Revista CR: El Hoy. Está aquí, no lo busquemos en otro sitio
“Lo que no hice y debería haber hecho” “Lo que hice y no salió como esperaba y/o esperaban” “Lo que me gustaría hacer…” El ayer, el mañana… El hoy empleado para lamentarse es una pérdida de energía, es crear un conflicto interno que dificulta la oportunidad de conocerse mejor, de conocer más, de ser dueños de los propios actos.
Directamente damos con la Palabra: “Así pues, no os preocupéis del mañana, que el mañana se ocupará de sí. A cada día le basta su problema” (Mt 6,34). De aquí procede la frase: “Cada día tiene su afán”. Por tanto, angustiarse o preocuparse demasiado por lo que pudiera pasar no es aconsejable. Esa preocupación por el mañana, provoca ansiedad, tensión; es pesadumbre, tristeza y, consecuentemente, limita nuestra capacidad de atención a lo que se precisa en este momento. “Cada día tiene su afán”, el ayer no vuelve, lo pasado es pasado. No se puede cambiar lo que se hizo ayer pero, muy interesante y valioso, se puede aprender…
Hoy, paseando por la ciudad…, y en un cubo de la basura habían escrito: “No es el espacio nuestra cárcel, somos
Una metáfora nos aporta la filósofa Mónica Cavallé que puede ilustrar la naturaleza de esta dinámica. “El niño que juega apasionadamente anticipa el futuro, es astuto, puede tener muchas estrategias (el equivalente a la mente funcional que tiene en cuenta el pasado y el futuro de cara a la eficacia de su acción). Pero el fin de cada momento del juego es ese propio momento. El fin del juego es jugar. El niño juega con todas las tácticas que requiere el tiempo, pero su plenitud radica en el presente. No se halla en una carrera enajenada, pues cada instante del juego es un fin en sí. Por supuesto, prefiere ganar a perder, pero ni el sentido del juego ni su identidad se deciden en el hecho de ganar o de perder. Lo prefiere, pero no es condición necesaria para gozar del juego, para crecer y expresarse a través de él.
Del mismo modo, el creador genuino no actúa únicamente con el fin de lograr un resultado futuro, por ejemplo, la obra artística. Al contrario, la culminación de la obra siempre da paso en él a una fértil y leve nostalgia que dinamiza nuevos proyectos, pues el sentido de su acción no era otro que la propia aventura creadora.
El sentido del presente no reside fuera de él. El presente es un principio, un medio y un fin”.
Terminar recordando los versos de la Santa de Ávila: Nada te turbe, / Nada te espante, / Todo se pasa, / Dios no se muda, / La Paciencia / Todo lo alcanza; / Sólo Dios basta. …
Número 550 (septiembre-octubre 2023)
Está aquí, es aquí… Este adverbio, aquí, indica el lugar en el que se está, indica el presente… Es una toma de conciencia del presente, de la realidad. Si se quiere encontrar algo que se ha perdido, si se quiere entender lo que está ocurriendo, mejor indagar aquí, no irse a otro sitio…
En un pueblo pequeño donde todos se conocían, sus habitantes estaban preocupados por un grupo de jóvenes, que aun siendo buenas personas, estaban cometiendo algunas tropelías y realizando más tonterías de las normales para su edad. La anciana Rabiya, una mujer sabia del pueblo, dijo que tenía una idea para hacerles reflexionar sobre su actitud. Así, al cabo de unos días, el grupo de jóvenes pasó cerca de la casa de la anciana Rabiya, la vieron buscando algo en el jardín frente a su choza y se acercaron para ver si la podían ayudar: -“Rabiya, ¿qué le pasa?, ¿qué ha perdido?,¿le podemos ayudar?” -le preguntaron. La anciana, con tono triste, contestó: -“He perdido mi aguja de oro”. Al oírla, los jóvenes se pusieron a buscarla sin dudarlo, pero al cabo de un rato, uno de los jóvenes dijo: -“Rabiya, el