¿Enviados por quién a predicar?
Fr. Germán Correa, fraile de la Provincia de San Luis Bertrán de Colombia, hace una propuesta para modificar un punto de la Constitución Fundamental sobre la misión
El Capítulo General de Trogir declaró que el Jubileo había de culminar en un nuevo envío de la Orden, y para su preparación señaló con precisión cuáles son las preguntas que nos ayudarán a renovarnos, empezando por preguntarnos por quién somos enviados (n. 51). Pregunta clave que vuelve a hacer el Capítulo General de Bolonia (nn. 59-60).
¿Enviados por quién? Quisiéramos desarrollar el planteamiento de la pregunta y algunos elementos que no debemos olvidar en la respuesta. Adelantemos en pocas palabras lo que entendemos aquí por misión. ¿Quién define nuestra misión? La misión la define aquel que nos envía, antes que las personas o instituciones que nos necesitan. Podemos decir que hoy una misión viene a ser apostólica si la recibimos de los Apóstoles; y llega a ser nuestra del mismo modo como llega a ser de los Apóstoles la misión que Cristo les confía. Somos partícipes de esa misión si la recibimos con la vida misma y con el don de la gracia, como San Pablo (Gal 1, 15s: “Me escogió desde el seno de mi madre, me llamó por su gracia…”). Con razón pudo decir el Apóstol hacia el final de su vida: “De esta vida presente solo espero que me sirva para… ser testigo del Evangelio de la gracia de Dios (Hch 20, 24). ¿Dudaremos de que vida y misión apostólicas son un doble y único don? En nuestra Orden tenemos un gran modelo, San Vicente Ferrer, que conoció tres papas simultáneos y optó por presentarse como “legatus a latere Christi: Cristo mismo lo enviaba a predicar el Evangelio.
Por encargo del mismo Capítulo de Trogir (n. 69), escribió el Maestro Fray Bruno Cadoré la carta del 21 de septiembre de 2015 a nuestra Orden “Del Propositum de la Orden al Proyecto común de Vida apostólica”, en la cual leemos: “La realización concreta de una comunión fraterna forma parte integral de la predicación de la Orden”. Y más adelante da a entender que la comunión no solo forma parte integral de la predicación, sino que se puede considerarla como su fuente, pues partiendo de la comunión se llega también a la misión, e incluso a una visión más elevada de la misión: la profesión que hacemos “nos integra en el movimiento de la misión primera del Hijo”, se lee también allí. Con esta misión primera nos remontamos a una esfera en que la misión y la vida son una misma cosa...