Revista CR “FIDELIDAD, el abrazo del amigo. El beso del enemigo, el engaño"
Hablar de fidelidad hoy es exagerado, se puede opinar, cuando nos movemos en una cultura de “usar y tirar”, de ahí el comentario: “¡La fidelidad está sobrevalorada!”
No se puede bajar el listón, no conviene conformarse con mínimos; acomodarse tiene peligro. No es una paranoia plantearse la superación de las propias capacidades y, consecuentemente, el crecimiento personal y que los valores estén presentes en nuestro vivir. Aprender de la experiencia, avanzar en el propio trayecto vital. No quedarse inmóvil por el conformismo y la fatalidad ¡Qué le voy hacer! ¡Soy así! Uno es lo que quiere ser. Los errores son oportunidades.
Fidelidad con los otros, conmigo mismo, con Dios, con los compromisos, con la “palabra dada”, con el amor, la amistad, la vida. Ser fiel, tener fe, fiarse, creer, confiar. Ningún valor está sobrevalorado ¡Es un valor! Descubrirlo y sentir la invitación a aceptarlo y adoptarlo en el proceso de cada uno, que forme parte de la propia existencia, es una gracia. Son paradigmas que están ahí provocando e invitando a mirar más allá, no bajar la vista y centrarse en el propio ombligo, ni pretender controlarlo todo, nos podemos hundir. El evangelio se hace presente con una experiencia: Pedro no teme porque se hunde, sino que se hunde porque teme (Mt 14,29-31)
Se aprecia, se valora, se agradece el abrazo del amigo, su fidelidad. Sin embargo, el beso del enemigo es el engaño, la mentira, el vacío… “Leal es el golpe del amigo, falaz el beso del enemigo” (Prov 27, 6)
Número Nº 524 (mayo, junio 2018)
FIDELIDAD, el abrazo del amigo.
El beso del enemigo, el engaño
Cuando se toma una determinación, una opción, se comienza algo nuevo. Se opta por el matrimonio, por ejemplo, un nuevo planteamiento de vida, un compromiso entre dos personas. No es el final de nada, es el principio de una nueva vida… Y así con toda opción, ya sea profesional, moral, religiosa… Y un día se descubre que las razones primeras que impulsaron a tal compromiso ya no son tan importantes porque aparecen otras que siendo distintas -más maduras, más fundamentadas, más valiosas- dan sentido a ese compromiso y a la misma fidelidad. Se trata de un valor que permite, de manera alegre, la renuncia necesaria para mejor contemplar y responder a la palabra dada, a la promesa, a la opción elegida… con fidelidad.
La fidelidad, no es una materia de intransigencia y de afán de dominio, más bien todos participan y se crea un ambiente donde todos crecen. La fidelidad se inspira y se sostiene en el amor a lo valioso. El valor atrae y suscita afecto, admiración, porque nos aporta posibilidades para vivir con más sentido, creando relaciones ya que todo valor es relacional. Se revela en relación al ser humano que escucha su llamada y la realiza en su vida.
¿Y la infidelidad? Como la mentira, que es engañarse a uno mismo. No cumplir la palabra dada es ser infiel a uno mismo, privarse de una identidad personal, de la propia coherencia y honorabilidad.
La fidelidad comienza por lo elemental y lo más concreto. Renovar esta fidelidad es hacerse consciente y hacer presente y real la amistad, el amor, la proximidad, al otro… “En la renovada fidelidad a lo elemental, en la humildad de la tierra, se aprende a escuchar y a ser oyente atento. Y se aprende también a tener paciencia, como la de aquellos dioses que, según cuentan los vedas con sentido del humor, hacían cola esperando que llegase su turno para gobernar el mundo. Dioses con suficiente paciencia para pedir tanda y hacer cola: lección ejemplar para tenerla también nosotros, no con el fin de gobernar el mundo, sino con el de escuchar y admitir… (J.M. Esquirol)
El abrazo del amigo. El que escucha y admite, acoge, abriga, confía, atiende, acompaña… ¿Es necesario demostrar lo buenos que son los abrazos?
Cuando hablamos del abrazo también pensamos en el hecho de la confianza, la seguridad, la certeza, de que ahí está el amigo, siempre está ahí, fidelidad… ahí está el marido, la esposa…ahí está el padre y la madre, el ser humano que se define por su capacidad de recibir, admitir –‘dejar venir, dejar entrar lo que viene, no cerrarse al advenimiento’-, permitir. Y esto no es sólo vivir, es ser capaz de vida.
El abrazo del amigo, la fidelidad a una palabra dada, a una historia compartida y el compromiso en un futuro que se va realizando, un camino a hacer, esto precisa de la memoria, el recuerdo. La fidelidad supone el ejercicio de la memoria, entendiéndola como facultad creadora. En alguna ocasión hemos hecho referencia al dato de recordar (volver a pasar por el corazón) traer de nuevo a la existencia. Porque ser fiel implica recordar lo prometido y cumplirlo, creando así un vínculo con el destinatario de la promesa, vínculo hecho realidad por el amor, por un valor que, como leemos en el evangelio cuando hace referencia al reinado de Dios (Mt 13, 44ss), es tan valioso que invita a dejarlo todo por conseguirlo. Desde la fidelidad, con fidelidad, se re-crea la realidad. Cuando se promete crear algo valioso y se cumple esa promesa, cada hombre, cada mujer, logra una medida suprema de dignidad.
El beso del enemigo…, hace daño, es tristeza y oscuridad. En ese signo, aparentemente, de afecto y reconocimiento, se vuelca la mentira, el engaño… “Leal es el golpe del amigo, falaz el beso del enemigo” (Prov 27, 6). Si algo enfurecía a Jesús era la hipocresía y la mentira, especialmente por parte de los jefes religiosos de su tiempo. “¡Vosotros, hipócritas!” (Mt 23,13 ss), exclamaba una y otra vez. La hipocresía, la mentira, la utiliza quien pretende ser lo que no es, es la falsedad de la propia vida, las contradicciones en que se vive.
“Fieles son las heridas del amigo, pero engañosos los besos del enemigo.” (Prov 27, 6)