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Revista CR: Responsabilidad. “Así pues, cada uno de nosotros rendirá a Dios cuentas de sí”

1 de marzo de 2022
Etiquetas: Teología / Revista CR
Revista CR: Responsabilidad. “Así pues, cada uno de nosotros rendirá a Dios cuentas de sí”

No esperemos que sean los demás los que nos saquen las castañas del fuego.

Que nadie se arrogue la obligación de justificar, “salvar”, a los otros. Cada uno tiene bastante consigo mismo.

         No estamos defendiendo individualismo alguno, más bien invitamos a descubrir nuestra realidad, la calidad y originalidad de cada cual que se hace patente y se desarrolla teniendo en cuenta, teniendo presentes, a los demás. Y porque no estamos solos tenemos que reflexionar y hablar de la responsabilidad.

         Responder, contestar, razonar y satisfacer, dar cuenta de los actos, compromisos, obligaciones, saber el por qué y el para qué, tener un objetivo, elegir y llevar a cabo en nuestra realidad que, una vez más recordar, no estamos solos. Responder a los demás, responder a Dios, responderse. Responsabilidad, establecer un diálogo.  Y no sentirse obligados a responder por los otros, es una forma de anular, desprestigiar, dudar de la capacidad de los demás; otra cosa es solidarizarse, acompañar, saberse y sentirse perteneciente.  Aprender de la actitud de Jesús cuando se encuentra con aquellos que le solicitan su ayuda; su pedagogía no consiste en sustituir o anular la responsabilidad del necesitado. Jesús remite a uno mismo y afirma “Tu fe te ha sanado” (Mt 9,22; Lc 19,42; Mc 10,52). La comodidad de que nos lo den todo hecho es un peligro. Nos negamos la experiencia de conocer y de hacer realidad nuestras capacidades, por tanto, de “ser” y “estar”.

         No echemos la culpa a los demás. En su libro “Sobre la bondad humana”, Félix García Moriyón dice: “…cuando nos vemos involucrados en un suceso que ha provocado daño, lo mejor es empezar admitiendo, como hipótesis inicial de trabajo, que ambas partes hemos podido tener parte de la culpa. De entrada, por tanto, admitimos la posibilidad de que podemos repartirnos la responsabilidad a partes iguales, lo que implica que asumo que quizá yo mismo tenga algo que ver con lo que ha pasado.”  Esto no es sólo más justo, también es más sano.

         Según el Génesis, sabemos que desde el principio de la humanidad se da este hecho: Dios interroga a Adán porque ha comido del árbol prohibido y la respuesta de Adán es culpar a Eva y también culpar al mismo Dios: "La mujer que me diste por compañera me alargo el fruto y comí" (Gen 3,12). Cuando Dios pregunta a Eva, ella culpó a la serpiente: "La serpiente me engañó…"  (Gen 3, 13). Echar la culpa a los demás y no aceptar nuestra responsabilidad supone o significa que los problemas, las dificultades, no se resuelven y nos volvemos débiles e ineficaces, nos negamos la oportunidad de aprender, de crecer. 

         Y también es un hecho, mirando desde el evangelio, que vemos la mota en el ojo ajeno y no vemos la viga en el propio (Mt 7, 3-5). Y es bueno reconocer que “lo que uno siembra eso cosechará” (Gal 6, 7).

Número 542 (enero-febrero 2022)

         Nuestro contexto actual sigue coloreado, quizá mejor decir manchado, por la pandemia, COVID_19. Es una realidad que ha exigido cambios en nuestro comportamiento, en nuestras relaciones… Es una realidad amenazante que exige mayor responsabilidad por parte de todos, no sólo para la propia defensa, sino en beneficio de todos; no sólo para evitar el contagio sino, también, porque no podemos vivir totalmente condicionados y determinados. El ser humano decide qué hacer, se deja llevar o hace frente a las adversidades y obstáculos que limitan su libertad. El ser humano, decide cuál será su existencia. Una de las condiciones, de los rasgos, que define al ser humanos es, precisamente, la capacidad de sobreponerse, de ir más allá. Análogamente, el ser humano es un ser autotrascendente.

