Fray Domingo, Maestro de los Predicadores, a la amada Priora y a toda la comunidad de monjas de Madrid, salud y perfeccionamiento de día en día.
Mucho nos gozamos y damos gracias a Dios, por el beneficio de vuestra santa vida, y porque Dios os libró de la corrupción de este mundo. Combatid, hijas, con el antiguo adversario redoblando los ayunos, porque no será coronado sino quien luchare dignamente. Y si hasta ahora no tuvisteis lugar en que cumplir vuestra Regla, ya no podéis excusaros de no tener, por la Gracia de Dios, aposentos bien acomodados para observar la regla, por lo cual QUIERO que, en adelante, se guarde silencio en los lugares prohibidos, a saber, en el coro, dormitorio y refectorio, y que en todas las demás cosas se cumpla vuestra ley.
Ninguna salga a la puerta ni que nadie entre dentro, al no ser el Obispo, o algún prelado para predicar, o hacer la visita. No os dispenséis de las disciplinas ni vigilias. Sed obedientes a vuestra Priora. No andéis en coloquios unas con otras, ni perdáis el tiempo en plática excusada. Y como no podemos ayudaros con bienes temporales, no queremos imponeros que alguno de los frailes tengan potestad de admitir o introducir algunas mujeres, sino solamente la Priora con el consejo de su comunidad. Además, mandamos a nuestro amado hermano Fray Manés, que tanto trabajó y os incorporó a este santísimo estado, que disponga de vosotras y os gobierne en todo según creyere conveniente, para que os conduzcáis religiosa y santísimamente. También le damos autorización para visitaros, o reprenderos, y para quitar la Priora si fuere necesario con el consentimiento de la mayoría de las monjas, y le otorgamos licencia para que, si lo juzga conveniente, os pueda dispensar de algunas cosas.
Os bendigo en Cristo.
Fr. Domingo
El original de esta carta se conserva en el Monasteriode Santo Domingo el Real de Madrid.