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Ecce salutatio Paschalis Magistri Ordinis

12 de abril de 2020

Ecce salutatio Paschalis Magistri Ordinis

Felicitación pascual de los últimos Maestro de la Orden de Predicadores: Gerard Timoner, Bruno Cadoré, Carlos Azpiroz y Timothy Radcliffe

Juan nos lo dice en el Evangelio: En la tarde de ese primer día de la semana, cuando los discípulos estaban reunidos, con las puertas cerradas por miedo a los judíos, Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: "¡La paz con vosotros!"

gerard timoner abrazo 

Queridos hermanos y hermanas,

El Señor ha resucitado, ¡Aleluya! Pero al igual que los discípulos que estaban reunidos con las puertas cerradas cuando Jesús se apareció, permanecemos con las puertas cerradas de nuestros conventos o casas porque es un acto de caridad para ayudar a prevenir la rápida transmisión del corona virus que ha cobrado la vida de miles de personas, incluyendo algunos de los nuestros. Incluso mientras cantamos aleluya, no podemos apagar el temor en nuestros corazones, o buscar respuestas a las preguntas que se formulan en nuestras mentes: ¿Cuándo podremos volver a compartir el pan Eucarístico con nuestra gente? ¿Cuándo podremos visitar y tomar de la mano a los ancianos y vulnerables? ¿Cómo podrá sobrevivir nuestra gente cuando se pierden muchos trabajos y muchos podrían perecer de hambre o de enfermedad? ¿Cuánto tiempo durará esta peste?

Los hermanos aquí en Santa Sabina me propusieron que enviara un saludo y ofreciera unas palabras de esperanza en esta Pascua tan fuera de lo comun en este tiempo de pandemia. No podía hacer esto solo. Así que invité a nuestros hermanos que sirvieron a la Orden como Domingo, y que son símbolos de nuestra unidad en la Orden. Escuchemos entonces a fray Timothy, fray Carlos y fray Bruno:

timothy radcliffe titulo

¡Felices Pascuas! Casi veinte años después de terminar mi mandato como Maestro, aquí estoy todavía, más viejo, más gordo y con menos pelo, ¡pero todavía vivo! Y estoy muy agradecido por la invitación de nuestro Maestro, fray Gerard, para decir unas palabras.

¡Felices Pascuas! Hace unos días terminé un mes de estudios en la Escuela Bíblica de Jerusalén. Bajé al Santo Sepulcro para decir una última oración en la tumba de Jesús. Debido a la pandemia, no había nadie más allí. Los turistas estaban todos ausentes.

Hoy celebramos otra ausencia. Que Jesús ya no estaba allí. La piedra ha sido removida y la tumba está vacía. Jesús es liberado del confinamiento de este oscuro lugar. Pronto celebraremos su ascensión al Padre, que está en todas partes.

Hoy en día, miles de millones de personas están encerradas en sus casas debido a esta terrible pandemia. Sus hogares se han convertido en prisiones. Esperamos sin saber cuánto tiempo va a durar esta situación. Muchas personas se sienten aisladas y solas.

Hoy predicamos la buena noticia de que Cristo Resucitado nos libera de todo lo que nos aprisiona y confina. Esto es lo que la Familia Dominicana está haciendo en todo el mundo de miles de maneras diferentes. Sólo tres ejemplos entre cientos.

Pienso en nuestros hermanos de la fraternidad laica en la Penitenciaría Estatal de Norfolk, Massachusetts, USA. Todos están encarcelados, algunos por largas condenas. Pero en ese oscuro lugar son portadores de esperanza y predicadores del evangelio. Ninguna prisión puede confinar su mensaje.

Pienso en nuestros hermanos y hermanas en Irak. A menudo están exhaustos, viviendo cada día con el peligro de la violencia y la persecución. Pero siguen enseñando y predicando. Se niegan a que el miedo los encarcele.

En todo el mundo, estamos llamados a liberar a la gente de la prisión. Si vamos a hacer eso, cada uno debe preguntarse ¿qué me encarcela?. Supongo que siempre es el miedo a amar plenamente. El amor es peligroso. Fray Herbert McCabe solía decir: "Si amas, serás herido, tal vez muerto. Si no amas, ya estás muerto”. Cristo Resucitado está herido. No debemos temer ser heridos. Se corre el riesgo de amar más.

Tampoco deberíamos estar oprimidos por el miedo a la muerte. Uno de mis mejores amigos en la Orden, fray David Sanders, murió hace poco a causa de la Covid 19. Cuando se enteró de que se estaba muriendo, me pidió un buen libro sobre la muerte. No tuvo miedo de mirarla a la cara. El dijo: "Si he estado predicando la resurrección todos estos años, será mejor que demuestre que creo en ella”.