         Privar al ser humano de su libertad, negar la libertad, parece algo inconcebible y, sin embargo, ya sea por decisión propia –lamentable y triste dejarse en manos de los demás, de un “destino”, vivir en el “vacío” o la “desnudez”-; ya sea por circunstancias ajenas –el poder, la fuerza, la irracionalidad de unos pocos-; en el siglo XXI, se niega la libertad.

         “Privar a un hombre de su libertad natural y negar a él los servicios comunes de la vida es peor que morir de hambre el cuerpo, sino que es el hambre del alma, el morador en el cuerpo” (Mahatma Gandhi) 

         Atención a la reflexión de Viktor E. Frakl desde la referencia del campo de concentración: “Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino.”

         Por otra parte, seguimos con V. Frakl: “La libertad, no obstante, no es la última palabra. La libertad sólo es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad no es más que el aspecto negativo de cualquier fenómeno, cuyo aspecto positivo es la responsabilidad. De hecho, la libertad corre el peligro de degenerar en nueva arbitrariedad a no ser que se viva con responsabilidad. “

         El aspecto positivo de la libertad es la responsabilidad. Y la responsabilidad solo se puede exigir, demandar, si hay libertad. Y la responsabilidad es más un compromiso que una obligación. Ser responsable tiene que ver también con ser capaz de tomar decisiones, llevar a cabo comportamientos, acciones,  que buscan el bien de uno mismo y de los demás. Y lo más importante, ser responsable significa  acepta las consecuencias de los propios actos y de las propias decisiones.

         ¿Cometer errores es un problema? Se puede afirmar que sí en la medida que interrumpe, desvía el objetivo deseado, confunde... pero, a la vez, tenemos que reconocer que forma parte de nuestra misma condición humana, valiosa y vulnerable. ¿Cuál es el problema? ¿Qué es problema? No tanto el error, sino el no reconocer, aceptar, dicho error. Es un problema, no aprender de la propia experiencia, no descubrir nuestras limitaciones y nuestras capacidades. Responsabilizarse, hacerse cargo, responder a ese error buscando soluciones, rectificando, aprendiendo. Hacer la experiencia de uno mismo es hacer la propia vida. 

         La persona responsable siente la necesidad de proceder de la manera más adecuada movido no tanto por “el qué dirán” sino persiguiendo lo mejor para la vida de todos. Es saludable y de sabios considerarse, entenderse, como aprendices que desde la experiencia va tomando posiciones, adoptando principios, valores y virtudes, que hacen de nuestra relación, la vida, un camino de crecimiento y sentido compartido con los demás, de ahí la responsabilidad que también significa ser capaz de respetar a los demás, como de respetar el medio donde estamos. Según el Principio de Responsabilidad de Hans Jonas, cuando comprobamos que algo es bueno en sí mismo y además vulnerable, quien tiene poder para protegerlo, para cuidar de ello, debe hacerlo, debe hacerse responsable de su suerte. La responsabilidad del ser humano consigo mismo es indisociable de la que debe tenerse en relación con todos los demás. Se trata de una solidaridad que lo conecta a todos los seres humanos y a la naturaleza que lo rodea. Es así que cualquier elección hecha en función del propio interés y sabiendo que puede ser causa de un grave perjuicio a los demás, es una opción que podemos calificarla de ilegítima, es una inmoralidad.

         La responsabilidad participa, precisa, de la reflexión ética y filosófica; la responsabilidad nos pone ante un camino   espiritual, trascendente. El mismo Jesús, sintió, pensó, que tenía que responder a Dios. Su vida, desde la experiencia de saberse llamado por Dios: “Este es mi Hijo amado, en quién me complazco” (Mt 3,17), ya no era lo mismo. ¡Cómo cambió!, salió de su realidad habitual y, dice el Evangelio que el Espíritu le llevó al desierto (Mt 4,1). 

         El hecho de enfrentarse a una realidad nueva, preguntarse e indagar cómo resolverla, es un dato de responsabilidad. Y se le presentaron distintas alternativas para llevar a cabo el plan de Dios (Lc 4, 1-13). Jesús tuvo que elegir y rechazar. Este ejercicio requiere compromiso y coherencia: Jesús, en su decisión responsable estuvo presente el respeto a la libertad y dignidad humana, la nota dominante con todas sus consecuencias. 

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