Revista CR: Poder o servicio. “¿De qué hablabais por el camino?” (cf. Mc 9,33-37)

Hemos comenzado un nuevo año, 2025. En este nuevo año somos invitados a vivir, celebrar un Jubileo dedicado a la Esperanza. La Esperanza, realidad inmensa, apertura, todo lo contrario a negación, más bien siempre posibilidad, motivación para confiar, provocar, y hacer posible aquello que se espera y/o hacer comprensible y aceptar la novedad de aquello que no se espera y se hace realidad: aceptar, entender, aprender, descubrir, encontrar…
Y en este contexto ¿cómo situarse? ¿qué hacer? ¿afirmarse desde el poder? ¿estar desde el servicio?
El poder es fuerza, imposición, posibilidad sí ¿para quién? y ¿cómo?
El servicio tiene que ver con prestación, trabajo, favor, misión, asistencia, función, oficio, ocupación, ayuda, auxilio.
Y si el servicio es gesto, expresión de amor, es vida. El servicio con amor es hacer realidad el cielo en la tierra. El servicio, testimoniado por el mismo Hijo de Dios (Mc 10,45; Lc 22, 25-27), fue hacer y traer la voluntad de Dios y, por tanto, fue tener presente a Dios en la vida. La presencia, la luz de Dios en nuestra vida supone y significa capacidad para hacer el bien y, sobre todo, para ser conscientes de los que nos acompañan, de sus virtudes y de sus necesidades; conocer la vida y todo aquello que la llena de sentido y que se entiende como camino por el que se avanza y se descubre la maravilla de lo creado y a su Creador; se descubren también los defectos, limitaciones, y es razón, causa para aprender y poder eliminar las dificultades, limpiar sentimientos, deseos, que alejan de los demás hasta hacerlos desconocidos y olvidados. Cómo se puede olvidar la gran experiencia y el significado, la riqueza, de la vida que es y se expresa en el compromiso, la solidaridad, el compartir, y que se lleva en el corazón y es obra del amor? No olvidar lo que está en el corazón, que nada oculte e incapacite el amor. Y entre las muchas formas de expresar el amor está el servicio, una forma muy poderosa que no queda en una simple acción, es crear una realidad, un contexto, de amor y de humildad.
Llama la atención el hecho de que en una ocasión los discípulos le preguntaron a Jesús quién podría ser el más importante -¿Qué bullía en el corazón de esos hombres?- a lo que Jesús respondió: “Sabéis que entre los paganos los gobernantes tienen sometidos a sus súbditos y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre vosotros; más bien, quien entre vosotros quiera llegar a se grande que se haga vuestro servidor; y quién quiere ser el primero, que se haga vuestro esclavo.” (Mt 20, 25-27).
La esperanza es la posibilidad de mirar y contemplar el mundo con los ojos de Dios. Ver con los ojos de Dios se traduce, se evidencia, en el servicio a los demás. La esperanza es posibilidad y tiene que ver con el futuro y éste depende también de nosotros. Elijamos el bien, consecuencia del servicio.
Número 557 (enero-febrero 2025)
¿Quién es el más importante?
Llegaron a Cafarnaún y, ya en casa, les preguntó: - ¿De qué hablabais por el camino? Se quedaron callados, pues por el camino iban discutiendo quién era el más grande. Se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: -El que quiera ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos. Después llamo a un niño, lo colocó en medio de ellos, lo acarició y les dijo: -Quien acoja a uno de esos niños en atención a mí, a mí me acoge. Quien me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me envió. (Mc 9,33-37)
Ante la pregunta de Jesús, los discípulos se quedan callados, no acaban de entender, de aclararse con las enseñanza del Maestro; no coincide lo que los discípulos piensan, les gustaría, con las palabras y las obras del Maestro.
Es evidente que la presencia del Hijo de Dios ha sido importante para los discípulos y le siguen… Pero ¿qué siguen o qué persiguen? Parece ser que de lo que se trata es de afirmar –afirmarse- quien es el más importante.
¡Soy el más importante…! ¿Y…? ¡Soy el más poderoso…! ¿Y…? ¿Qué somos cada uno sin los demás? Vivir para uno mismo es firmar con el aislamiento, la lejanía, la soledad oscura, la muerte; es un compromiso, un sí con la inamovilidad; es cerrar toda posibilidad; olvidarse del amor, de la esperanza, de la fe –capacidad de creer y confiar-; es un camino aburrido que se acaba soñando con la muerte; es negarse a toda posibilidad, a descubrir lo desconocido, a experimentar lo nuevo, a avanzar en el conocimiento, la experiencia, de otras realidades; es negar la realidad y significado de intuiciones, probabilidades, de la existencia de una trascendencia donde alcanzar la mano de Dios…
Y Jesús reúne a los discípulos y llama a un niño que lo pone en medio de ellos. Jesús presenta a lo más insignificante en esa época: los niños, que eran “tolerados” porque llegarían a hacerse mayores, cómo si el niño no fueran todavía persona.
Para Jesús los niños son modelo de pureza e inocencia, este es su gran valor. Jesús da gracias al Padre: “- ¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección.” (Mt 11, 25-26)
San Lucas, además, en este contexto, añade: “Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:-¡Dichosos los ojos que ven lo que veis! Os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron.” (Lc 10, 23-24). Es evidente que solo los que no tienen la pretensión de ser más que nadie, de conseguir sus propios intereses, alcanzan a escuchar y entender las maravillas de la creación, la grandeza de la humanidad, que amándola aman a Dios. “Quien acoja a uno de esos niños en atención a mí, a mí me acoge. Quien me acoge a mí, no es a mí a quien acoge, sino al que me envió.” (Mc 9, 37).