Finalmente, en este día de Pascua, acerquémonos a nuestros hermanos o hermanas en nuestras comunidades que parecen estar aislados. Que nadie se sienta solo hoy. Abramos la puerta para cada uno.

Respiremos libremente del oxígeno de Dios, el Espíritu Santo que pronto será enviado. Una hermana en la Escuela Bíblica sufría de asma. Se le dio un poco de oxígeno. Ella dijo, “Esto es el cielo. Puedo respirar”.

Respiremos libremente el oxígeno de Dios, el Espíritu Santo! ¡Felices Pascuas!

carlos azpiroz titulo

Agradezco a fray Gerard, nuestro Maestro, esta posibilidad de unirnos y abrazarnos a distancia, más allá de los confinamientos o aislamientos a través de la belleza y la cercanía de la fe, la comunión en Cristo Resucitado.

A lo largo de los últimos años... (por recordar solo algunos ejemplos) hemos sido “afectados” por diversas epidemias (SARS, EBOLA, COVID -19)...

Hemos rezado con el Salmo: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno, la peste que se desliza en la tiniebla, la epidemia que devasta a pleno sol... [Salmo 91 (90)].

La angustia y la ansiedad de estos tiempos que atravesamos... se disipan ante el calor y color de la Pascua.

En la Vigilia Pascual, aún a través de los medios de comunicación y redes virtuales, volveremos a ser testigos de signos muy elocuentes. Entre ellos destaco el siguiente: el celebrante “marca” el Cirio Pascual, uniendo al gesto estas palabras:

+ CRISTO AYER Y HOY, PRINCIPIO Y FIN

(marcando sobre el cirio las líneas vertical y horizontal de la cruz),

+ ALFA Y OMEGA

(marcando las dos letras del abecedario griego arriba y debajo de la cruz).

+ A ÉL PERTENECEN EL TIEMPO Y LA ETERNIDAD. A ÉL LA GLORIA Y EL PODER, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMÉN

(marcando la cifra del año actual 2020).

Finalmente, acabada la inscripción de la cruz y de los otros signos citados, se fijarán en el cirio los granos de incienso en forma de cruz mientras escuchamos:

+ POR SUS LLAGAS SANTAS Y GLORIOSAS NOS PROTEJA Y NOS CONSERVE CRISTO EL SEÑOR: AMÉN.

El sacerdote enciende el cirio pascual con la llama del fuego nuevo mientras dice: Que la luz de Cristo gloriosamente resucitado disipe las tinieblas de la inteligencia y del corazón. Con el cirio encendido dirá tres veces ¡La luz de Cristo! y responderemos allí donde nos encontremos ¡Demos gracias a Dios!

Santo Tomás Apóstol confesó «Señor mío y Dios mío» al contemplar las llagas del Señor. No era una respuesta a un nuevo milagro o a una acabada exposición magistral de Jesús acerca del sentido del dolor, de la muerte o de la vida (cf. Juan 20, 28).

El Señor no vino a explicarnos el dolor, la muerte, la vida ... sino a llenarlos de su presencia desde la ternura y misericordia de Dios. Fray Bruno ha querido siempre recordarnos esto.

Predicamos como Santo Domingo la compasión de Dios. Vivimos la comunión en la misma pasión. Nuestra predicación es COMPASIVA.

Esto nos ilumina desde dos perspectivas: Una más activa: PASIÓN significa fuerza, impulso, energía, dinamismo ¡DESEO! (Cuántos santos hablan y experimentan el deseo de Dios como motor de la vida espiritual) Fray Timothy nos ha hablado mucho de la importancia del DESEO.

Jesús murió llevado por la pasión por el Padre y los Hermanos

La otra perspectiva es quizás más “pasiva”: la pasión entendida como padecimiento, el sufrimiento, el dolor, las lágrimas... el saber soportar todo ello. El Señor murió porque los hombres y mujeres morimos. Murió porque también los hombres y mujeres matamos.

Las heridas del Resucitado son la evidencia de la pasión de Jesús

La vida y predicación de Santo Domingo está atravesada por esta doble PASIÓN por Dios, por los hermanos; de la pasión por saber padecer.

Fray Damian Byrne solía sintetizarlo con sencillez: vendiendo sus libros por amor a los pobres; predicando la misericordia por amor a los pecadores (llorando por ellos y preguntándose ¿qué será de los pecadores?); entregado a la misión sin confines por amor a los que están lejos y no conocen a Dios, los

paganos (sin ningún acento despectivo) deseando morir si fuera necesario.

Fray Vincent De Couesnongle preguntaba a la Familia Dominicana “¿Dónde están mis cumanos?”

