Revista CR: El mañana. No lo conocemos, pero lo vamos ya construyendo
Un pie hacia delante, pero no es suficiente, hay que levantar el pie que quedó atrás y ponerlo delante. Para avanzar hay que moverse, dejar atrás. Decir adiós, es hacer posible un hola. Por otra parte, la permanencia no es tanto, quedarse quieto, inmóvil, es desear conocerla, saber lo que encierra, y acompañados de esa sabiduría avanzar, ir hacía delante.
El término llamada es una realidad indispensable en la vida de todo ser humano.
“El ser humano es alguien que dialoga con otros: llama y es llamado, responde y es respondido. Esta condición dialogal hace que el hombre puede ser sujeto de una vocación. Se siente llamado a algo y se sabe responsable de una misión, que muchas veces tiene que discernir. La alteridad hace posible una llamada y crea un espacio para la respuesta. El ser personal está orientado hacia su realización personal. El hombre es un ser vocacional; se siente llamado a hacer algo con su vida”. (Emilio J. Justo)
El futuro viene, por tanto, anunciado en nuestra misma condición. El hecho de ser llamado es una invitación a lo desconocido, es una invitación a mirar hacia delante, avanzar.
El mañana que no conocemos es una realidad para nuestra vida. El mañana, por venir (locución adjetiva), no se espera, se construye. El mañana, porvenir (sustantivo), tiempo futuro.
El mañana se puede asociar y expresa con otros términos que ayudan a entenderlo y acogerlo: Llamada, vocación; respuesta, responsabilidad; misión; esperanza. El ser humano es el protagonista de su historia, es un ser histórico, abierto al futuro, a lo que puede y tiene que crear. ¿De quién depende el futuro de cada uno?
El mañana, no lo conocemos, pero lo vamos construyendo. En nuestro hacer, vivir, vamos remitiéndonos al pasado y al futuro, la mente se utiliza a un nivel funcional, no especulativo, centrada en el presente. Partimos del “aquí y ahora”, empujados por un “ayer”, y hacemos camino, el futuro se hace presente y es la consecuencia de nuestras intervenciones y respuestas a lo que la vida nos presenta. No es cuestión de lo que me gustaría o debería… es cuestión de lo que nos permite ser más humanos. ¿Dónde está el secreto? ¿Qué es lo importante? Como decía Tolstói: “He entendido que el hombre, además de perseguir su propia ventaja personal, debe perseguir también el bien ajeno; que si queremos hacer un parangón con el mundo animal, como les gustaría hacer a algunos para justificar la violencia equiparándola con la lucha feroz por la supervivencia, es necesario considerar el mundo de los animales sociales como las abejas, porque el hombre sin hablar del amor innato por su prójimo es llamado ya sea en virtud de su mentalidad o de su naturaleza a ponerse al servicio del prójimo y de la utilidad colectiva de la humanidad.”
El mañana, el futuro, a lo que estamos llamados... Todos estamos llamados a ser santos. ¿Qué significa ser santos? “Sed, pues perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5, 48)
Número 551 (noviembre-diciembre 2023)
Sed, pues, perfecto como vuestro Padre del cielo es perfecto. (Mt 5,48)
Esta invitación, esta llamada de Jesús, el Hijo de Dios, nos puede parecer excesiva. La pregunta y la respuesta inmediatas: ¿Cómo puede ser posible? ¡Es imposible!
Para entender lo que quiere decir esta invitación la tenemos que poner en su contexto. Jesús, en el sermón del monte (Cfr. Mt 5; Lc 6,20 ss), además de las Bienaventuranzas, habla del sentido de los mandamientos de Dios, de la ley. En esta explicación, Jesús, cita el pasado, pero su pretensión, su mirada se dirige hacia el futuro. Es, por tanto, una propuesta, una invitación, una llamada a construir un mundo cada vez mejor, más acorde con el plan de Dios.
El punto de referencia, el mismo Dios, Padre de todos, que nos llama no a ser dioses, sino a que seamos sencillamente humanos. Lo que somos: humanos siempre.
