Cuento: "La historia del Ji-haokan"
El cuento enseña que la excelencia requiere práctica constante, como muestra un pintor al crear un gallo perfecto en segundos tras años de preparación.
Cuento infantil: "La historia del Ji-haokan"
Ya en los umbrales de septiembre, - mes purgatorio para estudiantes perezosos que suspendieron en junio, - surge en mi memoria la historia de "Ji-hâokán", expresión china que equivale a "GALLO HERMOSO", gallo perfecto.
Debo confesar mi admiración y mi simpatía al pueblo chino, pueblo laborioso y paciente, pueblo de milenaria sabiduría, cuyas sentencias de muchos de sus sabios, en nada desdicen de la mejor moral cristiana. Vaya alguna por vía de ejemplo:
"Quien planta una virtud, debe regarla cada día; quien quiera suprimir un vicio, debe arrancar su raíz" (Anales,c. "T'ai sin").
Otra: La dicha sigue a la bondad y la desdicha al vicio, como el eco a la voz y la sombra al cuerpo". (Anales,c. "Consejos a Yu").
Desafortunadamente conocemos mal su rica literatura, cuajada de sabias reflexiones y enseñanzas. Hoy voy a tratar de recordar -inspirándome en ella- la historia del GALLO HERMOSO o "Ji-hâokán".
Era allá en la antigüedad -"gudai" dicen los chinos- y en el gran imperio "Zuongguó" como ellos llaman a su tierra (país del centro, al pie de la letra).
Regía los destinos del pueblo un "bàowáng" o emperador déspota y caprichoso; sus antojos eran órdenes a vida o muerte. Fue así, como un día de correrías por sus dominios, vio cantar a un espléndido gallo de cuya gallardía (nunca mejor dicho), quedó prendado.
Vuelto a palacio, mandó llamar a un "zhuö huàjiä" o pintor, el más renombrado del imperio ordenándole que le pintara un gallo perfecto.
Por supuesto, el pintor acató la orden porque le iba la vida en ello, y puso manos a la obra: escogió los pinceles más finos, los colores más vivos, el lienzo más adecuado, y todos los días hacía numerosos ejercicios pintando gallos.
Pasaba el tiempo; "yông jiû", mucho tiempo según la historia; "tai", es decir, demasiado.
El emperador, ocupado en sus funciones y sus fiestas lo había olvidado. Pero un buen día se acordó y fue en su busca del pintor dispuesto a decapitarlo a causa de la tardanza en el cumplimiento de su orden.
Ya en su presencia, iracundo, le llamó"chün bëilié" (estúpido y vil) por no obedecer sus órdenes prontamente. Y le dijo: ¡ahora mismo la pintura "xiànzài tihuá"!
El pintor no se inmutó: Tomó los pinceles, se acercó a un gran lienzo ya enmarcado, y en menos que canta un gallo, o como dicen otros, en un santiamén, pintó un magnífico gallo de colores al que sólo le faltaba cantar.
El emperador quedó estupefacto y boquiabierto y no supo decir sino ¿"yinwei"? (¿por qué?) ¿Por qué había tardado tanto en cumplir su orden cuando en cuestión de segundos había pintado aquella maravilla?
El pintor, sencillamente le explicó: majestad, en el decurso del año no hice sino repetir miles de veces ese ejercicio para conseguir pintarlo a la perfección en un instante.
Al emperador le pareció tan sabia y razonable la respuesta, que en vez de sentenciarle a muerte le declaró "péngyou"que viene a significar amigo-amigo, es decir amigo de verdad.
Esta "lishi" o "historia" me sugiere las brillantes notas que un estudiante diligente podría sacar no ya en septiembre, sino en junio, de aplicarse perseverantemente en el ejercicio del estudio.
Y.¿si además los jóvenes imitaran esa perseverancia del pintor chino en practicar la virtud y buenas maneras? Eso sería "plantar la virtud y regarla cada día" como dice la sabia sentencia citada arriba, y tendríamos la juventud más maravillosa de todos los tiempos.
¡Hasta la próxima, peques!