jardín es muy extenso y la aguja muy pequeña; además pronto anochecerá, ¿puede decirnos por donde se le cayó la aguja y así nos centraremos en esa zona? La anciana levantó la mirada, señaló hacia su casa y contesto: -“Sí, tienes razón. La aguja se me cayó allí, dentro de casa” Los jóvenes se quedaron asombrados: -“Rabiya, si la aguja se le cayó dentro de casa, ¿por qué la buscamos aquí afuera? Entonces Rabiya volvió a sonreír y les dijo: -“Es que aquí afuera hay luz, y dentro de la casa no hay” Los jóvenes pensaron que la anciana había perdido la cabeza, así que trataron de explicarle: -“Pero aún teniendo luz aquí fuera, si estamos buscando donde no ha perdido la aguja, ¿cómo pretende encontrarla?, ¿no es mejor llevar una luz al interior de la casa y buscarla allí, donde la ha perdido?” La anciana, sonriendo de nuevo les contestó: -“Sois tan inteligentes para ciertas cosas… ¡¿cuándo vais a emplear esa inteligencia para vosotros mismos?!” Los jóvenes, que ya no entendían nada, se miraron entre ellos y de nuevo a la anciana: -“¿Qué quiere decir Rebiya?” Y Rabiya les explicó: -“Así como yo me empeño en buscar la aguja en el jardín cuando está dentro de mi casa, os veo a vosotros todos los días: tratando de encontrar la felicidad en cosas ajenas pensando que son más importantes que lo que ya tenéis dentro. ¿Por qué os empeñáis en buscar fuera lo que habéis perdido dentro, en vuestro corazón?, ¿pensáis que la felicidad la encontraréis alrededor? No es así: la felicidad es algo que todos llevamos dentro, lo demás viene por añadidura cuando uno está en paz consigo mismo." Y los jóvenes entendieron: los que estaban perdiendo la cabeza eran ellos, no la sabia anciana Rabiya... (Anónimo)
Comenzar con esta fábula para constatar que, posiblemente, entretenerse demasiado con los alrededores y no considerar, tener presente, la inmediatez, el hoy, no permite encontrar la explicación, la respuesta adecuada, oportuna y/o necesaria. El ayer, el mañana. ¿Y el hoy? Pasa desapercibido, es aparcado a un lado. Se puede afirmar que el hoy es una consecuencia del ayer; el hoy es promesa, anuncio, del mañana. Por eso ser consciente del momento, del hoy, es un camino más razonable, más apropiado, para avanzar y responder a las necesidades e interrogantes que cada día nos plantea. Se puede afirmar que sorpresas y realidades inesperadas pueden sorprender, salen al encuentro, pero enfrentarlas con la mirada hacía atrás o con la mirada por encima del hoy ¿a dónde puede conducir? Evadirse, escapar o, por el contrario, hundirse más.
Hablar del hoy y en el hoy es, significa, ser consciente, tomar conciencia, conocer la realidad y reconocerse en ella; así como hacerlo desde el propio conocimiento que no se agota.
Hablar del ser humano se hace en términos de proceso, camino, evolución, crecimiento. Es un pasado (ayer), un presente (hoy), un futuro (mañana). Los niños no tienen pasado ni futuro gozan del presente, cosa que no ocurre a los adultos. El adulto tiene una historia que se sigue escribiendo y, en esa historia hay cosas que pasaron, pasaran, el ayer; hay cosas que se dan en el hoy y es camino abierto al mañana que cuando se conoce, se vive ya no es mañana, ni futuro, es hoy… ¡Ojo! En esta realidad, señalando la importancia y la diferencia del ayer, hoy, mañana, no quiere decir que no sea sano, adecuado, conveniente, oportuno, necesario, el proyectar un futuro: ¿Qué queremos ser? ¿Cuál es la misión de cada uno? ¿Cuál es su vocación? Etc. Y llegados aquí, “principio de realidad” que se apoya en la realidad externa y en la experiencia personal. Para ponerse en camino, no sirven los sueños fantásticos, como no es justo no darse la oportunidad.
