Sabemos que el Rosario ha sido –y aún sigue siendo– la oración mariana más extendida. Por desgracia, está cayendo en desuso sobre todo entre la gente joven, pues resulta –aparentemente– anticuada y aburrida. Sin embargo, cuando uno vence estos prejuicios y se anima a rezarlo a diario, descubre gratamente que esta oración alberga una gran riqueza espiritual: por eso es la oración mariana por excelencia.