Revista CR "Compasión … y no condenéis a los que no tienen culpa"
“Si comprendierais lo que significa misericordia quiero y no sacrificios, no condenaríais a los inocentes” (Mt 12,7) No es posible la compasión cuando solo se piensa en uno mismo y ante las dificultades, limitaciones, contratiempos, se desata la ira, el desahogo vengativo hacia los más débiles. “Los otros son los provocadores del mal, de la inseguridad e inestabilidad” ¿Inestabilidad de quién? El mundo nada puede contra el hombre que canta en la miseria (Ernesto Sábato). A los pobres, a los “sin nombre”, a los abandonados… ¿qué les queda? ¿qué pueden perder? Sólo aquel que se cree dueño de algo, se siente hostigado, amenazado, y un corazón lleno de cosas y, a la vez, miserable dirige las iras contra los que reclaman, denuncian, con solo su presencia, un poco de dignidad y algo de justicia. Aquí y ahora, afirmar que la culpa de la crisis económica la tienen los trabajadores, por ejemplo. ¿De qué nos escandalizamos? De las formas y no del contenido, de las palabras y no de la ausencia de verdad, del mensajero sin escuchar el mensaje que posiblemente remita a cada uno a sí mismo
Número Nº 520 (septiembre-octubre)
COMPASIÓN …
y no condenéis a los que no tienen culpa (Mt 12,7b)
“¡Qué suerte que haya pequeños para echarles la culpa!”
“¡Qué suerte que haya esclavos, débiles, enfermos, súbditos, huérfanos, ignorantes, inmigrantes, desahuciados, viudas, niños, disminuidos… para echarles la culpa!”
“Si comprendierais lo que significa misericordia quiero y no sacrificios, no condenaríais a los inocentes” (Mt 12,7) No es posible la compasión cuando solo se piensa en uno mismo y ante las dificultades, limitaciones, contratiempos, se desata la ira, el desahogo vengativo hacia los más débiles. “Los otros son los provocadores del mal, de la inseguridad e inestabilidad” ¿Inestabilidad de quién? El mundo nada puede contra el hombre que canta en la miseria (Ernesto Sábato). A los pobres, a los “sin nombre”, a los abandonados… ¿qué les queda? ¿qué pueden perder? Sólo aquel que se cree dueño de algo, se siente hostigado, amenazado, y un corazón lleno de cosas y, a la vez, miserable dirige las iras contra los que reclaman, denuncian, con solo su presencia, un poco de dignidad y algo de justicia. Aquí y ahora, afirmar que la culpa de la crisis económica la tienen los trabajadores, por ejemplo. ¿De qué nos escandalizamos? De las formas y no del contenido, de las palabras y no de la ausencia de verdad, del mensajero sin escuchar el mensaje que posiblemente remita a cada uno a sí mismo
La compasión requiere de una cierta distancia para valorar lo que está ocurriendo y tomar conciencia de cómo late el corazón ante esa realidad dolorosa que conmueve y despierta a la compasión. La compasión es una respuesta creativa que nace del respeto y el valor que se reconoce en aquel que sufre. Compasivo es quien crea, hace ser, acompaña en el dolor y transforma así la vida de los demás. La compasión es amor. Amor a los demás en cuanto seres diferentes y la ayuda se presta para que sigan siendo independientes y creadores de sí mismos. Si no es así nuestra intervención “compasiva” podría ser una excusa para dominar al otro, ignorar su diferencia, negarle. Adoptar un paternalismo que impide al otro llegar a ser lo que está llamado a ser y desarrollar su proyecto vital, no sería compasión.
El filósofo Arthur Schopenhauer (siglo XIX), considerado uno de los pensadores que más tiempo ha dedicado a estudiar la virtud de la compasión, inspirado, tal vez, por la sabiduría del budismo, hace de la compasión un valor fundamental en su planteamiento moral, entendiéndola como un sentimiento que ennoblece al ser humanos, que nos hace más humanos. Dice: “No hay acción sin motivo. Sólo de tres maneras puede el motivo mover la voluntad. Pues lo que buscamos es, o el bien propio, o el bien ajeno, o el mal ajeno. –Según esto, en nuestra naturaleza hay tres cuerdas que pueden ser pulsadas por el motivo, es decir, tres fuentes de todas nuestras acciones: 1) el provecho propio (interés), 2) la compasión, y 3) la crueldad. -Ha de ser muy fácil reducir cada acción humana o una de esas tres cuerdas. –Las acciones realizadas por superstición religiosa fluyen del provecho propio. –Todas las acciones nobles y virtuosas, de la compasión. – La venganza es crueldad.”
La respuesta desde la compasión es una respuesta meramente humana, es una respuesta ética con la que se intenta reducir el sufrimiento, el dolor. La compasión no es patrimonio de ninguna filosofía, de ningún credo. Es patrimonio del ser humano. No podemos hacer de este mundo un lugar de egoísmo y crueldad. La compasión es el verdadero principio de la justicia y de la caridad, reales.
Y ocurre que expresamos opiniones, emitimos juicios, valoramos o desvaloramos, y el contenido de todo esto depende de nuestra mente… Y nuestra mente, nuestro corazón, nuestras obras, están relacionados de alguna manera, no son lo mismo, es verdad, y tienen sus peleas. Aristóteles decía que “educar la mente sin educar el corazón, no es educar en absoluto” Existe una relación. Y el corazón sabe cosas que la mente no sabe explicar. No son lo mismo, por tanto. “A veces el problema es que tu corazón no quiere admitir lo que tu mente ya sabe”.
El autor de “El profeta”, Khalil Gibrán, decía: “Para entender el corazón y la mente de una persona, no te fijes en lo que hace, en lo que ha logrado, sino en lo que aspira a hacer” … Y si nos remitimos al Evangelio, leemos la respuesta de Jesús a los fariseos cuando le preguntaron cuál era el precepto más importante de la ley, respondió: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” (Mt 22, 37).
Cada uno opina según tiene en su corazón. Y la dureza del corazón es la pérdida de algo esencial al ser humano; la pérdida de su humanidad.
La realidad nos da la respuesta. En esta crisis económica de la que se viene saliendo unos años, qué está resultando: que los ricos son más ricos y los pobres son más y más pobres. Vamos a echar la culpa a los pobres, por ser pobres. De esta manera se les abandona a su suerte y la conciencia queda bien tranquila. Pero lo que estamos logrando es una sociedad de angustia e insolidaridad. ¡Que Dios nos coja confesados! Amén