No es el poder, ni los títulos lo que engrandece al ser humano, sino su disponibilidad y entrega a los otros. Aquel que se cree más que nadie, que mira y trata a la vida y a los demás desde el poder, no propone, no acompaña, más bien manda, ordena, impone. Esta forma de hacer significa ignorar quién es el otro; significa que no se cae en la cuenta de que no es sólo verdad, bueno, lo que uno piensa, siente, cree y busca. Hay tantas formas de hacer, de sentir, de creer y buscar como seres humanos. El poder no pregunta ¿qué te pasa? El poder ordena ¡hay que hacer esto! Preguntar para conocer, todo no lo controlamos, no lo conocemos, y todos contribuimos a la información necesaria para hacer de nuestra vida oportunidad, posibilidad, para evitar la oscuridad porque contamos con la luz que todos podemos ser para todos. Cuando se ordena, se impone, se dictamina, no se tiene en cuenta al otro, no se tiene interés por el otro, importa solo la necesidad, el deseo personal. Este hecho peca por defecto o por exceso. La inseguridad, el miedo, pueden ser la causa de una excesiva radicalidad y cerrazón. Así como el exceso de la propia autoestima y la paranoia de creerse el salvador es la causa de esa misma acción.
Todos somos testigos y víctimas del poder, hasta los más poderosos. El poder esclaviza a quién lo práctica, es consecuencia de la propia dependencia del poder entendido como un valor que me hace superior, más que los demás.
La historia de la humanidad esta llena de ejemplos de uso y abuso de poder: en la política, la economía, la empresa, la religión, la sociedad … cuando se impone, se amenaza, se intimida y todo se resuelve con el castigo, con la fuerza, con la ley.
Consecuencias del poder: la explotación, las guerras, la enemistad, el odio, la venganza, el aislamiento, la muerte, la muerte de los más débiles.
El poder en la política, por ejemplo: antes de tomar posesión de su mandato ya está amenazando con atropellar a otros países, injerencias, hacerse propietario de lo ajeno, tener más, ser más y para conseguirlo eliminar, desterrar, castigar, humillar a todo aquel a todo aquello que lo impida.
Si pensamos en la guerra ¿qué decir? La guerra es ausencia de respeto a la vida, los otros son nadie. Tener más, creerse más a costa de la vida del prójimo. La dignidad del ser humano es sustentada en el tener y en el poder: “¡Qué error deshumanizante!”
“¡Derecho a la vida!” en todos los contextos, situaciones, lugares. Nada tiene que ver el “derecho a la vida” desde el poder y el “derecho a la vida” desde el servicio.
En el mundo de la religión, en las iglesias, también se da el abuso de poder, la manipulación e imposición … no conviene que los fieles se hagan responsables de sus vidas, mejor que se limiten a hacer lo que se manda, fieles a la ley: cumplimiento.
Pero Jesús los llamó y les dijo: -Sabéis que entre los paganos los gobernantes tienen sometidos a sus súbditos y los poderosos imponen su autoridad. No será así entre vosotros; más bien, quien entre vosotros quiera llegar a ser grande que se haga vuestro servidor; y quien quiera ser el primero, que se haga vuestro esclavo. Lo mismo que este Hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por todos. (Mt 20, 25-28)
Aprender de la pedagogía del Hijo de Dios. Pedagogía que es consecuencia de una forma de mirar y considerar al otro. El poder no valora al otro, impone para mantenerse en esa posición de dominio. El servicio es una realidad cuando tiene en cuenta quién es el otro, se interesa por sus necesidades y se confía en la persona, se le valora, se le concede capacidad para superarse, para aprender, para crecer, se le da la oportunidad de ser él mismo. Ahí se basa la pedagogía de Jesús.
Dios cuenta con nosotros, confía en nosotros. Este es un punto de vista del hombre con esperanza. Todos necesitamos descubrir nuestra vocación, todos necesitamos sabernos llamados y amados. Y nosotros sabiéndonos hijos de Dios y amados de Dios, podemos responderle. “Así pues, cada uno de nosotros rendirá a Dios cuanta de sí.” (Rom 14,12)
Responder a Dios, es posible desde el servicio al prójimo: “Si uno dice que ama a Dios mientras odia a su hermano, miente; pues si no ama al hermano suyo a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y el mandato que nos dio es que quien ama a Dios ame también a su hermano.” (1Jn 4, 20-21) Y un hijo de Dios con esperanza puede ver, se hace consciente de la riqueza de posibilidades que se esconden en aquello que contempla. Cristiano, aquel que entiende que el mayor poder es el servicio, como que no cabe más justicia que el perdón.
Jesús rechazó siempre la opción o la oportunidad de poder, lo consideraba una tentación, algunos ejemplos: Las tentaciones en el desierto (cf. Mt 4, 1-11; Lc 4, 1-13).
Jesús reprende a Pedro cuando este le hace alguna proposición que Jesús la califica así: “- ¡Aléjate, Satanás! Quieres hacerme caer. Piensas como los hombres, no como Dios.” (Mt 16, 23).
En la misma cruz: “A su vez los sumos sacerdotes, burlándose entre sí, comentaban con los letrados: - Ha salvado a otros pero a sí mismo no se puede salvar. El Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos. Y también lo insultaban los que estaban crucificados con él. (Mc 15, 31-32).
En más de una ocasión, Jesús dijo a los mismo discípulos y a otros hombres y mujeres que le seguían, testigos de la acción del Hijo de Dios: “No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que este Hombre resucite de la muerte.” (Mt 17, 9)