Cuento: Dios no tiene todo
El cuento "Dios no tiene todo" relata la historia de un ermitaño que, al reflexionar sobre la perfección de Dios, se pregunta qué podría faltarle. Un ángel le revela que Dios carece de sus pecados, ya que aún no se los ha entregado. Este relato enfatiza la importancia de reconocer nuestras faltas y confiarlas a Dios, quien, en su infinita misericordia, está dispuesto a perdonarlas.
Cuento infantil: "Dios no tiene todo"
Hola peques:
Seguro que habréis oído a vuestros catequistas que Dios es un Ser perfecto, infinitamente rico en Bondad, Verdad, Belleza, etc… y… sobre todo en Amor.-
Se podría decir entonces que no le falta nada.
¡Pues sí señor, le falta algo de lo que tiene gran necesidad! ¿Sabríais decirme qué le falta?
Os lo diré yo con esta interesante historia, que los papás podrán completarla con sus explicaciones.
Mirad: En los primeros siglos del cristianismo, los cristianos eran gentes muy creyentes y practicantes. Tanto que muchos, y con frecuencia muy ricos, daban a los pobres su bienes y se retiraban a los desiertos, porque no les importaban las cosa de este mundo y sólo querían encontrarse plenamente con Dios. ¿Cómo? Pues dedicando su vida a la oración, que es levantar el pensamiento y el corazón a Dios, ayudándose para ello con la lectura reposada de la Sagrada Escritura. Allí en los desiertos, -que no son sólo arenales, sino también zonas montañosas y llenas de pedregales y profundos barrancos-, solían habitar en cuevas naturales, abundantes en ciertas regiones como en Egipto.
Esos cristianos, a quienes se les llama eremitas o ermitaños, dedicaban su vida, digo, a la oración y meditación, alternando a ratos, algunos trabajos manuales, tales como tejer cestas con mimbres o juncos de las orillas del Nilo. Su alimentación era muy sobria y frugal: hierbas, alguna hortaliza plantada en algún palmo de tierra entre las rocas, o algún mendrugo de pan duro, si en poblados cercanos se lo daban a cambio de alguno de sus trabajos manuales.
Las gentes los consideraban santos y a la verdad que lo eran: porque eran en verdad hombres de Dios, que eso es ser santo.
En un determinado tiempo había uno entre ellos que era tenido por extraordinario, tanto por su bondad como por su conocimiento de las cosas de Dios; le llamaremos Teófilo, que en griego quiere decir amante de Dios.
Teófilo estaba un día de Nochebuena en profunda oración, meditando el misterio del nacimiento del Señor, cuando… ¡zas! de repente se le apareció el Niño Jesús ya un poco crecidito.
Teófilo quedó boquiabierto de admiración, y casi se desmaya cuando Jesús le echó los brazos a cuello y le dio un apretado abrazo.
Jesús: -Te quiero mucho, Teófilo, muchísimo.
Teófilo: -Y yo a Ti, Señor.
Y luego…(lo mismo que hacéis vosotros cuando queréis sacar algo a papá o a mamá ¡ y qué bien sabéis hacerlo, pillines!, les decís ¡ay papá, ay mamá, cuánto te quiero…¿me compras esto o lo otro?)
Jesús hizo algo parecido:
Jesús: -Sí. Teófilo, te quiero mucho; ¿qué me das a cambio?
Teófilo: -Todo mi ser, Señor, toda mi vida y todo mi amor.
Jesús: -Muy bien, pero todo eso es mío, pues soy yo quien te lo di a ti.
Teófilo: -Pues te doy mi cueva, este monte, el desierto todo.
Jesús: -Eso es también mío, Teófilo; fui yo quien lo creó.
Teófilo: -¡Ah!..te doy estas cestas que hice.
Jesús: -Teófilo, también son mías: yo hice nacer los juncos y mimbres y te di la habilidad para que supieras tejerlos. Yo quiero que me des algo tuyo, exclusivamente tuyo, algo que yo no tengo.
Teófilo: -Pues no caigo, Señor…te doy todo lo que tengo: mi ser, mi cueva, mis cestas, el monte el desierto…¡No tengo más, Señor!
Jesús: -Sí Teófilo: tienes una cosa que es exclusivamente tuya, que yo no tengo pero que necesito absolutamente.
Teofilo: -Perdóname, Señor, pero no veo lo que pueda ser.
Jesús: -Lo has dicho sin darte cuenta, al decir “perdóname”… Eso necesito: que me pidas perdón por los pecados que hayas podido cometer en toda tu vida, para que yo pueda ejercitar mi AMOR MISERICORDIOSO.
Eso necesito de los hombres: la petición de perdón por sus pecados, porque..DIOS ES AMOR, y la manifestación más perfecta del amor es el perdón total y gratuito. ¿No vine yo al mundo para eso, para perdonar a todos los que reconozcan su pecado y pidan perdón que es la única forma adecuada de reconocerlo?
Como veis, peques… también Dios necesita algo: el humilde reconocimiento de nuestros pecados, - es lo único exclusivamente nuestro-, y la petición de perdón, para que El pueda ejercitar su más exquisito amor.
Por eso nos enseñó a rezar: “Padre nuestro que estás en los cielos..perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos han ofendido”...
Esa es la única condición que nos pone.
Estoy seguro de que habéis entendido la historia.-
Pero me pregunto...:
¿Por qué habrá tantas personas mayores que no lo entienden?
¡Qué lástima! ¿Verdad? Vosotros no lo olvidéis nunca.