Un mañana más humano, más acorde con el plan de Dios, con la pretensión de Jesús que se presenta como la nueva humanidad. No echar la vista atrás: “Hermanos, yo no pienso tenerlo ya conseguido, únicamente, olvidando lo que queda atrás, me esfuerzo por lo que hay por delante y corro hacia la meta, hacia el premio al cual me llamó Dios desde arriba por medio del Mesías Jesús.” (Flp 3, 13-14). Mirar hacia delante, considerar y reflexionar sobre la invitación, la propuesta, que a través de Jesús, Palabra encarnada, nos hace Dios Padre. Escuchar, atender, reflexionar, elegir y comprometerse porque todo ser es “llegar a ser”. El ser humano lo puede hacer, ha sido creado con las facultades que le hacen capaz, dotado de libertad. Y el ser humano puede reconocer a Dios “ en medio de nuestra vida, y no sólo en el límite de nuestras posibilidades. Dios quiere ser reconocido en la vida y no sólo en la muerte, en la salud y la fuerza y no sólo en el sufrimiento, en la acción y no sólo en el pecado. La razón de ello se halla en la revelación de Dios en Jesucristo” (D. Bonhoeffer).
La propuesta, la invitación, que Dios nos hace, como ya se ha dicho, es a ser más humanos. Aparece un contraste: la vieja humanidad, la nueva humanidad. ¿Cuál es su diferencia? La vieja humanidad, la nueva humanidad, podría interpretarse, entenderse, como la humanidad bajo la ley o la humanidad bajo la gracias. Pablo en su carta a los Romanos afirma que “no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (6,14). Vivir bajo la gracia, según Pablo, quiere decir que el pecado no tiene dominio sobre nosotros. Vivir bajo la ley, los humanos necesitamos de las leyes, pero éstas, las leyes, están a nuestro servicio: “El sábado se hizo para el hombre, no el hombre para el sábado” (Mc 2,27). Ser esclavos de lo que está mandado por miedo, para evitar un castigo o una sanción, sin reconocer un valor superior, sin reconocer el valor del hermano, del prójimo, es un planteamiento que nos empobrece, nos impide saber de qué somos capaces y, en concreto, quienes somos. La nueva humanidad, guiada por el Espíritu no oprime ni margina, no excluye. Sin embargo, la marginación, la opresión, la exclusión son una realidad cuando nuestro objetivo, nuestra opción de vida, están bajo la penalidad de la ley.
“Vosotros, hermanos, habéis sido llamados a la libertad; pero no vayáis a tomar la libertad como estímulos del instinto; antes bien, servíos mutuamente por amor. Pues la ley entera se cumple con un precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo… Os encargo que procedáis según el Espíritu… el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, modestia, dominio propio. Contra eso no hay ley que valga, los que son del Mesías (Jesús) han crucificado el instinto con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, sigamos al Espíritu; no seamos vanidosos, provocadores, envidiosos.”(Gal 5, 13-14. 22-26).
Un mañana más humano, que se puede ir aprendiendo y elaborando. Se aprende a vivir viviendo. Es un proceso que se desarrolla, se expresa, se avanza, según sea el comportamiento del ser humano; según sea el cómo se entiende, se sitúa, se sabe, el ser humano, en este contexto, su realidad, que podría calificarse de humana o de inhumana. La diferencia entre humanidad e inhumanidad se manifiesta, por tanto, en los hechos. Todo lo que perjudica, hace daño al ser humano, se le podría calificar de inhumano. Todo lo que beneficia, hace bien al ser humano, se le podría calificar de humano.
“La existencia se halla ante posibilidades que no prevé. Está sometida a un cambio que no conoce. Se mueve continuamente en una situación que no domina.” (Heidegger). Posibilidades no previstas, cambios desconocidos, situaciones que nos desbordan. Somos testigos de un panorama de destrucción, de inhumanidad: La guerra Ucrania-Rusia; la guerra Israel y Hamás y el largo conflicto de Israel y Palestina, y…
Somos testigos y somos provocadores, responsables, del mundo en el que vivimos: ¿Un mundo mejor?... La problemática de las migraciones y otras inhumanidades como resultado del uso del poder, la fuerza, el egoísmo, la desigualdad tan real y escandalosa que existe.