Cuando se habla de epidemias o enfermedades se suele usar una expresión: “son o somos portadores de tal o cual virus”

Pero en realidad somos portadores de una Buena Noticia: JESÚS VIVE.

Que esta Pascua nos encuentre portadores de 3 signos evangélicos, que sintetizan la verdadera alegría, aquello que realmente no podemos contener, encerrar, limitar y se difunden sin límite:

LA LUZ que no podemos poner debajo de una mesa ¡Porque viene el Esposo y salimos a su encuentro!

LA MÚSICA que todos escuchan a distancia ¡Porque hay fiesta! (hasta el hermano del hijo pródigo... que no quiso entrar en la fiesta)

EL PERFUME de María que inundó toda la casa porque este es el aroma con el que se reconoce a los predicadores del Evangelio.

Mis queridos hermanos y hermanas en Santo Domingo y Santa Catalina FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN!

bruno adore titulo

Buenos días a todos ustedes, mis queridos hermanos y hermanas. Me uno de todo corazón a fray Gerard, nuestro Maestro de la Orden, y a los hermanos Timothy y Carlos para desearles una hermosa y santa Pascua. Tantos rostros, tantos recuerdos llegan a mi corazón, mientras lo hago, pensando especialmente en aquellos de ustedes que han sido aún más afectados que otros por esta pandemia que está casi paralizando al mundo entero. Y sin embargo, sí, incluso en estos momentos dificiles, les deseo una hermosa y ferviente Pascua. Que afiance aún más en nuestros corazones la fe en que la vida de Cristo resucitado es más fuerte que toda la oscuridad, el miedo y la muerte.

Experimentamos este ascenso hacia la Pascua en una cuaresma insólita, marcada por la amenaza de una pandemia, su progresión casi inevitable y el desconcierto ante sus estragos a nuestro alrededor. Para muchos, es un tiempo de confinamiento, de aislamiento, de distancia de de aquellos a quienes quisiéramos tener cerca para compartir con ellos la alegría del encuentro con Jesucristo. Un momento de ansiedad para nuestras hermanas, nuestros hermanos, nuestras familias, nuestros amigos y todos los que nos rodean. Un tiempo de dolor, enfermedad y luto. Una época de dramas económicos causados por el cese de los negocios y el confinamiento, que dibuja un horizonte incierto y peligroso, con el temor de que vuelva a perjudicar a los que ya tienen una vida difícil. Temor de que, en el momento de la recuperación de la crisis, vuelvan a ser los primeros olvidados, las primeras víctimas. De hecho, la crisis de la pandemia ha puesto de manifiesto, bajo una luz más neta que nunca, las desigualdades, las divisiones, las opciones de gestión económica y política de las que somos conscientes ahora, y la necesidad urgente de cuestionarlas si queremos que el bien de todos sea realmente nuestra prioridad común.

Por supuesto, el mundo saldrá de esta crisis. ¿Pero cómo? ¿No debería ser la Pascua una oportunidad para que los cristianos digan que esta salida no debería ser como un regreso a la vida del pasado? ¿No confesamos que de la kénosis de Cristo brota una nueva vida, vida de la qual olvidamos demasiado rápido lo que los humanos podemos lograr, puesto que es Dios mismo que, en su Palabra, es la fuente?

Saldremos del encierro como los discípulos cuando, después de estar petrificados por los acontecimientos de la Pasión y de no atreverse a creer el anuncio de las mujeres que habían encontrado la tumba abierta, salieron del cenáculo. Pero estos hombres y mujeres no salieron de la misma que entraron, y es precisamente este ímpetu el que Domingo quiso inscribir en el corazón de la Orden desde sus inicios aquí en Prulla, desde donde tengo la alegría de saludarles hoy.

De la mesa de la última cena compartida con su Maestro los discípulos salieron como testigos. Salieron como hermanos y hermanas para anunciar un futuro fraterno para la humanidad. Un futuro en el que todos se preocupan mutuamente por el destino de los demás, comenzando por aquellos a quienes el mundo, cuando cree que está yendo bien, los ha confinado en sus periferias. Un futuro que no puede reducirse únicamente a los imperativos del liberalismo económico, ni solamente a la protección de la vida biológica sin tener en cuenta la dignidad global de cada persona. Este año, la Pascua es el tiempo favorable para anunciar el fin de estas omisiones y rechazos.

