Revista CR: El bien. El despertar ético.
Buscamos, deseamos, proponemos: el Bien. Esto es así porque, a nuestra medida, lo conocemos y ¿quién no desea y persigue aquello que le hace bien?
El bien no se compra, ni sólo con ser pensado se alcanza –aunque, en último extremo, el recuerdo y la memoria consuelan-. El bien se hace y es responsabilidad de cada uno “Por tanto, mientras tengamos ocasión, hagamos el bien a todos…” (Gal 6,10) “Si hacéis el bien a los que os hacen el bien, ¿qué mérito tenéis?... (Lc 6, 33). El bien tiene garantía cuando la gratuidad es su manifestación.
Para hacer el bien precisamos de un sentido ético, que sea guía del comportamiento responsable, y de una formación de la conciencia individual que permita la coherencia entre los principios, valores, y la actuación o comportamiento personal. El proceso formativo se convierte en un ejercicio reflexivo y crítico en el que cada cual se hace responsable de sus decisiones y tiene en cuenta sus consecuencias y los efectos que producen en sí mimos, en los otros y en lo otro.
Nos define como seres humanos la capacidad, no tanto de repetir y atenerse a lo mandado, sino de crear nuevas estructuras que contribuyan al bien. Y el conocimiento ético, también lo precisamos para estar en conexión y en relación con los que nos rodean y hacer y experimentar el bien y la bondad.
Una relación de “bien” no comienza pidiendo cuentas sino tomando en cuenta. ¿Qué mejor bien que el conocimiento, el re-conocimiento, el amor al otro, su identidad, naturaleza y circunstancia? Hoy, no sé si más que en otros tiempos, precisamos de desarrollar la capacidad del respeto mutuo, de comprensión, del sentido crítico, para examinar las razones propias y las de los demás. Cultivar el sentido ético es una necesidad, en este mundo de la diferencia y la pluralidad, para hacer posible el bien y la bondad…
¿Cómo es el ser humano bueno? Podemos encontrarlo, existe, con certeza, en la gente más sencilla. “Bienaventurados los humildes porque heredaran la tierra” (Mt 5,5). “El hombre humilde, al verse a sí mismo como nada, puede ver otras cosas tal y como son: Ve la inutilidad de la virtud, así como su valor único y el alcance infinito de sus exigencias. Simone Weil nos dice que la exposición del alma a Dios no condena su parte egoísta al sufrimiento sino a la muerte. El hombre humilde percibe la distancia que hay entre el sufrimiento y la muerte. Y, aunque por definición no se trata del hombre bueno, quizá es el tipo de hombre que de entre todos tiene mayores posibilidades de volverse bueno.” (Iris Murdoch. La soberanía del bien)
“Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lc 6,36)
Número Nº 533 (marzo-abril 2020)
El bien. El despertar ético
Vamos allá… y ante el “cómo”, el “qué” y “por dónde empezar”, acudo a la Wikipedia que sobre el término “ética” dice lo siguiente: “La ética, o filosofía moral, es la rama de la filosofía que estudia la conducta humana, lo correcto y lo incorrecto,lo buenoy lo malo,la moral,el buen vivir, la virtud, la felicidady el deber. […] Ética y moral son conceptos muy relacionados que a veces se usan como sinónimos, pero tradicionalmente se diferencian en que la ética es la disciplina académicaque estudia la moral.La ética no inventa los problemas morales, sino que reflexiona sobre ellos. Las acciones relevantes para la ética son las acciones morales, que son aquellas realizadas de manera libre, ya sean privadas, interpersonales o políticas. La ética no se limita a observar y describir esas acciones, sino que busca determinar si son buenas o malas, emitir juicio sobre ellas y así ayudar a encauzar la conducta humana.
El estudio de la ética se remonta a los orígenes mismos de la filosofía en la Antigua Grecia, y su desarrollo histórico ha sido amplio y variado. A lo largo de la historia ha habido diversas maneras de entender la ética y distintas propuestas morales orientadoras de la vida humana.
Aunque la ética siempre fue una rama de la filosofía, su amplio alcance la conecta con muchas otras disciplinas, incluyendo la antropología, biología, economía, historia, política, sociología y teología.“
El despertar ético, despertar y desarrollar la capacidad de razonar, analizar, evaluar, hacer la crítica, de nuestros actos, respuestas, opciones, valoraciones, etc. Para buscar el bien, para “hacer el bien”; para aceptar que el bien que uno puede perseguir o ha logrado, no es el bien para otros. Aparece, por tanto, la duda. ¿Qué hacer? Aceptar que esto es una realidad. La pluralidad ni es una virtud ni es un defecto, es una realidad. Ante esta realidad, ante este contexto en el que vivimos, la búsqueda del bien, definir el bien, precisa de respeto, de coherencia, de atención, porque no estamos solos, no es el “yo” sino el “nosotros” la realidad en la que nos reconocemos, vivimos. Sí, somos individuos, cada uno es cada uno, pero para identificarnos, descubrirnos, desarrollarnos, no lo conseguiremos desde el individualismo, egoísmo, narcisismo.