Cuando decimos o escuchamos palabras como justicia, igualdad, libertad, ¿qué estamos diciendo? ¿qué contenido damos a estas palabras, cómo entenderlas? Justicia, ¿sólo un deseo?; injusticia, una experiencia para los más débiles… Libertad, capacidad de decisión y responsabilidad, cuando se da en un contexto de posibilidades. Libertad, sólo para los que gozan de alternativas, porque otros no gozan de alternativa alguna que se puedan permitir elegir o decidir. No pueden elegir, tienen que ¡morir al palo! Inhumanidad, también, a causa de la manipulación interesada del mismo lenguaje que precisamos para entendernos, comunicarnos, para crear, para reconocernos, para ser más humanos.
Un mañana más humano, resultado, consecuencia, expresión de la vida que se experimenta como posibilidad, que es escucha y apertura: “El yo no existe encapsulado en sí mismo, sino que su ser consiste en estar abierto al mundo, a los sucesos y a los acontecimientos, estar abierto a las situaciones que le salen al encuentro.” (Joan- Carles Mèlich).
Un mañana más humano resultado de la vida experimentada como don, gracia, de un Dios que es Amor. Desde la intimidad de cada corazón, el amor crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de si misma hacia el otro. Hechos para el amor, hay en cada uno de nosotros “una ley de éxtasis: salir de sí mismo para hallar en otro un crecimiento de su ser”. Por ello “en cualquier caso el hombre tiene que llevar a cabo esta empresa: salir de sí mismo”. (Francisco. Fratelli tutti, 88)
En la historia de la humanidad encontramos infinidad de testimonios de quién es el ser humano y qué puede llegar a ser; testimonios de entrega y olvido de sí; testimonios de creatividad –creación-, de aprecio al prójimo y amistad, de llamada a seguir abiertos, salir de sí mismos, y experimentar la necesidad, la credibilidad de que estamos en el camino de una trascendencia que invita y tenemos necesidad de proclamar: ¡Señor mío y Dios mío! Como exclamó Tomás (Jn 20,28). Es verdad que Jesús, responde a Tomás: “Porque me has visto has creído; dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20, 29). Sí, porque hemos visto… Nunca es tarde para reconocer a Dios en nuestra realidad, en los demás. Que sigamos viendo. Dios se manifiesta para que le entendamos… “Muchas veces y de muchas formas habló Dios en el pasado a nuestros padres por medio de los profetas. En esta etapa final nos ha hablado por medio de un Hijo, a quien nombró heredero de todo, por quién creó el universo.” (Heb 1, 1-2). Y el Hijo de Dios se hizo uno de nosotros… “La Palabra se hizo hombre y acampó entre nosotros…” (Jn 1,14)
¿Qué impide sea posible un mañana más humano? Querer ser dios. Esta es la tentación: “La serpiente…: -¿Con que Dios os ha dicho que no comáis del ningún árbol del jardín? La mujer contestó a la serpiente: -¡No! Podemos comer de todos los árboles del jardín; solamente del árbol que está en medio del jardín nos ha prohibido Dios comer o tocarlo, bajo pena de muerte. La serpiente replicó: -¡Nada de pena de muerte! Lo que pasa es que Dios sabe que, en cuanto comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dios, versados del bien y del mal.” (Gen 3, 1-5)
Un mañana más humano es posible, estamos preparados, capacitados para descubrir la belleza, la bondad, la verdad, hasta en las situaciones más inhumanas y difíciles. Traemos a colación, por ejemplo, al poeta polaco-judío Aleksander Wat que estaba en la cárcel y en un edifico cercano sonaba la música. Aleksander escuchaba esa música de Johann Sebastián Bach. Al oírla, se estremece y piensa: Si la voz del hombre, si los instrumentos hechos por manos humanas, si el alma humana puede crear aunque sea una sola vez en toda la historia, semejante armonía, belleza, verdad y poder con semejante unidad de inspiración, si eso existe, entonces cuán fugaz, cuán inexistente es todo el poder de un imperio.