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Revista CR “COMPROMISO. La realidad es un espacio de necesidad y de posibilidad”

2 de febrero de 2018
Revista CR “COMPROMISO. La realidad es un espacio de necesidad y de posibilidad”

Comprometerse es implicarse, formar parte, pertenecer, tomar partido. Es significarse, no tanto de cara a los demás, sino de cara a uno mismo… Necesitamos comprometernos. Es una necesidad y una capacidad más que nos constituye y nos define como humanos. Saberse perteneciente a un mundo, en un contexto, en una realidad. Espacios donde descubrimos cuales son nuestras necesidades y nuestras posibilidades. Y todo está en nuestras manos, depende de cada uno y, entre otras variables imprescindibles, de cómo nos relacionamos.

En una relación comprometida, no conforma ni conforta el sobrevivir, el exigir, el esperar, sino dar respuesta, “hacer”, desde las posibilidades que se poseen y se descubren en las relaciones. Éstas también nos descubren quiénes somos…

Número Nº 521 (noviembre-diciembre, 2017)

COMPROMISO …

La realidad es un espacio de necesidad y de posibilidad

Compromiso, realidad, necesidad, posibilidad… La realidad se impone, la necesidad apremia, la posibilidad existe… ¿De quién depende el resultado, la consecuencia, de todo lo que se impone, apremia y existe? Depende de uno mismo, sin abandonar el espacio donde se hace consciente de esa necesidad, posibilidad, realidad. Y la respuesta de ese “depende de uno mismo”, que precisa de atención, sale de nuestra capacidad de compromiso. Es un sí a la vida.  

El hecho del compromiso, de comprometerse, se entiende como la expresión más auténtica de responsabilidad ética y política. No podemos escondernos a nuestra realidad, a nuestras necesidades, a las posibilidades.    

El compromiso supone aceptar el riesgo de la decisión y de los actos, y el hecho de arriesgarse es la única manera de estar en la tierra, habitarla, de un modo consciente y responsable. No somos simples espectadores y si queremos comprender mejor la realidad, comprendernos mejor a nosotros mismos, el compromiso lo hace posible pues éste nunca será un obstáculo a la verdad. Será más bien la oportunidad para aprender y aceptar que no somos perfectos y tenemos que elegir y tomar decisiones y actuar. Y hagamos lo que hagamos siempre será en un contexto, nuestra realidad, donde se ponen de manifiesto nuestras posibilidades y nuestras necesidades.

Las necesidades apremian, decíamos, las posibilidades existen, hablar de posibilidad es hablar de esperanza; hablar de esperanza es desear algo mejor; hablar de deseo es ponerse en camino; hablar de camino es aceptar el compromiso.

Lo sabemos, pero nos cuesta aceptar ¿quizás? Las causas que motivan el compromiso nunca serán perfectas por eso siempre estamos en un espacio de posibilidades y de incertidumbre, de aprendizaje, de progresión y de límite, y vamos ocupando responsablemente la realidad, el espacio de la historia propia, del límite propio. Todo esto forma parte del ser humano, como también forma parte el hecho de resolver la necesidad y la toma de decisiones, y así se revela que la persona es un ser que no está acabado, es imperfecto, con carencias y, a la vez, libre de actuar. Solo tomando decisiones y comprometiéndose, se señala que se es libre. Se demuestra que la libertad no es un abstracto ideal que se da o consigue en aquel que para mantenerse independiente vive aislado y en la neutralidad. La libertad solo está presente en la persona que asume el riesgo de equivocarse. Únicamente la persona participativa, comprometida, es libre.  

Dicho de otra manera, pero lo mismo, el compromiso nos da miedo, pero supone la realización de la libertad. Qué difícil es no comprometerse y ser protagonista de un acto libre. Permanecer en el campo de las posibilidades, en la fantasía de que todo es posible, ¿a dónde nos conduce? Se ha de salir del campo de la fantasía comprometiéndose, que significa elegir y, lógicamente, renunciar, dejar caminos sin explorar, y opciones abiertas que no se concretaran… Esta es nuestra realidad.

¿Qué es lo que, a veces, nos impide ese compromiso? el miedo a equivocarnos. El miedo paraliza, imposibilita avanzar, y el estado de inmadurez se prolonga en nuestra vida. No comprometerse es renunciar, ceder, a un tiempo de libertad que no volverá.

         El compromiso es implicarse, mancharse las manos, meterse en el fango. Por eso, cuando pretendemos evitar ese implicarse, mancharse, se cae, o se es víctima del puritanismo que, por supuesto, no nos equivocaremos, pero pasamos a ser unos simples espectadores de la vida que la ven pasar en la distancia, sin mancharse, manteniendo una pureza que significa, en definitiva, ausencia de todo ejercicio de libertad.

¿Qué hace que la vida sea interesante? ¿Qué hace que la vida merezca la pena ser vivida? La posibilidad de realizar un sueño, la posibilidad de gobernar tu propia vida, ser el protagonista de tu historia, la posibilidad, también, de no poder cambiar la realidad, como de poderla cambiar. Esto es un ejercicio de discernimiento, de elección, de saber abandonar o renunciar, porque has descubierto algo que tiene más valor y que por sí mismo merece la pena perfectamente y, por tanto, también merece la pena el dejar o renunciar a otras posibilidades.

      La realidad se impone, la necesidad apremia, la posibilidad existe… Y todo esto se experimenta aumentado cuando meditamos el contenido de nuestra fe: Dios Padre se manifestó corporalmente a través de su Hijo (1Tim 3,16) para que todos podamos crecer como hombres perfectos expresado y explicado en Jesús, el Señor, el Hijo de Dios (Fil 4,13) La manifestación de Dios, la Encarnación, es un compromiso sublime ¿cómo explicarlo? Me remito a la carta a los hebreos –hay muchos más testimonios en el Nuevo Testamento- donde leemos: “Durante su vida mortal dirigió peticiones y súplicas, con clamores y lágrimas, al que podía librarlo de la muerte, y por esa cautela fue escuchado. Aun siendo Hijo, aprendió sufriendo lo que es obedecer, ya consumado llegó a ser para cuantos le obedecen causa de salvación eterna” (5,7-9) Es una muestra de la vida de Jesús como ofrenda vivida solidariamente, comprometida con el sufrimiento y la debilidad humana.

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