“Hoy”, ser consciente, aceptarse, poner los medios, no despistarse quedándose en el ayer, ni imaginarse un mañana que nada tiene que ver con uno mismo o un mañana tan oscuro que impida ponerse en marcha. La realidad de cada cual, es original, es un valor. La historia de cada cual, es original, es un valor. Así como la diferencia, es un valor. Todo ser humano posee sus dones, capacidades, potencialidades, como se quiera llamar. Objetivo: desarrollarlos…
En el evangelio leemos: Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. (Mt 13,12. Cf. Mt 25,29; Mc 4,25; Lc 8,18. 19,26)
Desarrollar lo que somos, desarrollar los dones, en este presente en el que vivimos. Con la referencia al texto de Mateo se quiere indicar que hay capacidades, cualidades, virtudes, principios, los dones propios, que si no se ponen en práctica, no se desarrollan, no se hacen realidad en el vivir, se empobrecen y se pierden. Sin embargo, la práctica, la vivencia de las propias facultades, virtudes, los dones que cada cual posee, pueden llegar a ser hábitos de comportamiento que, sin esfuerzo alguno, son una realidad en nuestra mundo de relaciones, en el trabajo, la profesión, la vida, y esto enriquece. “Al que tiene, se le dará…” En aquello que es propio, su uso, desarrollo, enriquece.
En aquello que es propio y precisa que sea conocido, reconocido, partir de la realidad de cada cual, para crecer en el día a día, escribiendo así la propia historia que será un relato en el que el ayer, el hoy y el mañana que se va proyectando, son la identidad de cada cual.
Otra parábola o fábula que puede dar color al relato y seguir avanzando…:
Un mendigo había estado sentado más de treinta años a la orilla de un camino. Un día pasó por allí un desconocido. “Una monedita”, murmuró mecánicamente el mendigo, alargando su vieja gorra de béisbol. “No tengo nada que darle”, dijo el desconocido. Después preguntó: “¿Qué es eso en lo que está sentado?” “Nada”, contestó el mendigo. “Sólo una caja vieja. Me he sentado en ella desde que tengo memoria”. “¿Alguna vez ha mirado lo que hay dentro?”, preguntó el desconocido. “No” dijo el mendigo. “¿Para qué? No hay nada dentro”. “Échele una ojeada”, insistió el desconocido. El mendigo se las arregló para abrir la caja. Con asombro, incredulidad y alborozo, vio que la caja estaba llena de oro. (Eckhart Tolle)
Mirar dentro, dentro de uno mismo. Mirar en el aquí y ahora, escudriñar y aprender de la propia experiencia. Aquello que paso fue debido a… ahora me encuentro en una situación parecida. Como dice ese proverbio español: “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. No vale decir: “soy así”, “no me queda más remedio”, “hay que resignarse”… y cruzarse de brazos… Permanecer en el ahora sin gustarlo, es estar perdiendo lo más precioso que hay.
Eckhart Tolle, en su libro El poder del ahora, escribe: “Carl Jung cuenta en uno de sus libros una conversación que tuvo con un jefe indígena norteamericano que le señaló que tal como él lo percibía los blancos tienen caras tensas, ojos penetrantes y un porte cruel. Dijo “Están siempre buscando algo. ¿Qué están buscando? Los blancos siempre quieren algo. Siempre están incómodos e inquietos. No sabemos lo que quieren. Creemos que están locos”.
La corriente subterránea de desasosiego constante comenzó mucho antes del surgimiento de la civilización industrial occidental, por supuesto, pero en la civilización occidental, que ahora cubre casi todo el globo, incluyendo la mayor parte del Este, se manifiesta en una forma aguda sin precedentes. Estaba ahí ya en la época de Jesús y también seiscientos años antes, en la época del Buda, y mucho antes. ¿Por qué están siempre inquietos? Preguntaba Jesús a sus discípulos. “¿Puede la preocupación añadir un solo día a su vida?” Y el Buda enseñó que la raíz del sufrimiento debe buscarse en nuestro continuo desear y ansiar.
La resistencia al Ahora como disfunción colectiva está intrínsecamente conectada con la pérdida de conciencia de Ser y constituye la base de nuestra deshumanizada civilización industrial. Freud, a propósito, también reconoció la existencia de esta corriente subterránea de desasosiego y escribió sobre ella en su libro El Malestar en la Cultura, pero no reconoció la verdadera raíz del desasosiego y no se dio cuenta de que es posible liberarse de él. Esta disfunción colectiva ha creado una civilización muy infeliz y extraordinariamente violenta que se ha convertido en una amenaza, no sólo para sí misma sino también para toda forma de vida sobre el planeta.”