Misterios de luz
Reflexión sobre los nuevos misterios del Rosario aprobados por el Papa Juan Pablo II: los cinco misterios de luz como cinco signos de que el Reino de Dios comenzó a implantarse entre nosotros con y por Cristo y que ahora sigue urgiéndonos vida humana y cristiana en perfecta armonía con él y con su ideal humano. Fr. Cándido Ániz Iriarte O.P.
El día 16 de octubre del presente año, 2002, el papa Juan Pablo II publicó una Carta Apostólica tituladaRosario de la Virgen María, en la que ampliaba conCinco misterios de luz la cadena de quince misterios del Rosario.
Al preparar las reflexiones para diciembre y año nuevo,hemos pensado que las palabras del Pastor supremo de la Iglesia vienen a interrelacionar momentos de vida en el pueblo de Dios con tiempos de especial celebración de la fe y de revisión de conductas; y por ello las hemos tomado como sugerencias a considerar.
Hasta el presente, desde el siglo XVI al menos, la estructura cristológico-mariana del Rosario era como una cadena mística de quince eslabones que iban recorriendo tres periodos de la vida de Cristo, infancia, pasión y muerte, resurrección y gloria, con cinco estaciones y cinco escenas bíblicas en cada periodo.
Como es fácil de observar, del periodo de infancia (apreciado como tiempo de gozo) se pasaba directamente a los días de pasión que significan el momento culminante de la entrega de Jesús hasta la consumación de su obra y vida. Quedaban, por tanto, como en penumbra el tránsito por la juventud del Señor (en la cual fue madurando su personalidad y avivándose el sentido de su misión salvífica) y el lanzamiento de su mensaje a todas las gentes como advenimiento cumplido del Reino de Dios a la mente, vida, corazón, historia de los hombres.
Este periodo es el que el Papa ha querido poner de relieve, invitando a los fieles a meditar sobre cinco misterios y momentos de luz, enlazados todos ellos por el hilo conductor de la proclamación del Reino. Y los momentos, hechos y signos elegidos han sido también cinco: Bautismo de Jesús en el Jordán, Bodas de Caná, Anuncio del reino, Transfiguración, Última Cena.
La oportunidad de esta ampliación la muestra el Santo Padre con varias pinceladas de color: experiencia personal de cuanto el Rosario ha significado para el Papa como alimento y fortaleza; experiencias actuales de que el Rosario -aunque en menor medida que en épocas pasadas- sigue siendo para muchos escuela de oración y de imitación de Cristo; y deseo ferviente de que el Rosario sea cada vez más escuela integral de vida: manteniendo su dimensión contemplativa de Cristo (con María) y creando actitudes que promueven paz, justicia, amor.
¿Significarán algo esos cinco misterios de luz en un contexto cultural y social como el nuestro, más volcado enacciones directas humanitarias, sociales y económicas, que en oraciones contemplativas, aunque éstas tengan un noble trasfondo cristológico? A algunos podrá parecerles que cinco misterios de luz resultan hoy tan poco eficaces como un rocío mañanero cayendo sobre situaciones y campos que están reclamando a gritos torrentes de agua que los hagan fecundos. El rocío no hace daño, pero tampoco mejora los sequedales.
Si tomamos de esa forma las palabras y los gestos espirituales, no se puede, en efecto, comparar una voz orante, que emerge del fondo del alma, con el vocerío reivindicativo alzado en calles, plazas o parlamentos. Ni se puede llamar eficaz a un ejercicio íntimo de contemplación y alabanza -de gratitud y aceptación del dolor, de ofrenda personal y canto de gloria- , que se considere ajeno al hambre y a la injusticia, a la falta de paz y a la desigualdad de oportunidades para todos, o al deterioro de la dignidad de muchas personas y al imperio despótico del dinero sobre otros valores ...
Pero no es ésa la verdad que parece estar entrañada en loscinco misterios de luz, ni parece ser ése el pálpito de vida que subyace en la mente y corazón de Juan Pablo II cuando habla del Rosario como escuela de oración, como vía de identificación con Cristo, como opción por el hombre nuevo y redimido.
Aunque lo diga en forma sencilla, discreta, muy atenida a la tradición, el Papa está dando su mano al haz que forman otras muchas manos y corazones que viven la urgencia evangélica y humana de conjuntar valores espirituales, sociales y culturales que regeneren a los hombres y sociedades conforme a la perfección humana que se dio en Cristo...