Fe y Constitución
Breve presentación del movimiento Fe y Constitución, en su 75 aniversario que tuvo lugar el 25 de agosto de 2002 en la catedral suiza de Lausanne.
Un signo de alegría y esperanza: hacer Historia juntos
Si bien la mayor parte de los acontecimientos que nos toca vivir, pertenecen a lo que podríamos denominar el terreno de lo ordinario; es cierto, también, que en ocasiones nos toca, por suerte o por desgracia, presenciar o vivir, algunos hechos que pasarán, probablemente, a los libros de historia.
De entre estos, por señalar algunos, se me ocurre recordar, por ejemplo: el paso a la democracia en España, hace ya casi treinta años; o la caída del muro de Berlín, hace ya más de diez; o el último cambio de siglo y de milenio, hace tan sólo unos dos años; o más recientemente el pasado once de septiembre, en los Estados Unidos de América. Tan importantes son estos hechos, que uno se siente, de alguna manera, con un cierto privilegio histórico o presenciando como un espectador privilegiado, esa historia, cuando tiene la oportunidad de vivir de cerca esos hechos.
De entre estos me ha tocado vivir recientemente uno, que aunque no tenga la importancia, ni el relieve de los anteriores, para mi si ha gozado de una gran significativad y se recordará probablemente en los libros de eclesiología que versan sobre el ecumenismo. Me refiero a la celebración, el pasado 25 de agosto de 2002, en la catedral suiza de Lausanne, del 75 aniversario del movimiento Fe y Constitución. Institución ecuménica, ésta, que se reunió por primera vez, en esta misma ciudad de Lausanne, en 1927 y que en la actualidad forma parte integrante del Consejo Mundial de las Iglesias.
Soy muy consciente de que a mucha gente, incluso a muchos cristianos, éste movimiento, Fe y Constitución,no les sonará a nada en absoluto. Al igual que a nada en absoluto, le sonaba a un compañero mío, ya avanzado en edad, -esta misma tarde-, el nombre del grupo musical de moda Las Ketchup, cuando un adolescente le preguntaba si las conocía. y al responderle este compañero que no, dicho adolescente se llevaba las manos a la cabeza, sin entender muy bien, como era posible, que alguien, pudiera vivir en este mundo, sin conocer a las "hijas del tomate".