantaba, porque se sentía feliz.

Porque sus maestros ahora le apreciaban en alto grado y reconocían sus muchas cualidades y buena aplicación. Y sus compañeros, que antes le rehuían y aborrecían, ahora se habían hecho buenos amigos.

Su padre quiso darle una última lección. Le llevó al jardín y le dijo: "¡Mira cuántos agujeros quedan afeando el jardín!

Cuando insultas y zahieres a alguien, aunque luego pidas excusas, le quedarán las cicatrices de la herida que le hiciste, como quedan los hoyos de las estacas que plantaste.

Tu mismo has comprobado que es más fácil dominarte que plantar estacas y además has ganado muchos amigos.

En adelante, si ofendes a alguien sin querer, pídele perdón mirándole a los ojos, para que vea tu sinceridad en tu mirada.

No ofendas ni juzgues mal a nadie.

Y si dices a alguien "te quiero", díselo en serio y que no sea ficción. Y da siempre a todos en afecto y en servicios mucho más de lo que esperan de ti y serás amado por todos" .

Y dice la historia que Acracio aprendió tan bien la lección, que ya nadie le llamaba Acracio, (sinónimo de anarquista y violento), sino que empezaron a llamarle Evandro que significa hombre bueno. Y es con el nombre de Evandro como pasó a la historia; nombre que aunque nos suene raro, debiera ser común para todos los hombres.

¡Hasta la próxima, peques!