Ellos salieron como discípulos formados por el Libro de la Caridad, de la vida entregada y compartida desde la cruz que, de instrumento de humillación, se convirtió en cátedra cuyo titular es la Palabra de la Verdad. Este libro de la vida que enseña que no se puede ofrecer la vida sin despojarse de la propia. Que el mundo no puede pensar en un futuro de vida y paz para todos sin cambiar radicalmente las prioridades que quiere dar al despliegue de la creatividad con la que la humanidad habita y transforma el mundo para convertirlo en un mundo hospitalario para todos, empezando por aquellos que hoy apenas tienen un lugar en él, que apenas tienen un nombre. Después del confinamiento será tiempo de cambiar para cuidar realmente nuestra casa común.

Ellos salieron del cenáculo como discípulos misioneros, felices de unirse a todas las lenguas y culturas, para prolongar la conversación de amistad iniciada por la Palabra de Dios que vino a cumplir en plenitud la promesa del pacto hecho por Dios al principio de todo. Una conversación que ya no puede reducirse a juegos de influencia y poder entre naciones, que no puede confundir verdad y falsedad en la política, que no puede resumirse en un historial de éxitos que aplaste a los más humillados del mundo, que no puede aceptar que el miedo entre las personas es la única matriz posible para construir un futuro.

Ellos salieron como discípulos misioneros. Fortalecidos por la vida resucitada de Cristo, quisieron anunciar que la comunión entre los hombres no puede ser el fruto de la confrontación de fuerzas y poderes, ocultamiento irrisorio de la vulnerabilidad y la ignorancia. La comunión es fruto de la humilde aceptación de que el hombre no puede dominarlo todo. Anunciaron que la grandeza del hombre no está en la construcción de un mundo manipulable porque sería plasmado a la medida e imagen del hombre. Anunciaron que la grandeza del hombre reside en su ardiente deseo de habitar humildemente un mundo que el hombre recibe y ofrece gratuitamente a los cercanos y a los lejanos. Un mundo de comunión fraterna y de futuro en común. Un mundo en el que cada persona puede crecer con todos en la esperanza compartida de un futuro con todos y para Dios.

Que esta Pascua nos haga, a ejemplo de Domingo, testigos, predicadores y promotores de esta comunión. ¡Feliz y santa Pascua para todos ustedes!

4 maestros op

Thank you very much Brother Timothy! 

¡Muchas gracias fray Carlos! 

Merci beaucoup frére Bruno!

¡Gracias por vuestros mensajes tan reconfortantes para todos nosotros, miembros de la Familia Dominicana! Quiero pensar que mi pequeña contribución en este extraordinario saludo comunitario de Pascua es decirles, hermanos y hermanas, que al aceptar unirse a mí para enviar un saludo de Pascua en este tiempo de pandemia, estos hermanos nos han demostrado ¡que no estás solo, que no estamos solos!

Nuestro maestro de novicios nos dijo hace unos años: ¡Ser dominico es pertenecer a una Familia! Y esta Familia está en todo el mundo. Fray Timothy envía sus saludos desde Oxford, Inglaterra, Fray Carlos desde Bahía Blanca, Argentina, Fray Bruno desde Prulla, Francia, y yo estoy aquí en la habitación de Santo Domingo en Santa Sabina. Estamos todos unidos en esta situación, enfrentando la amenaza de la enfermedad y la muerte, cuidando a los enfermos, llorando el fallecimiento de algunos hermanos y hermanas, encontrando nuevas formas de predicar y compartir reflexiones, invitando a la gente a unirse a nosotros en línea en nuestra oración y liturgia, haciendo obras concretas de misericordia como compartir comida y equipos de protección con los que cuidan a los enfermos.

Muchos cristianos celebraron el Triduo Pascual con las puertas cerradas. ¿Serán nuestras vidas las mismas después de la pandemia? Y lo que es más importante, ¿Deberían ser nuestras vidas las mismas después de la Pascua? Nuestro Señor Resucitado entra cuando las puertas cerradas, nos saluda con su paz y nos dice que no tengamos miedo. Cuando todo parece desesperado y nos sentimos impotentes, nuestro Señor Resucitado nos asegura que nos verá en "Galilea". Es el lugar donde los Apóstoles encontraron su vocación. Nuestra "Galilea" es la historia de nuestra vocación. Es allí donde Jesús le preguntó a Pedro, "¿me amas?" Como predicadores, laicos u ordenados, activos o contemplativos, nos convertimos en dominicos porque dijimos "sí" cuando escuchamos la misma pregunta en lo profundo de nuestros corazones. Y Jesús nos dice: "Apacienta mis ovejas". Hay tanta hambre hoy: hambre del Pan de Vida, hambre de la Palabra de Dios, hambre de comida, hambre de compasión y solidaridad. Por el amor de Jesús, continuemos alimentando el rebaño del Señor Resucitado.

¡Feliz Pascua a todos ustedes! ¡Aleluya!