Mártires dominicos del siglo XX
Presentación y oración de los mártires siglo XX
¿Quiénes son?
La Familia Dominicana sumamos un total de 76 mártires: 64 frailes, 9 religiosas dominicas, 1 hermana contemplativa y 2 miembros de la Orden Seglar.
El mártir es el testigo, el confesor de la fe por excelencia. Por esta razón, su beatificación es una gracia, porque contribuye a que no se olvide el ‘gran signo de esperanza’ que constituye su testimonio. Ellos siguen estimulando la vida de tantos y tantos creyentes en Jesucristo. Ellos murieron perdonando. En su perdón ofrecido encontramos el mejor aliento par que todos fomentemos el espíritu de reconciliación y del que tan necesitados seguimos estando.
Al recordar a estos mártires nos vemos invitados a renovar nuestra fe y a seguir proclamando el Evangelio de Jesucristo desde los valores que fomentan el valor de la vida, de la paz y de la reconciliación.
¿Qué nos dicen hoy?
Los mártires dominicos y dominicas del s. XX nos dejan entrever la riqueza personal de unas vidas frustradas por la violencia mortal que padecieron. Es más, las circunstancias de sus muertes se vuelven aún más dolorosas cuando observamos la edad tan joven con la que algunos murieron o cuando constatamos la plenitud de vida y actividad que otros, en su madurez de vida, estaban desarrollando en el momento de su apresamiento violento. Desde la mera comprensión humana no dejan de ser unas vidas truncadas por la violencia más despótica, aquella que los seres humanos pueden ejercer entre sí cuando buscan la muerte violenta del que consideran su adversario. ¿Qué mal personal o institucional puede justificar tal aberración venga de donde venga? Sin embargo, desde la experiencia cristiana de la fe, seguimos hablando de generosidad, de entrega y de fidelidad a las convicciones del Reino, así expresadas en el Evangelio de Jesucristo. Estas convicciones deben ayudarnos a reflexionar sobre nuestro pasado sin ningún ánimo de rencor o de revancha.
Sabemos bien Quiénes son y de dónde vienen, parafraseando así el título de la publicación que editó recientemente la Oficina para las Causas de los Santos con motivo de la beatificación de estos mártires y donde se recoge también un breve extracto de la biografía de todos y cada uno de ellos. Sor Josefina Sauleda Paulís es la primera dominica contemplativa española beatificada. Perteneció al Monasterio barcelonés de Montesión, hoy en Esplugues de Llobregat (Barcelona); la hermana Otilia Alonso González, Dominica de la Anunciata, contaba con 19 años de edad en el momento de su muerte y fr. José María García Tabar con apenas 18 años cumplidos cuando fue martirizado. Son los dos mártires más jóvenes del grupo. Vidas ejemplares son la de los dos laicos dominicos, D. Antero Mateo García y D. Miguel Peiró Víctorí. Ambos, trabajadores y padres de familia, se vieron comprometidos desde su fe cristiana a ejercer el amor fraterno con obras de caridad manifiesta en el cuidado de los enfermos y en la colaboración con el círculo de obreros católicos. Las hermanas dominicas de la Enseñanza María del Carmen Zaragoza y María Rosa Adrover Martí habían dedicado los años de su vida religiosa a la educación y cuidado de muchas niñas de familias pobres en Barcelona.
Sin menoscabar la importancia de ninguno de los mártires ya señalados y de los que, por razones obvias de espacio, no pueden ser nombrados personalmente aquí, la Familia Dominicana se enorgullece de personalidades tan significativas como lo fueron, entre otros, Buenaventura García de Paredes y José Gafo Muñiz. Ambos, asturianos de nacimiento, enriquecieron con sus aportaciones la Orden de Santo Domingo de Guzmán. Buenaventura ostentó cargos importantes en la Orden. Después de sus duros trabajos como misionero en Filipinas fue elegido Prior Provincial de la Provincia del Rosario. Durante su mandato extendió la presencia de esta provincia misionera en China, Vietnam y EE.UU. Fue elegido Maestro de la Orden en 1926. En los dos años y medio en los que ostentó el mencionado cargo visitó varias provincias de la Orden y animó mucho a los frailes en su quehacer contemplativo de la predicación, potenciando en ellos la dedicación al estudio, como así consta en sus múltiples circulares a toda la Orden.
José Gafo es, quizás, una de las figuras más conocidas por su participación en los movimientos obreros de la época. Desde su ordenación sacerdotal, en 1905, su vida fue una constante campaña apostólica en favor de los obreros. Hombre de reflexión y estudio, gran contemplativo de la realidad social del momento, fue prolífico en sus escritos de carácter social en la prestigiosa revista La Ciencia Tomista. Esta revista de reflexión teológica aún perdura en nuestros días bajo el amparo de la Facultad de Teología San Esteban (Salamanca).
Buenaventura y Gafo fueron hombres de diálogo, abiertos a las necesidades del momento, audaces en la búsqueda de respuestas a las necesidades de los hombres y mujeres del momento histórico en el que les tocó vivir. Eso sí, con gran espíritu de compromiso con los problemas del momento y siempre bajo la mirada de su ferviente fe religiosa.
Las Dominicas y Dominicos no quisiéramos perder, en la cultura contemporánea, este valor tan preciado. Nada de lo que ocurre a nuestro alrededor puede resultarnos ajeno. Por esta razón, no vivimos la beatificación de estos mártires como un triunfalismo fácil; tampoco como una revancha del falso vencedor. No está ahí nuestro debate ni nuestra lucha. Queremos vivir la beatificación de estos mártires desde el ejemplo más apreciado que ellos mismos nos dejaron. Cuando leemos sus biografías, en muchas de ellas, se dice explícitamente que ‘murieron perdonando’. La reconciliación, el reconocimiento del pasado con sus luces y sombras es nuestra apuesta, nuestro desafío y nuestra tarea fundamental. No hacemos memoria para utilizar a las víctimas con fines de discordia. Hacemos memoria de todas las víctimas, mártires de la fe o no, porque es un gesto de justicia. Justicia con quienes nos han precedido en la fe y justicia con aquellas otras víctimas que, sin el reconocimiento expreso de la fe, murieron igualmente de forma violenta por defender sus convicciones e ideas. En definitiva, justicia con nosotros mismos si queremos ser fieles a nuestra memoria histórica desde el testimonio que pretendemos ofrecer en Jesucristo.
Oración
Oh Dios, que enviaste a tu Hijo,
para que muriendo y resucitando nos diese su Espíritu de amor. Nuestros hermanos, mártires del siglo XX en España, mantuvieron su adhesión a Jesucristo
de manera tan radical y plena
que les permitiste derramar su sangre por Él. Danos la gracia y la alegría de la conversión para asumir las exigencias de la fe; ayúdanos, por su intercesión,
y por la de María, Reina de los mártires,
a ser siempre artífices de reconciliación en la sociedad y a promover una viva comunión
entre los miembros de tu Iglesia en España; enséñanos a comprometernos, con nuestros pastores, en la nueva evangelización
haciendo de nuestras vidas
testimonios eficaces del amor a Ti y a los hermanos. Te lo pedimos por Jesucristo, el Testigo fiel y veraz, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén