La oración es, esencialmente experiencia de Dios,que se nos hace asequible, cercano, amigo. Está impregnado, empapado del misterio de la Encarnación.
Porque el VERBO se hizo CARNE y acampó entre nosotros, así podemos acercarnos al Padre y en un mismo Espíritu clamar ¡Abba! Esta inmersión de Dios Trinidad, Dios Comunidad no podemos realizarla sin el apoyo y la ayuda de la fe.
Nuestra experiencia de Dios se realiza en la fe. Pero es una experiencia humana porque se realiza en el hombre concreto, y en el aquí y ahora de cada persona. Dios busca el encuentro en cada persona.
Por eso nos obliga a buscar espacios y tiempos delimitados en nuestra vida para quedarnos a solas con Dios.
La oración que es gracia y no podemos por muchos esfuerzos que hagamos alcanzarla sin el Espíritu Santo, es el que ora en nosotros. El Espíritu Santo es el regalo del Padre y del Hijo hacía nuestra debilidad. Pero debemos suplicarla humildemente. Cuando en nuestros días hablamos de la oración del corazón, debemos dejar que nuestro yo más profundo se abra a la Gracia de Dios para ir conociendo nuestra limitación y pequeñez y su gran ternura y misericordia, llegar a Dios con sencillez y confianza, como somos y sentirnos amados con intensidad, así esta experiencia de Amor concreto a mí, ensancha el corazón a la medida del Corazón de Dios.
Como dominicas ,nuestra experiencia de Dios debe estar marcada por la experiencia de Domingo de Guzmán.
- Contemplación de Cristo.
- Contemplación de Nuestro Mundo.
Contemplación de Cristo:
Que nos debe llevar a una identificación profunda con El, en la Cruz, en la Eucaristía y en la Palabra.
La Cruz nos abre al misterio del anonadamiento del Verbo, que lleva no sólo a encarnarse, sino a morir por todos. El celo por la salvación de todos los hombres.
Oración – Contemplación dominicanas. De la Contemplación de Jesús crucificado, de la experiencia de misericordia brotaba la súplica continua :”Dios mío, misericordia mía ¿qué será de los pecadores?...” Una misericordia no abstracta, personificada en el cuerpo muerto y roto del Señor. Una oración – contemplación que le impulsaba al deseo de identificación plena con Cristo, a ser también El-nosotros-misericordia y movernos a actuar con compasión, aunque nos lleve a la exigencia fuerte de llegar a entregar la vida por los demás.
También la Eucaristía es lugar de la experiencia de Jesús. Él realizó una escalada descendiente de anonadamiento, Dios se hizo hombre; como hombre, aceptó la muerte más ignominiosa, y para hacer efectiva la Salvación se quedó con nosotros bajo la apariencia de pan.
Si nuestra oración-contemplación no nos lleva a recorrer el mismo camino tendremos que hacer un alto y preguntarnos si buscamos a Dios o nos contentamos con encontrarnos con nosotros mismos.
Se dice de Sto. Domingo N.P. que en la Eucaristía “lloraba copiosamente”¿no sería quizá la experiencia interna de este misterio de despojo y entrega la que hiciera brotar esas lágrimas? …
Y por último escucha asidua de la Palabra de Dios, ”la contemplación genuina es la lectura de la Biblia y el estudio de la verdadera Sabiduría”. Debemos alimentar nuestra oración con la Palabra de Dios; el rezo diario de la liturgia de las horas. Por su finalidad de santificación del día, y por su componente mayoritariamente bíblico –salmos y lecturas-,es el alimento diario de nuestra oración.
Si alimentamos nuestra oración con esta contemplación Cristo víctima, Pan, Palabra, poco a poco, sin darnos cuenta, nuestra vida irradiará Presencia de Dios
La contemplación de nuestro mundo.
En el s XIII un fraile anónimo dominico del convento S. Jacques de París escribía: "Entre las cosas que un hombre debe ver en la contemplación, están las necesidades de su prójimo y también la magnitud de la fragilidad de cada uno de los seres humanos".
La visión de Cristo nos debe llevar necesariamente a la contemplación de nuestro mundo.
Dios se manifiesta a través de nuestra historia. Desde que el Verbo se encarnó en nuestra naturaleza, nada de lo humano nos es ajeno, pues nuestra historia, nuestra vida, y todo acontecer, está preñado de la Presencia de Dios. Tenemos que acostumbrarnos a:
- Ver a Dios en los acontecimientos y personas.
- Ver los acontecimientos y personas desde los ojos de Dios.
Ver los acontecimientos y personas
Se ha gustado decir la frase: “Contemplación de la calle”, o sea contemplar a Dios desde el corazón de nuestra historia, tanto en el acontecer doloroso o sufriente, como en los gozos y esperanzas de nuestra Humanidad. Y aquí radica la espiritualidad dominicana de la Encarnación.
Debemos pues intentar ver todo con la mirada de Dios, como Cristo contemplaba a sus contemporáneos y “sentía lástima” de ellos porque andaban como “ovejas sin pastor”. Mantener la mirada atenta, intentando descubrir no el “POR QUÉ”sino el “ PARA QUÉ” de las cosas y escudriñar el misterio que encierra y que va atrayendo a nuestra Humanidad hacía Dios.
En esta “contemplación de la calle” nos puede ser de una ayuda inestimable el rezo del Rosario… A través de él vamos desgranando los misterios de nuestra salvación, realizada por Cristo. Pero esa salvación debemos hacerla actual en nuestro hoy concreto. Los misterios, guiados por la mano y el corazón de la Madre, presentamos un día y otro al Señor .
Ver los acontecimientos y personas desde los ojos de Dios.
Para que esto sea así, es preciso tener el mismo corazón de Dios- como tenía Catalina de Siena- escucharle a El e intentar ver los acontecimientos desde Su misericordia y compasión.
La compasión, es uno de los rasgos más característicos de Nuestro Padre Sto. Domingo, que hoy más que nunca necesita nuestro angustiado mundo que no sabe hacía donde va.
Padecer “con”, hacernos uno, primeramente con Cristo y después con el que padece para unirle a El. ”Ver las necesidades de nuestro prójimo y la magnitud de nuestra fragilidad, esto es lo que nos acerca a nuestros hermanos, en pobreza, desprendimiento y hace que nuestra compasión no sea una estéril ayuda, sino un acontecimiento de Dios al corazón del hermano necesitado.
Nuestra contemplación tiene que ser y hacernos transparencia nítida y fuente de ternura y Amor de Dios. Nuestra vida, nuestra fe, nuestro mundo y su historia encuentran aquí su equilibrio.
Somos llamados a ser presencia de Dios, y esto sólo es posible si nuestra oración es contacto vital ardiente con El en la oración-contemplación .
Sólo hay una cosa importante y verdadera, entregarme a Dios.