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El apostolado del Rosario

29 de marzo de 2017
El apostolado del Rosario

El Rosario: una herencia de la que sentirse orgullosos. Carta del Maestro de la Orden Couesnongle del 31 de mayo de 1976, sobre el Apostolado del Rosario

Una tradición firmemente establecida, no solamente en la Orden sino también en toda la Iglesia, nos considera los herederos de la misión confiada por María a nuestro P. Domingo: «Ve y predica mi Rosario».

Es una herencia de la que podemos estar orgullosos y de la que debemos ser los primeros beneficiarios en nuestra vida, en nuestra oración. ¿Cuántos dominicos podrían atestiguar que el rezo y la contemplación del Rosario han sido para ellos una verdadera «escuela de oración» en los primeros años de su vida religiosa; la única tal vez? ¿Sucede hoy así en la Orden? ¿No haría falta que nuestros jóvenes, y aquellos que están encargados de su formación, «osasen» de nuevo reemprender este camino?

El Rosario es también una herencia de la que tenemos que mostrarnos dignos. Nuestra misión de predicadores la ejercemos según muy diversas formas. Desde la enseñanza en las más brillantes cátedras universitarias, la investigación exegética, teológica y filosófica más sabia, hasta las misiones populares y las catequesis más elementales -pasando por el servicio cotidiano del pan de la Palabra y la meditación constante de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos-: es la misma Palabra de Dios que nosotros proclamamos, es la misma misión profética la que nosotros ejercemos.

Nuestro P. Domingo no podía ver tres personas juntas sin que enseguida pensase que era un auditorio suficiente para su palabra apostólica. Predicar el Rosario, explicar el Rosario, hacer rezar el Rosario, ¿no es un poco la misma cosa?

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