El despertar ético, la capacidad de analizar desde la solidaridad, el participar, pertenecer, convivir, teniendo en cuenta a aquellos que están más próximos y a todos los “prójimos” para buscar el bien, “hacer el bien”, incluso, desde el mal…
¡Ojalá!... Cuando llegue este número de la revista a vuestras casas se haya superado la pandemia del Coronavirus… ¡Ojalá! Pero, de momento, aquí y ahora, “todos en casa”.
Mirando la realidad con ojos diferentes, desde la reflexión de nuestro amigo José Manuel Bernal Llorente, Teólogo: “…Los medios de comunicación están poniendo ante nuestros ojos el comportamiento entregado y valiente de médicos, enfermeras, celadores y personal de la limpieza que están arriesgando su salud y su vida por atender a los pacientes. La policía y el destacamento militar de la UME controlan celosamente el cumplimiento de las normas con objeto de proteger la salud de los ciudadanos contra el virus. Los transportistas arriesgan su vida por las carreteras para abastecer a las grandes superficies. Importantes empresarios están ofreciendo generosamente sus recursos intentando salir al paso ante la situación angustiosa que estamos padeciendo. Toda la población está volcada en el cumplimento de las pautas establecidas. Hasta los grupos políticos abandonan sus querencias particulares y, por una vez, se han decidido a prestar un apoyo sincero a las directrices del gobierno de la nación. Habría que decir que se ha destapado solidariamente el fondo latente, humanitario y conciliador, de la población en aras del bien común.
Hay más. Da la impresión de que hemos tomado conciencia de la condición globalizada de nuestra sociedad y hemos afinado nuestra sensibilidad ante la grave situación que el covid-19 está provocando en los países vecinos de Europa. Hasta hemos sentido con una cierta emoción el apoyo alentador del gobierno chino dispuesto a facilitarnos los resultados positivos de su experiencia, de sus médicos y científicos, para ayudarnos a superar la crisis.
Por una vez estamos saliendo de nuestra mentalidad provinciana y casera. Esta experiencia nos está haciendo ver que vivimos en un mundo globalizado, donde las fronteras no significan nada. Ni las fronteras, ni las ideologías, ni la situación social. El virus nos está azotando a todos por igual. No hace distingos. Ni tiene miramiento alguno.
Toda la gran familia humana camina al unísono y lucha solidariamente contra un enemigo común que ha surgido de repente como un fantasma. Este fantasma, inhumano y salvaje, nos está uniendo a todos; está haciendo que caminemos juntos, solidarios, mirando en una misma dirección.
Lo que no han conseguido jamás ni los sermones de los curas, ni los discursos de los políticos, ni las consignas de los grandes pensadores, ni las maniobras malvadas de los que manejan el poder y el dinero; eso lo está consiguiendo un fatídico virus, deplorable y maligno, que ha venido a desbaratar la cómoda vida de quienes disfrutan de la sociedad del bienestar y de la opulencia.
Quizás sea este el camino que encauce a la comunidad de los hombres hacia las grandes metas de la promesa mesiánica, anunciada por los profetas del Antiguo Testamento. Quizás, este tormentoso camino, marcado por la desgracia, nos esté empujando hacia la solidaridad compartida, hacia la reunión de los dispersos y enfrentados, hacia la creación de espacios de paz y de reconciliación. Es posible que esta loca experiencia nos esté acercando al horizonte mesiánico descrito por los profetas cuando describen la vuelta de los deportados de Israel, la gran muchedumbre que peregrina para reunirse en el monte de Yahvéh y celebrar juntos el gran banquete de la reconciliación y de la abundancia (Is 11, 1-16; 49, 8-26; 55, 1-4; Ez 34, 23-31; Am 9, 11-14; Zac 9, 9-11).
Quizás, por estos caminos insospechados y crueles, nos estemos acercando también al horizonte del Apocalipsis de san Juan cuando nos anuncia el cielo nuevo y la tierra nueva, donde ya no habrá ni tristeza, ni dolor, ni llanto (Ap 21, 1-14). Es posible que esta experiencia universal esté significando la gran catarsis que nos ha de abocar a un mundo nuevo, distinto, más solidario y más humano.”
Gracias, amigo Pepe, por mirar la realidad con otros ojos.